Grandes directores de finales de los noventa y principio del presente siglo han visto como sus carreras han ido perdiendo interés y han acabado refugiados en productos alimenticios, propios de otro tipo de realizadores y con resultados que empañan sus admirables filmografías. Ejemplos, en los últimos años hay unos cuantos pero, por citar algunos, pensamos en «La gran muralla», el gran borrón en la trayectoria de Zhang Yimou, quien por suerte ha redimido esa culpa con la estupenda «Sombra» o, sobre todo, M. Night Shyamalan con «After earth», tras un inicio espectacular con «El sexto sentido», «El protegido», «Señales» o «El bosque», que tras dar la espalda el público sus laberínticos guiones con sorpresa final, tuvo que acabar con esos productos para el lucimiento de los actores, que ha salvado Blumhouse, a partir de «La visita» con «Múltiple» y «Glass». «After earth» era un intento de Will Smith de convertir en estrella a su hijo Jaden, cosa que con ese desastre no consiguió. Ahora la estrella de Smith empieza a declinar e intenta reverdecer «viejos laureles» con esta muestra de cine de acción, encargada a otro excelente director como es Ang Lee.
El taiwanés comenzó fuerte, dándose a conocer con «El banquete de boda» y «Comer, beber, amar», dos magníficas historias, sobre todo la segunda, para despegar fuera de Asia con las impresionantes «Sentido y sensibilidad» y «La tormenta de hielo» para confirmarse con «Tigre y dragón» y «Brokeback mountain» y sus numerosos premios que ratificaría con «Deseo, peligro» y «La vida de Pi». Tan solo, el western «Cabalga con el diablo» y «Hulk» eran más flojas. Pero a pesar de esto, su estela ha empezado a decaer y «Géminis» es una muestra, pues todo la gracia reside en mostrar al otrora «rey de la taquilla» Will Smith en un doble papel, uno en la actualidad y el otro retocado por ordenador para parecer un joven de veinte años, como cuando comenzó en la serie de «El príncipe de Bel Air». El resto es una inverosímil trama ideada, entre otros por David Benioff (el de «Juego de tronos»), donde la irregularidad es la constante en sus casi dos horas, donde casi todo lo que sucede carece de interés, salvo un par de secuencias que recuerdan a James Bond; el arranque, con un disparo certero a un tren de alta velocidad desde varios kilómetros y una persecución en moto.
Como en el agente 007, también se viaja por varios lugares como Cartagena de Indias o Budapest pero tiene menos enganche, a pesar de que Ang Lee intenta utilizar su clasicismo en la puesta en escena intentando que las escenas tengan una cohesión y que los planos tengan un mínimo desarrollo, no limitándose a esos caros videoclips, tan de moda en el cine de acción actual. A pesar de las buenas intenciones, es difícil salvar el largometraje, ya que todo se pierde con diálogos pobres, una «machacona» banda sonora de Lorne Balfe y unas interpretaciones discutibles, empezando por Will Smith y su hiératico rostro, la pena de comprobar el declive de Clive Owen, en uno de los perores papeles que le recordamos y una perdida Mary Elizabeth Winstead, en un papel con nula profundidad. Así es complicado que «Géminis» funcione tanto a nivel artístico y, lo que es peor, en la recaudación, lo cual ahondará más en la crisis de Will Smith como actor taquillero y en la de Ang Lee, que si bien es probable que pierda el tren de las superproducciones siempre le quedarán filmes más modestos y personales, pues talento le sobra. Una lástima este «Géminis», pues parece que el séptimo arte en el futuro puede ir por ahí, rejuveneciendo actores o incluso devolviéndoles a la vida, como sucedía con Peter Cushing en la última de «La Guerra de las galaxias». Da miedo.
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