El problema de nuestra época es que todo va demasiado deprisa. Mi idea era haber escrito algo el mismo día 19, en cuanto terminó la final contra el Castellón, pero pensé en dejarlo reposar y hacer un análisis más racional, más reposado. Lo malo es que el desarrollo de acontecimientos se precipita a tal velocidad que ya me ha cambiado la perspectiva y no sé si podré reflejarlo sin que me marque el tono del escrito.

Primero de todo, ¿vamos a setas o a Rólex? Estamos en medio de una pandemia, distancia social, mascarillas… completamente de acuerdo, pero si vamos a primar la ausencia de aglomeraciones no podemos dejar un playoff a una tele privada que ni siquiera es televisión, si no que va por internet. Si mi generación es la del gol de Simeón, donde estaba viendo el partido había varios del gol de Noly, y alguno al que el gol de Pita lo pilló treintañero. ¿Hay que ver el partido en casa? De acuerdo, pero tenemos canales especializados o canales regionales —en casa, TVR—, que hubieran dado el partido dando palmas con las orejas. Escribí en su momento que si hay que parar la competición hasta que haya vacuna, y volver en condiciones, con el campo lleno, se paraba. Lo que no puede ser es que queramos que el fútbol se vea en casa, pero de pago y por internet, cuando encima quien lo daba el año pasado sufrió cortes durante las retransmisiones porque los servidores no aguantaban el trajín.

Vayamos al partido. Podría subirme a caballo ganador, pero prefiero ser honrado: yo a Miño le he dado cera, pero a dos manos. Qué bonito es criticar sin saber. Hasta prácticamente hoy, no he tenido ni idea de lo que ha padecido para llegar hasta aquí, principalmente, enfrentarse al rechazo del Barça —lo hicieron debutar y lo desecharon: eterno drama de las canteras de los equipos grandes—, y los kilómetros que ha andando para llegar hasta aquí. ¿Qué vi yo? Que Pablo Fid ha hecho un gran papel en Copa y en Salamanca, y que Miño me generaba intranquilidad. Nos costó un gol contra la Cultural y en uno de los últimos partidos antes de la pandemia salió discutiendo (dos reproches y un abrazo al momento, sin dramas) con Iñaki.

El caso es que el partido del Castellón fue el mejor resumen de la joven historia de este Logroñés, que, sin tratar de provocar, al menos en eso, es digno heredero del chuta de nuestro corazón. Sales dominando, no maravillas, pero avisas de la pólvora que tienes; primer balón en contra, gol, y encima de un riojano. ¿Nadie pensó en el playoff que nos costó Ubis en Amorebieta?

Calma, que aún queda un mundo. No sabía qué iba a pasar, pero tenía claro que el 1-0 no iba a ser el resultado definitivo. Sería la intuición, o una jugarreta de la esperanza. Fuimos atravesando el desierto hasta el tiro de Rubén. No lo dudé ni un segundo. Ese balón entra un palmo. Como Michel contra Brasil. En ese momento, me rompí. Vi a Pulido Santana, al línea bajando de la grada, a Seligrat pidiendo tres penaltis más —sin pisar campo contrario—, a Toni Hernández riéndose, el secarral de Sevilla, Coulibaly que no llega a playoff.

Las estadísticas están para romperlas, y un momento (eterno) después, penalti a favor. ¿De qué está hecho Andy? Y llamaban Iceman a Chuck Lidell… acero granadino templado artesanalmente. Sin casi cantarlo, con diez, y vuelta a caminar por el desierto. Ese partido tuvo que durar un mes, sobre todo porque el del gráfico se equivocó en la prórroga y adelantó sin querer el reloj —ahora nos reímos, pero vaya disgusto al darnos cuenta que el minuto 105 era en realidad el 96—.

Penaltis. Engañan a Miño, pero yo acierto el lado. Gorka es un seguro. Acierta Miño, pero marcan y me equivoco. Andy… si hubiera tirado diez penaltis, creo que los mete todos. Llega mi momento. En la calle, entre dos coches aparcados, tengo una epifanía: lo falla, como Raúl contra Francia o como Cristiano Ronaldo en la final Manchester United—Chelsea. Nada más verlo ir a por el balón:

— Ese va a las nubes.

Cuando falla, media docena de tipos se me vuelven, he acertado cuatro de cinco, ¿tengo potra o estoy para rellenar primitivas? Iñaki marca seguro, y se me acabó la pólvora. Mis recién estrenados amigos se vuelven a ver al oráculo, pero estoy con las manos en la cabeza y los ojos entrecerrados. No sé si mirar o no. Pues Miño, callándome la boca a mí y a todos los que conteníamos el aliento cada vez que veíamos un balón bombeado volando hacia nuestra portería, para dos. La foto del penalti de César Díaz va a estar presidiendo la puerta de mi armario hasta el fin de los tiempos.

En ese momento me di cuenta que no era mi ascenso. Chavalines saltando alrededor, tirados en el suelo, llorando, dando gracias a dioses que sólo mencionan en juramentos… y yo inmóvil, con las manos en la cabeza, paralizado. Estoy tan acostumbrado a perder, a irme contento de Palencia a pesar del 1-0, que pasa algo así y no tengo reacción. Simplemente me fui a casa comparando a Miño con Barthez. Cuando tiene dudas, la zozobra se transmite por todas partes, pero cuando lo ve claro… bueno, en Wikipedia figura el palmarés del guardameta galo.

Dice Sacheri: la culpa de todo la tiene el tiempo. Sí, como lo escuchan, el tiempo. El tiempo que se empeña en transcurrir, cuando a veces debería permanecer detenido. Ojalá se hubiera detenido aquel domingo 19 lleno de euforia y no llegar hasta este sabor agridulce actual. Esta misma semana el club se marca un Homer con la lista de excluidos. Muchas gracias, os llevamos en el cuore, nunca os olvidaremos… pero vaciad la taquilla y cerrad al salir, que se escapa el gato. Zabaco, dos campeonatos, un segundo puesto y tres ascensos en dos años. Caneda, profesor adjunto desde hace por lo menos dos años. Pablo Fid, por desgracia casi inedito. Jaimito Paredes, otro hombre franquicia. Miguel Santos —otro al que le he dado cera—, pilar del vestuario, generador de buen ambiente y una rodilla descacharrada por la causa. Miguel Martínez, lo dejamos como Zamora cuando se dejó la salud en Getxo. Se hace la foto del poster y en menos de una semana está con la maleta.

Lasheras sabe mucho más de fútbol que yo, está claro, y yo soy mucho más miedoso que él, eso está demostrado. Por eso no me importaría tener dos o tres fichas en unos capitanes que me cimenten el grupo y que sean ejemplo para los jóvenes. ¿Lo mejor que se le puede ofrecer a Caneda o a los Migueles es un “gracias”? El año pasado en temas pecuniarios había un gran desfase entre los defensas, y Caneda no sólo dio la cara, formó a Bobadilla y apretó como el que más.

Por desgracia, esto no es de hoy. Manuel Rubio, Álvaro del Moral, Sergio Martínez, Antxón Muneta, Pablito Espina, Julio Rico… no es la primera vez que alguien que ha rendido bien recibe un “gracias por venir” y una palmadita en la espalda. El club sabrá. Eso sí, si el día de mañana vienen mal dadas, no podremos gritar “Jugadores, mercenarios”. Al final, el que a hierro mata, a hierro muere.

 

 

by: Teodoro Balmaseda

by: Teodoro Balmaseda

Escritor de ficción y crítico desde la admiración. Si te gustan mis reseñas, prueba 'Buscando oro' en tu librería o ebook.

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