Me gustaría comenzar esta crónica diciendo que hacía tiempo que no disfrutaba de tiempo de calidad en Sevilla, ya sea por la pandemia o que realmente no tuve un motivo de suficiente peso para volver a la capital andaluza. Ahora que estamos en primavera es un gusto ir por la Alameda, la catedral, la zona del río y se nota una vibración especial en la ciudad.
Ahora bien, en cuanto al tema que nos ocupa, la noche del sábado tuvo sus claroscuros. Puedo adelantar que todas las bandas estuvieron impecables. Algo que lamentar parece ser la sobreprogramación de conciertos que hay, lo cual parece que hace que la asistencia a salas sea menor de lo que se espera porque el público de la escena underground se divide más. Otro hecho que lamento fue llegar a la sala y ver que se dejaron el cartel del concierto del día anterior puesto, en lugar de anunciar a las bandas que tocaban para este sábado. Me recordó al reportaje de la vida y «milagros» de Bobby Liebling cuando llega a una sala para volver a tocar y le ponen «Pentagarn» en lugar de «Pentagram».
Al margen de lo mencionado y tras algún retraso por problemas con el técnico de sonido, llegué a lo justo para disfrutar del primer artista de la noche. Fran de Holy Hex, había elegido un setup bastante intimista, una luz tenue y suficiente acceso como para poder hacer su magia con los pedales. Llevaba una guitarra con mástil y creo que también cuerpo de aluminio, algo que he visto últimamente en algunos músicos como King Buzzo, lo cual estoy seguro que le da una sensibilidad diferente a la hora de tocar. De hecho, la música de Holy Hex va de sentir, no tanto de tecnicismos, desplegó gran parte de su repertorio en «Behold Your Own» con algún detalle sonoro y mi opinión sigue siendo la misma que cuando escuché el disco, se me hizo corto. La música de Holy Hex añade el punto justo de ambiente, notas sostenidas y sonido como para que el ambient experimental que desarrolla te transmita sensaciones como mirar desde un acantilado, refugiarte en una cueva mientras llueve o muchas otras sensaciones provenientes de la naturaleza. Gran comienzo para lo que se venía más tarde.
Tras llenarse toda la sala de una niebla y humo considerable, se creó una atmósfera de silencio, muchos de los asistentes al Spindafest venían a ver a los monjes, brujos o profetas de R’lyeh. Así que Pylar entraron a escena, primero su violinista con una máscara que me recordó a la película de Kubrick «Eyes Wide Shut», el batería entró cual decapitador enmascarado, Bar-Gal se cubría con su larga melena y su Gibson SG y el orador principal de Pylar apareció con una máscara con cuernos de corte diabólico. Lo que más admiro de Pylar como colectivo o banda, es que son congruentes en cuanto a su imagen y sonido. No te van a vender una misa satánica con su puesta en escena para después tocar pop. Pylar vienen a incomodarte con su performance y música, quieren que mires a tu espalda por si algo (no alguien) te tocó y quieren que tus oídos vibren con cada acorde, riff, toque de sintetizador y alarido con eco que sale de ellos. El show comenzó de manera bastante fúnebre con el violín, mientras como cuerda que se desata empezaron a añadirse elementos como los sintetizadores, la guitarra, la batería de manera sutil y algún pasaje relatado por el maestro de ceremonias de Pylar. Se alternaron sorpresas de la continuación de su trilogía de horror cósmico con las múltiples atmósferas del Abysmos, lo mejor de la banda es que tienen nuevas dimensiones y matices sonoros en directo. Cualquier cosa que toquen del Abysmos o cualquier disco es una base reconocible, pero a la que añaden muchos matices tal cómo nos dijeron en su entrevista. Elementos de doom, drone, krautrock, free-jazz… El silencio era palpable en el público, porque su concepto artístico es un todo, sólo se rompió el silencio cuando dejaron el escenario y los asistentes se pusieron a aplaudir, ya que todo el concierto estuvimos en trance con los alaridos que parecen venir de la profundidad de un lugar mental más que de un lugar físico, vómitos de riff densos, baterías tribales y violines apocalípticos. Yo me quedé unos minutos procesando lo que había presenciado para poder plasmarlo aquí y ahora.
Y para rematar el Spindafest, tocaba la hora de Rosy Finch. He de admitir que no puedo ser objetivo con esta banda. Será por la conexión grunge, el concepto musical de Mireia y todo incluido a lo bien que cuidan su puesta en escena; pero ya tenía ganas de escuchar el «Scarlet» en directo. Y como todo lo bueno que se hace esperar, saltaron a escena, Mireia con su flamante Dunable verde, Óscar con su Fender rojo (quizás alegoría al disco) y Juanjo a las baquetas que parece que sabe escoger muy bien los proyectos en los que embarca. Tras algún problema de ajuste en el volumen de los instrumentos, la actuación de Rosy Finch me sonó bastante a una mezcla de los Nirvana más bleacheros con los Melvins más primitivos bajo la rabia que imprimían unas L7 o Babes In Toyland de principios de los 90. Temas como Lava, Oxblood, Vermilion, Ruby, etc… Explotaban en la voz de Mireia a golpe de riff, baquetazo de caja y contundencia en el bajo. Se pudo notar en la sala un grupo de asistentes que también los conocía y sabían a lo que venían. Me preguntaba qué tema tocarían de su anterior disco, porque ya nos lo adelantaron en la entrevista que le hicimos, en este caso fue «Miss Howls» y queda como anillo al dedo a un setlist basado en el Scarlet debido a cierta reminiscencia a los más potentes Hole. Como deseo adicional, me habría encantado que hubieran tocado su versión de «Endless, Nameless» pero en otro concierto será.
A nivel musical creo que fue una gran noche, espero que despegue en algún momento los circuitos de conciertos a nivel más underground en Andalucia. Desear en este último párrafo que se vayan más a los conciertos, por el bien del arte. Es alimento para la mente y el corazón diría yo. Ojalá no sea éste el último Spindafest en Sevilla o dónde sea en Andalucía.
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