Luz Arcas es una coreógrafa y bailarina malagueña, afincada en Madrid, que desde 2009 dirige la compañía La Phármaco. «Toná» es el nuevo montaje que nos ha presentado en el Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz en un Teatro del Títere de la Tía Norica que presentaba un excelente aspecto desde minutos antes de comenzar el espectáculo y que confirmó una vez que las luces de la sala se apagaron con un patio de butacas que rozaba el lleno.

En «Toná», Luz Arcas bucea en el folklore de su Andalucía natal, casi a modo de exortizar demonios interiores y cuentas pendientes con su pasado practicando una danza contemporánea que ahonda en las raíces populares en poco menos de la hora de duración que dura la obra.

Para cimentar el éxito de la misión, Arcas se apoya en una dramaturgia inteligible para el espectador, apareciendo desnuda en escena y siendo vestida por la representación de su madre para empezar a bailar como si de una niña se tratase. Ese periodo infantil es coreografiado con movimientos espasmódicos, de gran derroche físico acabando casi corriendo en círculos para según avanza «Toná» ir creciendo el personaje hasta desembocar en la Semana Santa (importante parte de la idiosincrasia de Málaga), sentada en una silla, a modo de paso, y golpeando el suelo con un cayado que al descubrirse, poco después, es una bandera de España con una virgen en el centro y por la otra cara la palabra Salve bordada como si fuese el pendón de una hermandad.

Todo ese muestrario de la esencia de su tierra, Luz Arcas la representa con una danza enérgica, de fuerte expresión tanto en su rostro como en el cuerpo, gestual con los brazos y las manos y actuando en todo momento descalza, consiguiendo un dramático efecto con cada golpe de pie en el suelo. La tenue luz que lo impregna todo durante el ritual también contribuye a esa sensación de hibridar poesía y rabia, lo culto y lo popular, la vida y la muerte tiñiendo «Tona» de un aire que fluctúa entre lo festivo y lo fúnebre. pero la iluminación no es el único pilar en el que cimentar el edificio.

Si tuviésemos que elegir un cayado en el que apoyarse, sin duda sería la música en directo pues tanto el violín, bien tocando con el arco o rasgando con los dedos en cada «pizzicato», de Olvido lanza o el acompañamiento a la percusión y las palmas y voz flamenca de Lola Dolores ayuda, y mucho, a que Luz Arcas pueda expresar mediante su atávica danza esos misterios insondables de su biografía, de su pasado más o menos lejano.

«Toná» gustó y así se lo hizo ver el público con una interesante ovación y haciendo salir a las protagonistas varias veces a escena. Obra de carácter, creada en 2020, y con la que Luz Arcas consigue un diálogo tanto con los espectadores como consigo misma.

 

Fotografías: Silvia Salado 

by: Jose Luis Diez

by: Jose Luis Diez

Cinéfilo y cinéfago, lector voraz, amante del rock y la ópera y ensayista y documentalista con escaso éxito que intenta exorcizar sus demonios interiores en su blog personal el curioso observador

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