John Williams (1932) es quizás el compositor vivo más reconocido. Con 52 nominaciones y 5 Oscars en su haber, es el compositor vivo más laureado. Su época dorada fueron los años 70 y 80 pero su carrera continua hasta hoy. La fusión con Steven Spielberg durante décadas ha dado origen a una simbiosis perfecta entre música e imagen para crear la magia del cine. Juntos nos han dado joyas del calibre de Tiburón (1978), la experimental Encuentros en la tercera fase(1977), la saga de Indiana Jones, E.T. (1982). Ninguna de esas películas se puede disociar de la música que les acompaña. Las andanzas de Indiana Jones o el vuelo de E.T. no hubieran sido lo mismo sin la música de Williams. Nuestras infancias tampoco. En 1993 Spielberg estrenó dos films muy distintos con sus correspondientes bandas sonoras de Williams: la emocionante La lista de Schindler (cuyo tema principal no puedo escuchar sin llorar gracias a los deslumbrantes solos de violín de Itzhak Perlman) y la épica Parque jurásico.
Sin embargo, fue su unión con un tal George Lucas para la música de Star wars (1977) lo que supuso un hito en la historia del cine y se instauró en el imaginario colectivo a nivel mundial. Poco importa estuviera claramente inspirada en la banda sonora de Erich Wolfgang Korngold para el film Kings row. Puedes fichar aquí y comparas por ti mismo. La repercusión de la banda sonora de Star Wars llega hasta nuestros días.
Fuera de sus colaboradores habituales, Williams también es autor del inmortal tema de Superman. Si alguna vez creímos que un hombre podía volar, fue en buena parte gracias a la partitura de John Williams. Williams es un experto en crear leitmotivs (temas asociados a determinados personajes o situaciones), algo heredado de su admirado Richard Wagner. De su aparente facilidad para crear la música que acompaña a un determinado personaje podemos señalar la Marcha imperial que compuso para El imperio contraataca (1980) y que está unida para la eternidad al personaje de Darth Vader.
En este nuevo siglo, Williams ha seguido trabajando a un ritmo endemoniado para un hombre de su ya avanzada edad. De sus trabajos para las nuevas trilogías de Star Wars creo que destaca por su tono épico el tema Duel of fates del Episodio I (1999) y el romanticismo de Across the stars del Episodio II (2002). De la reciente trilogía destaco el tema de Rey (Rey’s theme) del Episodio VII que me parece lo más original de esta nueva y decepcionante trilogía. También su trabajo para la saga de Harry Potter es paradigmático por su orquestación clásica y el uso de los leitmotivs. El gran Jaime Altozano os lo explica muchísimo mejor que yo aquí. Para Harry Potter Williams compuso tres bandas sonoras, aunque ya con la primera (Harry Potter y la Piedra filosofal, 2001) dejó grabados a fuego los temas que se repetirían durante las sucesivas entregas.
Sin embargo, de entre sus trabajos menos conocidos yo me quedo con su partitura para Siete años en el Tíbet (Seven Years in Tibet, 1997), lo mejor del fallido film de Jean-Jacques Annaud, sin duda. Más allá de los impresionante paisajes y la presencia de Brad Pitt (que sale muy guapo pero transmite más bien poco en uno de sus peores trabajos) “Siete Años en el Tíbet” siempre será recordada por la partitura de John Williams, una de las más fascinantes de este compositor. El tema central, “Seven Years in Tibet”, fue interpretado por la London Smphony Orchestra y consta de tres movimientos orquestales que se corresponden con las partes del viaje vital del protagonista: aventura, nostalgia y aceptación.
En este trabajo se nota la influencia oriental, para ello Williams contó con el virtuoso violonchelista Yo-Yo Ma para plasmar la soledad y la nostalgia del protagonista. Por cierto, años después Williams y Yo-Yo Ma volvieron a colaborar juntos en la interesante banda sonora de Memorias de una Geisha (2005), otro fallido film occidental sobre oriente. En otros cortes Williams incluyó los cantos de los monjes budista de Gyuto para que se fusionaran con sus habituales melodías y orquestaciones occidentales.
Lo cierto es que mientras las imágenes de Jean-Jacques Annaud fracasaron en mostrarnos la epopeya física y vital del protagonista, la música de John Williams sí cumple su objetivo, resultando todo lo evocadora y romántica que la película no fue. Así, “Siete Años en el Tíbet” es un claro ejemplo de cuando la música supera a la película.
Venga, os dejo de regalo esta otra escalofriante versión en vivo.
0 comentarios