Vivimos en un mundo de continuo enfrentamiento dialéctico. Cabezas agachadas cuando se cruzan por calle. Sentidos inmersos en el móvil donde mantenemos conversaciones con desconocidos en la lejanía mientras enmudecemos ante aquellos que cruzan a nuestro alrededor. Frases hechas y conversas en busca de la aprobación general. Tópicos nuevos convertidos al éxito de la repetición frecuente. Típicos amontonados junto a un teclado digital que ya ni tan siquiera pesa o deja su tacto en nuestros dedos. Tamborilear sobre teclas forma parte de un pasado excesivamente cercano en el que todo está al alcance de la yema del dedo e incluso auguran algunos que estará obsoleto ya mismo. No todos los héroes llevan capa leo una y otra vez en tuits que se repiten hasta la saciedad en una cadena de montaje disfrazada de interactividad. Pienso que en todo caso sería que no todos los superheróes llevan capa. Iluso mio. Que sabrás tu de ese lenguaje que se impone. Leo textos de los que os juro que no soy capaz de entender medios párrafos. Alguien susurra sobre esos «palabros» que usamos en nuestra juventud como si los hubiesen encontrados escritos en una cueva junto a unas pinturas rupestres. Como si ayer hubiese sido hace ya dos siglos y medio. No todos los héroes llevan capa, vuelvo a leer.
Ahora que lo pienso tal vez es cierto. Mis héroes llevan guitarras. Algunos además se conjuntaban con capas. Pero sobre todo llevan instrumentos que escupen rock and roll invocando a los mil demonios de la imaginación, de la diversión, del escape de un mundo modelado a forma y figura de un Dios numérico. Mis héroes obran milagros, a lo mejor son dioses, fíjate tu. Repito, obran milagros, porque consiguen emocionarme en tan solo cuatro o cinco minutos con una melodía o un riff que me llegue al alma, al corazón o a los bajos fondos de mi entrepierna. A lo mejor soy de una vieja generación donde los héroes llevaban capas, botas y chaquetas de cuero. Escupo al viento y que de a quien quiera. Hoy me siento contento. Tom Keifer tiene nuevo disco. No parto peras con él. Ni con tantos otros pensará algún espabilado que ya se ha leído alguna que otra de mis reseñas. Es cierto. Desterré de mi diccionario la palabra objetividad. En su lugar escribí con un rotulador de trazos gordos y bien fuerte, sube el volumen Sam. Tom is here. Me quito mi sombrero, no mi capa porque no la llevo. Nunca fui un héroe ni lo quise ser. Disfruto como si la vida fuese en ello, como si no hubiese un mañana, como si no existiese ya un disco más.
Tom está aquí, y siempre en su voz recordaremos a Cinderella. Tom no nos trae nada nuevo, ni puñetera falta que le hace. Aquí hay hard rock con reminiscencias blues, de aquellas que tatareabamos en la estación de los corazones rotos. Hay baladas donde quizás la voz de Keifer ya no es lo que era pero su feeling no se ha perdido ni un ápice en el tiempo. «Rise» es la continuación de un camino que cruza el largo y frío invierno para llevarnos a las raíces de Tom. «Rise» es ese disco que se que va a sonar una y otra vez en mi coche cuando vaya solo, en ese momento en que el bullicio de la ciudad no es para mi y necesito escapar. No todos los héroes llevan capa. Pero todos los guitarristas llevan guitarras. Todos los cantantes de rock and roll llevan una cicatriz en la piel y una herida en el corazón. Me tengo que levantar. Las pilas del mando a distancia del equipo de música hace mucho que dijeron adiós. Nunca recuerdo comprarlas, ni falta que hace. Lo hago feliz para volver a enchufar este «Rise» de Tom Keifer. ¿Las canciones?. Bien, gracias.
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