El anunciado final de esta tercera trilogía, nos devuelve a JJ Abrams a los mandos de la nave de «Star Wars». Una elección en su día polémica, pues recordamos que Abrams, tras su éxito con «Perdidos», había relanzado la franquicia de «Star Trek», la competidora en mitomanía, sobre todo en Estados Unidos, pues en España no es comparable el volumen de seguidores de las aventuras de la nave Enterprise con todo el universo generado por «Star Wars».
Y si el episodio VII parecía una «marca blanca» de «La guerra de las galaxias» aunque entretenida y fácil de ver, aquí han intentado superar la acción de la más errada propuesta anterior, mejorando unas cuantas limitaciones argumentales, sobre todo en los personajes. Parece claro que a muchos les falta épica, pues Poe Cameron no es ni una sombra de Han Solo, BB8 no transmite lo que R2D2, Kylo Ren no se le acerca un ápice a Darth Vader ni los villanos tienen demasiado recorrido (todavía recordamos a ese impresentable líder supremo Snoke). Por ello, han decidido apostar por la vía de la nostalgia devolviéndonos al Emperador Palpatine o a Lando Carrissian (como bien apuntaba en su crítica mi compañero Luis Cifer)
Lo que no se puede negar es la capacidad de entretenimiento de esta última (de momento) entrega que aunque no contenga la capacidad de sorpresa de las tres primeras partes, sí mejora en algunos aspectos, manteniendo la prestancia de Rey, sin duda el personaje con mayores aristas en su personalidad, y mejorando las relaciones con Kylo Ren, el rol con mayor margen de mejora en las tres cintas. De hecho, Adam Driver es el que sale mejor parado, pues vista la evolución no sale mal parado. Y mala pinta tenía tras el episodio VII, que parecía condenado al ostracismo que marcó la carrera de Hayden Christensen tras su descalabro como Darth Vader en la I, II y III parte. Driver ha sabido reponerse y junto a una carrera con mejores papeles y elecciones (con Scorsese en «Silencio» o su más que probable nominación al Oscar con «Historias de un matrimonio») salva el envite con nota. De lo más destacado junto con Daisy Ridley en el capítulo interpretativo.
Disney vuelve a ofrecernos un espectáculo de masas, que a buen seguro gustará al gran público, donde todo pasa a velocidad de vértigo, con peleas, mundos imaginarios y ese lirismo «naíf» que siempre ha acompañado a esa dicotomía entre la fuerza y el lado oscuro y que con Disney se acrecenta. Claro es que la compañía del «Ratón Mickey» es la productora que en la actualidad domina la taquilla, pudiendo someter al descrédito a la competencia, pues como dato dicen que al osar la Universal en estrenar el trailer de «Cats» a la vez que la nueva versión de «El rey león», estos últimos se vengaron denostando con toda su maquinaria publicitaria el musical de Tom Hooper. No sabemos hasta que punto esto es verdad pero es indicativo del poder que atesora Disney, digno de los Sith.
Factura técnica irreprochable en un ligero pasatiempo al que le falta grandeza y que se limita a copiar- homenajear los mejores momentos de «Una nueva esperanza», «El imperio contraataca» y «El retorno del Jedi» en un eterno retorno, que situa a esta tercera trilogía bastantes escalones por debajo de la primera aunque unos cuantos por encima de la segunda, del que solo era salvable los últimos veinte minutos de «La venganza de los Sith». Tal vez, este «El ascenso de Skywalker» no llegue a ese grandioso final pero el tono medio es más aceptable. Hasta que decidan seguir exprimiendo la saga con una cuarta trilogía, seguro que nos queda por ver más expansiones y «spin off» como «Rogue one» o la fallida «Han Solo».
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