¿Y si es cierto que el rock o el metal está muerto (o a punto de morir)? Lo cierto es que todo está a punto de morir. Del mundo que conocí en mi infancia queda muy poquito, por no decir nada. Del de mi adolescencia quedan breves retazos cada vez más difusos. Lo bueno es que de vez en cuando aparecen unos mendas desde Sevilla (otra tierra que desde el primer tiro era territorio nacionalcatólico) y me hacen retomar la fe. Moriremos, puede ser, pero por el camino vamos a decir las cosas bien claras y, por el mismo precio, nos lo vamos a pasar dabuten. Un, dos, tres… ¡Tribbü!
Tomahawk. En comparación con lo que nos vamos a encontrar posteriormente, seguramente que arrancan con las guitarras más rockeras, más ortodoxas, del disco, a medio camino entre el Welcome to the jungle de los Guns and Roses y el Seek and destroy de MetallicA. No quemar púa como el disco de una radial no quiere decir que no sea potente, es una potencia diferente, pesada, áspera. Buena parte de culpa la tiene esa batería, emperrada en subrayar con los platos el tempo del tema. Cuando entran las letras volvemos a la música del cambio de milenio, con un bajo todopoderoso, como el de los Korn, vibrando bajo la distorsión de las guitarras. Letras de rap, recargadas de sílabas como un cuadro barroco para estallar en un estribillo que es pura rabia, a lo Chester Bennington.
La herradura. Estoy pensando en Deftones, ese sonido genuinamente rap-metal que me voló la cabeza en Be quiet and drive (Far away). Lo mejor del tema, en mi opinión, el estribillo. Con esa misma rabia contestataria e inconformista que se revela como la medula espinal de estos cinco mohicanos, berrean: no caer / quedarse abajo donde siempre te dirán qué hacer / dejar atrás el punto de partida. El puente, recuerda al My way, la mejor canción que dio Limp Bizkit. Cuidado con este Pillo, que domina más el bajo de lo que parece. Debajo de la distorsión, es el verdadero motor de la banda.
Cuentos. Muy buenos timbales para empezar. Si Pillo es el motor, Charly y su batería son la transmisión, lo que facilita que una idea pasajera e indefinida se convierta en un cebollazo que hace vibrar los auriculares y que te sangre la nariz. Cuando cesan los timbales hay otro guiño a Limp Bizkit, en el breve asueto de bajo y dj, mano a mano, lo justo para que entre la guitarra como un hacha. El caso es que la parte exclusivamente guitarrera suena a rock, a un rock pesado, setentero, antecedente precario del heavy metal. Eso sí, las voces y el dj nos dejan claro para qué hemos venido aquí: puro rap-metal. Ver esa perfección en la parte rítmica, en ese encaje de bolillos verbal, por encima de buenos guitarrazos y un bajo omnipresente trae una vibración muy agradable para los que crecimos en la explosión de ese nuevo tipo de metal, como al final, que recuerda a Wait and bleed, de Slipknot.
Igual a nadie. No soy muy amigo de ponerme Joaquín Luqui, pero esto es un misil. La mejor canción del disco, seguramente, y uno de los mejores estribillos que he escuchado en tiempo. Fue el primer contacto que tuve con la banda y me dejó pegado al asiento. Empezamos con una batería casi divertida, rozando el Puto, de Molotov, pero cambia a esa guitarra que parece subrayar lo que vamos a oír en el estribillo. Las estrofas tienen un aura oscura, a lo Alice in Chains, pero aplicado al Boiler, de Limp Bizkit. Un punteo leve de guitarra, un bajo potente y una batería sacrificada… hasta el estribillo. Filosofia orwelliana (Rebelión en la granja), voceada como Linkin Park en Faint o en Points of authority. Nadie es igual a nadie es igual a nadie es igual a nadie igual. No es un trabalenguas, es seguramente el mismo mensaje fastidioso, contestatario y rabioso que los malos llevamos berreando desde que nos salió pelo en el sobaco. Puro fuego.
