Pocos cuadros de Rembrandt se han podido ver en España así a “vuelapluma” solo recordamos el de “Artemisa” en el Museo del Prado y el “Autorretrato con gorra” en el Thyssen de Madrid, que, por supuesto, se puede ver en esta nueva exposición que lleva por título “Rembrandt y el retrato en Ámsterdam, 1590- 1670” y que se puede ver en el Museo Thyssen de Madrid entre el 18 de febrero y el 24 de mayo de este 2020.
Una ocasión de comprobar el talento del pintor holandés, que sirve de nexo conductor para comprobar la evolución del retrato en la capital de los Países Bajos en el siglo XVII. Dividida en ocho secciones, en las dos primeras (tradición e innovación y una nueva generación) no vemos ninguno de los lienzos del reclamo de la cita, aunque a cambio observamos cómo se cimentaron las bases del retrato con clientes, gente de dinero que aparecían siempre con gesto serio y adusto, como broma se puede explicar en los altos precios del encargo. Ya en la tercera podemos ver esos primeros trabajos de Rembrandt, al llegar a Ámsterdam en 1631. Podemos ver seguidos unos cinco o seis retratos, flanqueados enfrente por un par más de Frans Hals. Allí podemos disfrutar por ese enorme estudio de la luz, con esos inenarrables claroscuros, esa expresividad conseguida en los rostros y su pincelada “pastosa” y tan llena de vida.
Después pasamos por ese momento que le lleva a la cima, con un par de cuadros más confrontado a los que eran sus competidores, hasta que deja su lucrativo negocio por el retrato por una época depresiva, a raíz del fallecimiento de su esposa y una relación con una empleada doméstica que acabó en los tribunales. Tiempos oscuros, de poca producción, aunque firma la mítica “La Ronda de noche”, que junto a “La lección de anatomía” son sus cuadros más conocidos (uno en el Rijksmuseum y el otro en La Haya). Años donde se aprecia un cambio de tendencia, apareciendo nuevos talentos que cambian las bases, con mucho más colorido y personajes que aparecen, incluso, sonriendo. Sin embargo podemos observar como Rembrandt sigue fiel a su técnica, con la misma pincelada, misma luz y mismo ricto serie en las caras de los personajes.
La última sección sobre grabados esconde una sorpresa, con la parte que se ha conservado (tras ser calcinada la mayor parte en un incendio) de “La lección de anatomía del Doctor Deijman”, donde podemos ver una disección cerebral.
Una exposición interesante, para indagar un poco más en la figura de uno de los grandes maestros del arte, con piezas que llegan desde museos de Nueva York, San Petersburgo o Ámsterdam. Una oportunidad única para el deleite de los sentidos y gozar del claroscuro, cosa que se puede rematar, entrando en la colección permanente y compararlo con otros pintores que de esa técnica hicieron historia, como el italiano Caravaggio o los españoles Zurbarán o José de Ribera. Y es que el barroco y el “tenebrismo” han ido siempre de la mano.
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