“The mandalorian” (¡qué manía de colocar el título en inglés, en vez de “El mandaloriano”!) es la serie estrella con la que aterriza Disney + en España. Otra ampliación más del universo Star Wars, que aparte de sus nueve películas matriz, tiene expansiones en animación (“The clone wars”) y en pantalla grande, con la entretenida “Rogue One” y la fallida “Han Solo”. En esta ocasión el título alude a otro eco del pasado, como es Boba Fett, el célebre “cazarecompensas” que consigue atrapar a Han Solo en el impactante final de “El imperio contraataca” y morir de una forma ridícula en “El retorno del Jedi”. Tal vez no sea el personaje pero sí conocimos el credo mandaloriano por él.
Los ocho episodios de esta primera, y divertida, primera temporada llevan el sello de Jon Favreau, asentado de forma total en el engranaje de las grandes superproducciones al iniciar la saga Marvel con Iron Man (donde también se guarda un personaje en su faceta de actor) y aumentar las ganancias de la compañía del ratón Mickey con las adaptaciones a imagen real, mezclada con animación de “El libro de la selva” y “El rey león”. Este paso a la pequeña pantalla no hace sino confirmar su posición de prestigio dentro del estudio. Para ello, no han reparado en gastos, trasladándonos a un tiempo anterior al criticado episodio VII “El despertar de la fuerza”, un mundo donde todavía no hay asentado ningún poder en la galaxia y todo parece regirse por la ley del más fuerte. Una especie de anarquía similar a la del antiguo oeste. Ese tono de “western” es uno de los puntos fuertes de la primera temporada, con viajes por áridos territorios huyendo como forajidos, interaccionando con bandidos espaciales o ayudando a campesinos sometidos por grupos criminales (de hecho, hay un episodio con estructura calcada a “Los siete magníficos” de John Sturges o, si se prefiere, “los siete samuráis” de Akira Kurosawa). El tono recuerda a los seriales de antaño, pues las aventuras son conclusivas y no hace falta verlos seguidos, salvo los dos primeros y el último. Tal vez, no seguir una línea compleja, uniendo unos episodios con otros termine por hacer perder algo de grandeza a la temporada pero aun así el tono medio es más que aceptable.
Esa sensación de revisitar el pasado también se ve en el reparto, ya que salvo Pedro Pascal (el cual está casi en todo momento con el casco puesto), muchas glorias de otro tiempo aparecen por ahí, destacando al Apollo Creed de “Rocky”; “Carl Weathers, al inclasificable y excesivo director alemán Werner Herzog (magnífico en su papel) o en forma animada, a la otrora estrella Nick Nolte, junto a una pléyade de personajes que aparecen y desaparecen, cumpliendo su misión de aliados o enemigos. Esa sensación de “totum revolutum” se nota en la dirección, pues aparecen nombres de prestigio como los de Robert Rodriguez o Taika Waititi (quien también se guarda un personaje), junto a actores pasados tras la cámara como el propio Weathers o Bryce Dallas Howard. Son la “punta de lanza” de unos guiones encauzados en esa idea de pasar al espacio el “Far West”, no novedosa pues hace un tiempo que lo intentó Joss Whedon con su inacabada, pero ahora de culto, “Firefly”, aunque con unos efectos especiales espectaculares, unos técnicos de envergadura, especial mención a la fantástica banda sonora de Ludwig Goransson, y criaturas que nos conducen, aunque sea de forma inconsciente, a esas de los años 80 de los episodios V y VI. Y sí, hay que decirlo: “Baby Yoda” es adorable. Y es más importante de lo que parece, pues recordemos que una de las principales causas por las que se vilipendiaron los tres primeros capítulos fueron por la falta de carisma en los droides y en los extraterrestres, llevados al paroxismo por el insufrible Jar Jar Binks. Por suerte en “El mandaloriano” hay contenido de mejora para superar estas aventuras galácticas que nos conducen a tiempos pasados, ideal para los que vivieron (vivimos) la primera trilogía (en mi caso, recuerdo esperar en el videoclub para alquilar “El imperio contrataca” y ver de estreno “El retorno del Jedi” en el Real Cinema de Madrid) y “enganchar” a una nueva generación de seguidores, con intereses distintos.
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