La filmografía de Sean Penn como director comenzó “fuerte” con “Extraños vínculos de sangre” y dos poderosas cintas al servicio de Jack Nicholson como “Cruzando la oscuridad” y “El juramento”. Películas donde la puesta en escena estaba supeditada a la historia con direcciones metódicas, de corte clásico y una pléyade de actores convincentes. El problema comienza con su largometraje más recordado “Hacia rutas salvajes” sobre un personaje excesivo que decide dejar su vida en la ciudad y emigrar a Alaska viviendo en esa dura tierra, llena de peligros y condiciones meteorológicas adversas pero libre y fuera de la civilización. Algo con lo que Werner Herzog hubiese construido un producto excesivo y sólido pero que en manos de Penn se convertía en un sobrevalorado filme, pretencioso, aburrido, de casi dos horas y medio de metraje y con ínfulas de trascendencia en el cine independiente contando, incluso, con el vocalista de Pearl Jam Eddie Vedder en su banda sonora. El caso es que “Into the wild” tuvo cierto éxito entre el público y Penn se apuntó a narrar la causa progresista en la horroroso “Diré tu nombre”.
Por fortuna, “El día de la bandera” no es tan fallida como “Diré tu nombre” pero sigue anclado en una forma de rodar “indie”, con demasiadas “voces en off”, canciones folk y pop envueltas en cámaras lentas, con distintos granos de celuloide y un montaje a medio camino entre el anuncio de televisión de automóviles cuando quiere mostrar la libertad del viaje y las formas de narrar cuando se intenta filmar con bajo presupuesto pero ganas de rodar algo más o menos trascendental. Un ejemplo llega en el inicio cuando vemos que bajo el piano de Chopin se muestran imágenes supuestamente inconexas pero que sirven de metáfora de lo que nos están mostrando, como sucedía en “El árbol de la vida” de Terrence Malick (donde tenía lugar destacado Penn dentro del reparto). A parte de Malick también se le ven maneras de otro de los autores con los que ha trabajado como es el encumbrado y vacío Alejandro G. Iñárritu (recordemos que protagonizó “21 gramos”, uno de los mayores tormentos al que ha asistido el abajo, y arriba, firmante en su vida cinéfila). Eso consigue que “El día de la bandera” alterne momentos de interés con otros donde se notan las costuras del guion de “Jez Butterwoth” adaptando las memorias de Jennifer Vogel. Una historia de caída y redención sobre una joven, marcada por sus desastrosos progenitores. Sobre todo la figura paterna, un falsificador de moneda y atracador de bancos que marca la trayectoria de su hija, hasta que consigue salir de la nociva influencia paterna para comenzar su vida en la universidad, cumpliendo su sueño de ser periodista.
Reparto de altura, con el descubrimiento de Dylan Penn que cumple su rol (aunque el guion en un alarde de supuesta intensidad le haga gritar en exceso, creando cierta antipatía). Dylan es hija de Sean Penn y de Robin Wright, con la que guarda bastante parecido y que ahora parece querer iniciar una carrera en el cine. Le acompaña su padre (en la vida real y en la ficción) y unos secundarios de renombre, con gente como Josh Brolin o Katheryn Winnick (quien todavía no ha conseguido quitarse de encima su Lagertha de “Vikingos”).
“El día de la bandera” nos habla de libertad, de perseguir los sueños pero también de tener los “pies en la tierra” pues se corree el riesgo de convertirse en ese hombre nacido el 4 de julio que dice (desea) que todos los fastos en Estados Unidos son para festejar su cumpleaños. Sean Penn ha firmado una película con vocación de trascendencia pero que por su pretenciosidad, con tanta cámara lenta con canciones alargadas, filtros, voces en off y supuestas profundas reflexiones se olvidará pronto. En principio, como casi toda su filmografía aunque algunos recordemos con cariño esas primeras producciones con Jack Nicholson.
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