A mediados de los ochenta un buen artesano como Walter Hill, curtido en el cine de acción, dirigía la entretenida comedia familiar “El gran despilfarro”, con el otrora estrella Richard Pryor. Una historia donde para cobrar una delirante herencia, el protagonista tenía que gastar dinero durante un mes colmando todos sus caprichos, hasta ofrecernos la moraleja de que no por cumplir todos los deseos materiales esto nos va a convertir en más felices. Argumentos que se han ofrecido en otras famosas películas para toda la familia como el “Big” de Penny Marshall, con un antológico Tom Hanks.

Esa idea de la moralina sobre los peligros de cumplir deseos, subyace en la trama de esta inofensiva nueva cinta de Netflix, pensada para que padres e hijos pasen un rato entretenido alrededor de la televisión, lo cual es bastante. Y a fe, que si obviamos sus múltiples lagunas, su espíritu naif y su humor blanco, carente de cualquier ápice de irreverencia, el espectador al que va destinado el producto pasará un rato agradable, compartiendo con sus retoños pre y adolescentes una tarde de cine. En este caso, su falta de pretensiones juega a favor de la cinta de Miguel Arteta, todo un especialista en este género, cuyo título más conocido era “Alexander y el día terrible, horrible, espantoso, horroroso”, otra ingenua comedia con Steve Carell, además de la más antigua “The good girl”, aprovechando el tirón romántico de Jennifer Aniston, en su mejor momento con “Friends”.

El caso es que con “Alexander…” había contado, además de con el célebre cómico de “The office”, con Jennifer Garner, instalada tras las ya lejanas “Daredevil” y “Electra” en este tipo de papeles, con mejor o peor suerte. Le acompaña Edgar Ramirez, otro que no termina de asentarse en Hollywood. Ellos son un matrimonio con tres hijos, antes viajeros y aventureros que desde el nacimiento de su descendencia han evolucionado, cambiando los planes de aceptarlo todo a negar a su “prole” sus caprichos e irresponsabilidades. Una frustración que se intenta revertir ofreciendo a sus criaturas un día donde, con ciertas reglas, a todo se le dirá que sí. Eso hará que la familia se una más, que se meta en líos y que la descendencia comprenda que no se puede esperar cumplir todos sus deseos. Y si bien está simpático un día donde desayunar helado, ir a un parque de atracciones o entrar en un túnel de lavado con las ventanillas abiertas es peligroso ir a un festival de música, con trece años sin supervisión de un adulto o montar una fiesta en casa para toda una clase.

El guion de Justin Malen es deudor de filmes de Jim Carrey como la infravalorada “Mentiroso compulsivo” o, sobre todo, “Di que sí”. No aporta demasiado y se queda en un montón de estereotipos y clichés pero si no se rasca demasiado y uno se queda en la superficie es disfrutable, no creará grandes carcajadas pero sí una sonrisa. La puesta en escena es competente y está bien interpretada. Incluso, nos ofrece un par de detalles interesantes, como la complejidad de las mujeres para conseguir un puesto de trabajo si tienen varios hijos, lo que hace que el marido se centre en conseguir mantener el estatus económico, de forma que debe convertirse en un jefe antipático en su empresa, centrándose en ser simpático a sus hijos (divertida es la secuencia donde lleva a su hija pequeña al colegio, cantando ambos en el coche en mítico “Epic” de faith no more).

“El día del sí” no pasará a la historia y ni siquiera es una buena película, algo mediocre con el que se puede pasar una tarde en casa pero preferible a delirios “underground”, filosofías de salón u onanismos de directores que se creen más cultos y geniales de los que en verdad son. Preferimos estas medianías fáciles de ver y de olvidar.

El día del sí – Netflix

by: Jose Luis Diez

by: Jose Luis Diez

Cinéfilo y cinéfago, lector voraz, amante del rock y la ópera y ensayista y documentalista con escaso éxito que intenta exorcizar sus demonios interiores en su blog personal el curioso observador

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