Prisa mata. Vale que no tiene mucho que ver, pero me ha venido a la cabeza el Open your eyes, de Staind, otra de esas bandas que parecía que iba a dominar el mundo. Eso sí, estas guitarras tienen otro rollo. Tienen un poso al Guerrilla Radio, de Rage Against the Machine. Tiene algo morelliano esa guitarra, hasta que la voz de Nano llega realmente al límite. En serio, ni un decibelio más o las cuerdas vocales saltarán por los aires como un cable pelado. Todo va demasiado rápido, lo más seguro que para evitar pensar que la vida actual no tiene ningún sentido. ¿Qué cómo lo sé? Soy un escritor al que nadie hace caso. Es cierto que hablo para un público que se muerde las uñas o mira el móvil, pasando de mí, pero al menos tengo claro qué quiero, lo consiga o no.
No insulte. Esta tiene un poso más Def con Dos. No se baila, esta se salta mientras berreamos. Está demostrado que insultar y decir tacos produce efectos en el cerebro, reduce la ansiedad y baja las pulsaciones, y TRIBBÜ, con la mente puesta en Take the power back, de Rage Against the Machine, nos proponen desahogarnos. Ojito a los efectos, que no son cosa exclusivamente de Mauro y sus seis cuerdas, Sobe tiene algo que decir con los platos. Todo eso sí, convirtiéndose en un obús cuando llegamos a los estribillos. Música para disfrutar.
Y qué. Estoy pensando en Max Cavalera post Sepultura, en Soulfly o Calavera Conspiracy, al comienzo. Es cierto que cuando empiezan las voces, es inevitable ver a Nano con ese poso de Tote King, rapeando, con el acento, sabiendo de lo que habla, controlando de más estilos de los que plasma. No es una canción ochentera de cervezas y jamelgas en un jacuzzi, tampoco es rabia sin control como Cervezas y porros, de S.A., es más como una evasión de la realidad, una reacción a la frustración y a la exclusión del sistema.
La vieja usanza. Con el punteo lánguido de Feliz falsedad, de S.A., en una atmosfera casi grunje, parece que estuviéramos con estos cinco dentro de un local en un sótano, en penumbra. Como cuando Sepultura traían percusiones brasileñas en medio de un disco de metal, con esos tramos rapeados, alabando a la vieja escuela. I tell you what: there’s no school like old school. Es casi un alivio ver que, a ochocientos kilómetros de casa, con una cultura casi completamente diferente a la mía, hay gente que se siente como yo. Cuida a quien te quiere y quiere siempre a quien te cuida.
Trece. Tiene ese poso Tom Morello de Cuentos. No tiene tanto interés en ametrallar con la distorsión, lo que hace parecer el rapeo más relajado. Pierde punch, pero gana alcance. Es como si un boxeador golpease algo más lento, pero más contundente. De ahí vienen los mejores knockouts.
Antihéroes. ¿Corrupción? ¿Dónde? Es peor cantar letras propias sobre hechos objetivos y contrastados que robar hasta la caja de los bolis, o que haber acabado con las reservas de cal de la ferretería del barrio. Este es el verbo de mi generación, los que andamos en la treintena avanzada: no hay futuro. Miras hacia atrás y ves todo mierda, miras hacia delante, y no hay esperanza (o casi). Al menos hemos berreado un buen ¡Podrida escoria!
Desgraciado con suerte. Otro de los grandes referentes de nu metal que se nos había quedado en el tintero: P.O.D. Estas baterías iniciales trazan un paralelismo con el Youth of the nation. Ahora, que deriva en algo puramente rapero, Saigon, Raekwon, o Method Man por ejemplo. Con el espíritu de Mi legado, de los enormes Falsalarma, nos despedimos de este disco como si estuviéramos terminando el disco en la madrugada entre un sábado y un domingo, agotados, pero con una media sonrisa fruto de la satisfacción de un trabajo bien hecho.
En resumidas cuentas, TRIBBÜ es una banda necesaria. Necesitamos gente que diga las cosas claras, gente que analice qué bandas los subieron a las tablas y traslade lo mejor que dé su creatividad como legado para la próxima generación, si la hay y no se acaba el mundo.
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