Este EP, bien podría ser la banda sonora de una película clásica. O de una película moderna pero hecha como las de antes, con buen guion y con gracia artística.
Parece ser que el espectro sonoro de estos dos artistas es muy amplio y no tiene límites. Conciben la vida en música. Lo traducen todo a música. Como si de la banda sonora de sus propias vidas se tratase.
Este trabajo es una pausa, una alegoría a que todo puede ir a mejor a pesar de las circunstancias adversas. Y si es con los tuyos, mucho mejor. En este caso con Vargas, claro está. Después de una temporada en el infierno.
En estos casos es mejor que hagáis. Aunque solo sea una o voladora con la bocanada de un cigarro. Cualquier hecho crea una distancia propicia entre el caos y la vida. Un meridiano lugar, que ejerce de cuerpo calloso del conjunto.
Lo que me sugiere que John y Carlos, aunque en ocasiones estén obsesionados con ángeles o máquinas, posiblemente su deseo final sea el amor. Sin embargo solo una finísima línea (roja) señala la diferencia entre pescar y hacer el imbécil al lado del río: tal vez, en alguna medida, suceda algo parecido con el amor.
A veces el cuerpo no nos pide guerra. El hombre, es muchas veces ese monótono universo que oscila sobre el vacío colgando solamente de un hilo de araña, y quiere remediar el desgaste levantando tumbas. Pero por fortuna, tenemos estas canciones de John y Carlos, entre otras cosas, o las grullas, los caballos, o las cabras expertas en riscos. No todo está perdido.
Entonces no llenéis, pues, el foso de cocodrilos, no lo hagáis. Sólo bucead: afinad, discernid y clavad el arpón en vuestra presa porque ya no sois jóvenes.
La vida, casi todo lo importante de la vida es otra cosa. Algo que se va imponiendo en diagonal o desde el reverso de lo que sucede: justamente eso que os aguardaba a los dos para ser o para no ser, quién sabe, eso que os estaba esperando para despertaros y poneros en marcha comenzando así a vivir. Quizá un ángel social, o una de esas rosas rojas descoloridas sin morir.
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