Hay veces en la vida que tenemos que pararnos a pensar. Simplemente sentarnos, contar hasta diez y ver cómo el mundo sigue su curso, aunque no nos pasemos el día corriendo hacia ninguna parte. Sin estar trece o catorce horas fuera de casa, gritando y con prisas, se puede vivir. Este parón, este silencio, nos ha ayudado a escucharnos a nosotros mismos, a descubrir qué queremos y por qué hacemos lo que hacemos. En mi caso, una vez terminadas las novelas, he descubierto un casi abandonado gusto por los relatos, y he recuperado mis cosillas en esta web que tan habilidosamente guía mi compadre Ángel. Sin pensar en qué más bandas vendrán ni en cuál será la próxima crónica que voy a hacer. Sólo sentarme, darle al play y teclear como un loco mientras la música avanza. Un, dos, tres… ¡Rock!

 

 

El plan. Es como si la batería de Muse en Uprising se hubiera encajado en el Mechanical de los Cycle y envuelto en la atmosfera del my world, de emigrate. Un bajo totémico, con una batería que en las estrofas entremezcla timbales con insistencia en la caja, donde entran fuerte las guitarras, en los puentes y en el estribillo tira de redobles al charles, lo que le da un aura a lo Nine Inch Nails. La voz, que durante las estrofas parece languidecer sobre la base instrumental, en los estribillos saca fuerza, y remarca los golpes de caja. Sin pensar mucho y si sólo tuviera una canción para analizar a esta banda, diría que es como Nine Inch Nails, electrónica siniestra, con ramalazos muy rockeros, casi metal.

 

 

Bender vs C-3PO. Amiga 500 es una moneda con dos caras, una criatura de la noche mitad licántropo, mitad vampiro (vale, me he visto diez veces todas las pelis de Underworld, pero esta analogía me viene al pelo). En esta la electrónica ha perdido fuerza y, en cuanto el bajo pega un trallazo, y el charles y la caja anuncian el cataclismo, estallan en un ritmo marcial, con el charles entrelazándose entre caja y bombo y un punteo maníaco al más puro estilo System of a Down. Los give me more parecen sacados de un sampler de Gnarls Barkley. Al fin y al cabo, una especie de Space Oddity —de Bowie— rockera a un ritmo discotequero.

Cerca del mar. Cuatro notas sueltas de la guitarra, y un párrafo encajado por encima, casi rapeado. Es como si a un rap le hubieras quitado la base y le hubieras puesto el punteo del Turn the page, de Bob Seger, aunque yo estoy hablando de la versión de MetallicA. También la arrancada, con bajo y guitarra a pleno rendimiento y con esos coros berreando por debajo de la voz principal como en Sigo en pie, de mis coleguis Knibal.

 

 

To loser. Es como si tuvieras el metrónomo incrustado en una de esas baterías pregrabadas de un teclado. El bajo, incombustible piedra angular, precede a las voces, y la combinación trae a la mente el Praise Abort, de Lindemann. Vale que el espectro vocal es diferente, pero tiene un parecido en la estructura de las estrofas. En el estribillo es otra cosa. Si del punk surgió el hardcore, del rock experimental y la electrónica surgieron los gañidos de este estribillo.

Son fronteras. Los primeros acordes, sobre todo en la guitarra, me recuerda, a los Defones de Far away, banda sonora de mi adolescencia. Batería y bajo entran de otra manera, y la voz tiene una forma más a lo hora Zulú, pero hay una base nu metal reinterpretada a la andaluza. Hasta tienen un momento Def Con Dos en El día de la bestia entre estrofas. La voz tiene tanto poso rapero que estoy pensando en Xhelazz cuando cantaba Sólo son vidas. Dan ganas de ponerse a saltar antes de la última estrofa, como cuando los Rage Against the Machine berreaban killing in the name of.

 

 

Parece increíble, pero han pasado dieciocho minutos de reloj. Tengo la sensación de llevar una hora y media, de haber pasado cuarenta canciones. Cuando un grupo tiene una premisa tan difusa como Amiga 500, las posibilidades son infinitas. Tienen buenos guitarrazos, pero no son tampoco metal destructivo, tienen parte electrónica, pero no son sesiones replicantes, ni tienen ese rollo rave de The Prodigy. Tampoco es una interpretación como Rammstein, en metal industrial… y tiene párrafos casi rapeados, sin tener una estructura de rap sólo con los platos ni parecerse un pijo a Kase.O con una banda detrás. En resumen, he dicho cincuenta cosas que no son, pero no he dicho lo que son: Amiga 500, un bajo poderoso, una batería a lo Nine Inch Nails, unas guitarras encerradas pero potentes, a lo Cycle, y unas voces que van del nu metal a Hoa Zulú. El terreno por donde pueden derivar es impredecible e inabarcable, un auténtico reto intelectual.

 

Para los conversos, enlaces de la banda.

 

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Amiga 500 – El Sonido del Amor

by: Teodoro Balmaseda

by: Teodoro Balmaseda

Escritor de ficción y crítico desde la admiración. Si te gustan mis reseñas, prueba 'Buscando oro' en tu librería o ebook.

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