Gaspar Noé es uno de esos directores que parecen basar su carrera únicamente en la provocación. De origen argentino, Noé encontró en Francia el lugar ideal para llevar a cabo su peculiar visión del cine. Si otros directores buscan contar una historia o emocionar al espectador, Gaspar Noé solamente busca escandalizar, algo que todavía resulta tremendamente fácil en el país vecino. Su filmografía se puede resumir en la frase: El hombre es un lobo para el hombre. Noé muestra la peor cara del ser humano y sus películas nunca resultan edificantes.
Ya en 2002 montó un buen revuelo en Cannes (festival en el que siempre es bien recibido) con Irreversible, otra cosa es que su película tuviera algún valor cinematográfico. Lo de rodar una extenuante violación a Monica Bellucci y montar el film en sentido inverso no me pareció nada original, sobre todo cuando a Christopher Nolan le salió la jugada mucho mejor en Memento un par de años antes. Al menos, Nolan se preocupa por el intelecto del espectador, mientras Noé solamente buscaba provocarle la arcada. La cosa no mejoró con Enter the void (2009), Noé se pone filosófico y hasta las cejas de ácido, ni mucho menos con Love. Detengámonos en Love, que tiene tela: un film sin nada amor ni apenas guión ni nada interesante que contar más allá de las innumerables y explícitas escenas de sexo real que contiene. Lo único destacable de Love es el uso del Maggot Brain de Funkadelic. No me importa que se muestren escenas de sexo siempre que aporten algo a la trama. Si solamente quieres ver sexo en pantalla hay otros géneros que te pueden resultar más satisfactorios. Noé parece romper las fronteras entre géneros, cosa que no me parece mal, pero se olvida de la historia y se dedica a mostrarnos coitos a trote y moche y sin ningún hilo conductor mínimamente interesante. Sexo, drogas y violencia siguen escandalizando a estas alturas. Sea como fuere Noé sigue gozando en Francia de cierto prestigio de artista provocador (quizás por eso la bandera francesa aparece hasta en la sopa en Clímax), aunque lo de “artista” yo lo podría en cuarentena. Para entendernos, Lars Von Trier es otro provocador nato pero el tipo tiene talento, mientras Noé no tiene más mérito que el de intentar provocar la arcada. Vamos, que yo veo a Noé más del estilo de Nicolas Winding Refn.
Puede que el guión de Clímax esté inspirado en hechos reales o que la realidad siempre supere a la ficción, sin embargo, Noé convierte el visionado de su film en una auténtica tortura. Os prometo que no vuelvo a tomar sangría en lo que me queda de vida. Cuando la locura y el caos se apoderan de los personajes Noé pone toda la carne en el asador para provocarnos un hastío existencial difícilmente superable. Técnicamente no puedo ponerle ningún “pero” a Clímax, tanto la fotografía como el montaje son perfectos si lo que quieres es narrar un mal viaje de LSD. Así Clímax se convierte en una pesadilla tanto en el fondo como en la forma. Me imagino el mareo y las náuseas que Clímax provocó en todo aquel que tuvo los bemoles de ver este film en una sala de cine.
El cine de Gaspar Noé no es apto para todos los públicos, su concepción tan negativa del ser humano y su provocadora forma de plasmarla lo alejan del gran público. Mejor así.
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