“Secretos de un matrimonio” es otra obra maestra más de Ingmar Bergman, tanto en su formato serie como en película. Seis episodios filmados con pocos medios, decorados y prácticamente sólo dos personajes para narrarnos la crisis vital de un matrimonio nórdico, en principio bien avenido, de los setenta. Éxito absoluto que trascendió la pantalla pues cuenta la leyenda que tras su emisión los divorcios aumentaron de forma significativa en Suecia.
Adaptar un “tótem” cinéfilo así a estos tiempos parece labor imposible, por lo que conseguir un resultado más que digno encumbra al israelí Hagai Levi como un realizador y guionista más que competente, como había demostrado en el pasado con otra obra de culto televisiva como era “En terapia”. Levi respeta el texto “bergmaniano” aportando novedades, con temas actuales pero demostrando conocimiento del autor de “El séptimo sello” o “Fresas salvajes”. Los seis episodios de la original se transforman en cinco, aunque manteniendo los títulos de los capítulos y permitiéndose una broma final con “En plena noche, en una casa oscura”. En cuanto al “libreto” la principal novedad aparece en el segundo episodio cuando vemos que los roles se han invertido y es aquí la mujer la que anuncia la separación al conocer a un amante más joven, lo que ofrece un peculiar nuevo punto de vista y ofrece a Levi una tabla de salvación en el momento que se llega a la violencia física. Otra sorpresa es mostrarnos a Paula (aquí Poli), el desencadenante de la ruptura que en la original escandinava no se mostraba y sustituir la casa de vacaciones donde se reunían los protagonistas en el acto final por su propia casa, antes vendida y alquilada por una noche en un airbnb. Simple maquillaje (como sustituir el rodaje de un documental sobre parejas bien avenidas por una entrevista para un master en estudios de género) pero la traslación del texto y situaciones a la actualidad funciona, los diálogos son algo menos crueles que en la de Bergman pero sí son contundentes y nos muestran el cambio de caracteres en los dos protagonistas, desde la escena cumbre del primer episodio con la bronca de la pareja amiga tras una cena.
Y si el “libreto” es convincente, más lo es la realización jugando con una idea inteligente en los cuatro primeros episodios, donde el comienzo es justo antes de empezar a rodar, con los técnicos e intérpretes preparando los últimos instantes antes de la claqueta y el último termina justo después del corten final con los actores marchando hacia sus camerinos. Además estos inicios están planificados con movimientos de cámara largos, con dollys y planos secuencia que destacan con la realización más académica del capítulo en sí. Una puesta en escena original y que aporta un punto de dinamismo que luego se acentúa con los primorosos diálogos y distintas situaciones, enfrentando a un profesor de filosofía de familia tradicional judía (impagable los momentos con su madre tras el funeral del progenitor) con una exitosa mujer de negocios pero que al trabajar en exceso deja a la hija en común (aquí sólo hay una y no dos como en la versión de los setenta) al cuidado del padre.
Y si la parte técnica es convincente, no podemos dejar de destacar la banda sonora intimista de piano y cuerda de Evgueni y Sacha Galperine, no menos la artística con dos actores en estado de gracia. Una Jessica Chastain demostrando, una vez más, ser la actriz más dotada de su generación y un Oscar Isaac que hasta ahora había tenido una trayectoria irregular en el cine, tal vez algo inexpresivo, pero que con esta confirma el mejor papel de su carrera, en un 2021 que le ha encumbrado definitivamente pues hay que sumar su primoroso rol en “The card counter” de Paul Schrader (de la que hablaremos en su momento). Juntos reflejan a la perfección lo que Levi nos intenta trasmitir sobre el matrimonio, el divorcio, el adulterio, el deseo o la breve línea que separa el amor o el odio en una adaptación, no tan poderosa como la de Ingmar Bergman pero con notable resultado.
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