“Kinky boots” es uno de esos musicales a los que poca gente le puede poner peros. Es divertido, con humor blanco, argumento conservador bajo una fachada de trasgresor y las canciones son estupendas. De hecho, supera con creces a la mediocre película en la que se basa, con Joel Edgerton y Chiwetel Edjofor en los principales papeles.
Desde 2013 que se estrenó en Broadway ha ido ganando premios de importancia como los seis Tony (entre ellos mejor musical) y estrenado en medio mundo (lo he llegado a ver en lugares tan dispares como el West End londinense o Hamburgo). Por fortuna, desde octubre lleva en cartel en España, primero en Delicias y ahora en el coqueto Teatro Calderón, un recinto colosal coronado con una bóveda pintada espectacular. No imaginamos mejor recinto para ver “Kinky Boots”.
Una vez acomodados en nuestra butaca, nos relajamos para evadir los problemas cotidianos con esta comedia teñida de acertadas canciones compuestas por un icono pop de los ochenta como Cindy Lauper. De hecho, se nota esa mano en las composiciones otorgando un excelente sonido disco a los temas con protagonismo de las “drag queen” mezclado con guitarras eléctricas y golpes más de rock en otras melodías. Cosa que entendió a la perfección la orquesta- banda capitaneada- dirigida por Miquel Tejada que supo dar el toque adecuado a los diferentes cortes y ritmos que ofrece esta genialidad en su género.
La historia sin ser un derroche de imaginación y, tal vez, algo naif sí funciona desde el primer minuto hasta el número final, narrándonos, en el libreto de Harvey Fierstein, las andanzas de Charlie Price, hombre dominado por su padre y novia que hereda el arruinado negocio familiar, que nunca quiso al ser un ser pusilánime y mimado, universitario pero sin ganas de trabajar, sólo de dejar el pueblo e ir a Londres porque esa es la aspiración de su prometida. Como tiene buen corazón y no quiere despedir a los trabajadores de la fábrica intenta un plan para reflotar la empresa. Es decir; madura. Al conocer a un grupo de “drag queens” en un cabaret, encabezados por la arrolladora Lola, descubre un nuevo nicho de mercado en la confección de imposibles tacones y estilismos que pasen de lo particular (ese minoritario grupo) a lo universal. Luchando contra las adversidades y sus propias contradicciones llegará a conocerse mejor y aceptarse a sí mismo, cosa que sucede también con Lola aunque el travesti sirva como catalizador para que todos los operarios sean más felices y abiertos de mente.
Una ingenuidad que no molesta en absoluto porque todo espectador que vaya a ver la obra sabe que asiste a una comedia amable y divertida y no a un drama con ínfulas revolucionarias. Y más si la puesta en escena es más que digna, cambiando de escenario con juegos de luces, una fachada móvil y el interior de la fábrica de zapatos que nos sitúa en todo momento hasta el descacharrante desenlace en la pasarela de Milán con el tema “Raise you up/ just be”. Y todo con unas voces privilegiadas donde destaca Daniel Digés, al que no vamos a descubrir su precioso tono de voz pues es de los nombres más destacados en el musical en español, al que le vemos impresionante como actor (quizás su mejor papel) acompañado por un Tiago Barbosa quien vemos en su biografía que cantó “El rey león” en su Brasil natal que compone una Lola para el recuerdo, defendida en los números musicales y en registros interpretativos con mucha solvencia y capacidad para emocionar. Entre el resto del reparto funciona Daniel Huarte (aunque como cantante sea el más limitado) y una Angy Fernández perfecta en su rol y con un tono rock en “The story of wrong guys” (en español “No sé elegir pareja”) que cautiva. Tanto como el inicial “The most beatiful thing” (“No imagino un producto mejor”).
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