Mientras para muchos los 80 fueron el final de una era par el heavy metal (y tenían razón en cuanto al declive del género) y una aguda crisis musical en sus gustos, yo no me quedé pegado en ese sentimiento y por eso mi visión es un tanto distinta. Teniendo una cierta nostalgia hacia lo que fueron los 70 y 80, abracé la entrada de los 90, no despotricando contra el grunge ni lamentando la muerte del cuero y metal, sino más bien descubriendo el mundo de la oscuridad en el que se hundió el metal. Si bien el death metal ya había sido protagonista a final de los 80, es en los 90 cuando aparece la avalancha de bandas y géneros musicales ligados al metal extremo, lo que para mi fue una revelación y se terminó convirtiendo en parte de mi maleta de recuerdos y buenos momentos. Descubrí muchos grupos como siempre se hace, hablando con amigos, compartiendo gustos y disgustos, pero sobre todo fue una escuela el haber participado en Caracas en el programa de radio «Metal sobre metal» junto al mosntruo Franklin Zambrano (Arrecho, Baphomet, Misera Venus, Ka…) y las constantes visitas a una de las fuentes del saber en esos días, la tienda especializada Underground Records, una especie de biblioteca musical donde más de una vez la convertimos en tasca/bar que está anclada en mis memorias como uno de los sitios donde más he disfrutado en mi vida. Como pueden leer, tengo muchas cosas buenas que decir de los 90 aunque la verdad es que puedo decir lo mismo de cualquier otra década. Para  un servidor siempre hubo buena música que descubrir. A veces solo hay que buscarla.

-Manuel Losada-

Mucha gente afirma que el heavy metal derrapó en la curva de los noventa y se salió de la carretera para no volver a recuperarse ya jamás. En cuanto a popularidad puede ser y respecto al seguimiento por parte de los medios masivos es evidente. Pero ese periodo de «oscuridad», esa vuelta al underground coincidió con una nueva generación de bandas que quizás sin la presión de ventas o portadas de revistas decidieron renovar desde dentro el género rompiendo ataduras y poniendo en el esfuerzo sobre todo su creatividad. Sellos como Peaceville o Earache siguieron apostando por el metal e Inglaterra volvió a recuperar un terreno perdido en años posteriores. Además esta vuelta a una música principalmente para fans fieles e irredentos abrió las puertas a bandas de otros países escapando del férreo triángulo norteamericano-inglés-alemán que impusieron los ochenta conformando a los terrenos nórdicos como nueva potencia. Situados en la puerta de atrás del negocio musical fueron creando una escena que finalmente mutaría a la vez que conseguía el reconocimiento general de la comunidad metálica. Mis propuestas para revivir el metal de los 90 son las siguientes:

-Carlos Tizón-

 

 

ARCTURUS – Aspera hiems symfonia

Arcturus aparecieron en el panorama noruego para dar belleza a un género tan oscuro como el black metal. Mientras bandas como Darkthrone e Immortal se hundían en el más gélido y básico sonido del black metal, los «arcturianos» estaban dotados de un clacisismo que los diferenciaba del resto. No era moco de pavo lo que hacían estos chicos, que junto a otros como Ulver, In The Woods o Emperor le brindaron al género algo más que la pura oscuridad porque si. Pioneros en ese género llamado con el tiempo Avantgarde Metal, Arcturus contaba -y cuenta- en sus filas con músicos tan renombrados como Hellhammer (Mayhem y mil bandas más), Gard (Ulver) y aunque era y es Sverd en los teclados el chivo que más meaba, dado que las composiciones del grupo estaban bajo su égida.

 

Recuerdo como descubrí la banda- Vivía en Venezuela y estaba de viaje para visitar a mi hermano en Barcelona (España), cuando en una de las desaparecidas tiendas de discos de la calle Tallers empezó a sonar esta «Aspera Hiems Symfonia». Quedé realmente sorprendido por el juego que hacían de voces, por el sonido neoclásico de la guitarra y por esos teclados tan bizarros y clásicos. Pero sobre todo quedé bastante acojonado por la voz de Garm, a quien después descubrí en Ulver y Borknagar. Posiblemente se hicieron más populares con su siguiente «La masquerade infernale», sin embargo para mi todo comenzó con este «Aspera hiems Symfonia».

 -Manuel Losada-

 

Para mi Arcturus fueron una segunda oleada de black metal. Y cuando hablo de segunda oleada es porque principalmente llegué a ellos una vez que ya estaba inmerso de lleno en la explosión de sangre y fuego del black metal noruego, buscando una expansión de aquellas bandas que me habían impresionado tanto por su sonido como por todo aquello que les rodeaba. Mientras que estos lanzaban un mensaje de cacofonía musical versado en el caos como primer mandamiento, Arcturus entraban en una propuesta de carácter más técnico, dispuestos a elevar al black metal como arte no solo por su mensaje irreverente de inconformismo, sino señalándose como músicos ante todo. Esas  guitarras y el teclado amparaban otra realidad dentro del género. Reconozco que he ido disfrutando la música de este «Aspera hiems symfonia» con posterioridad, una vez que escapé de esa atracción fatal por la escena del norte de Europa reunida alrededor de Helvete. -Carlos Tizón-

 

BURZUM – Filosofem

 

Carlos me puso en un auténtico reto al proponer este disco para esta pequeña muestra de lo que fueron los 90. Y el reto viene en la necesidad de desligar mi auténtica repulsa a un personaje nefasto como ser humano de sus aptitudes como músico. Dicho esto, lo que Vikernes dejó grabado poco antes de asesinar a Euronymous es una gran obra de black metal. «Filosofem» fue editado ya estando preso y nos presenta un trabajo oscurísimo, lleno de riffs y una base rítmica básica y repetitiva hasta la hipnosis. A pesar de lo simple de la propuesta es innegable la atracción que generan estos temas y en parte viene dado por esa producción tan terriblemente maligna que emana el disco.

 

Si ya el black metal es un hueso duro de roer para los no aficionados al género, «Filosofem» no pone el asunto fácil. En lo que se refiere a mi opinión personal, puedo entender el punto de algunos que dicen que estamos ante una obra maestra, sin embargo pienso que esto se ha magnificado por provenir del personaje que es y del momento en que fue grabado. Un clásico de black metal, a mi entender, no puede incluir un tema que es un teclado en bucle durante 25 minutos; es algo que me hace pasar de lo hipnótico a lo aburrido. Pero claro, esa es solo mi opinión y como se sabe, todos tenemos una. -Manuel Losada-

 

¿Que razón de ser tenía un personaje como Vikerness?. No vivía una opresión familiar que hubiese marcado su niñez. No olvidemos que su madre el pagó sus grabaciones en un primer instante. Tampoco provenía de un estrato social obligado a rezumar rabia por las circunstancias.Pero ahí está su historia y su música. Se ha convertido en casi imposible desligar aquel movimiento del black metal noruego de todos los sucesos que lo rodearon y del que Vikerness se erigió en protagonista. Pero detrás de aquel reguero de fuego, cenizas y rencores personales se escondía una rabia y un inconformismo que se plasmaba en las grabaciones. Burzum no es sencillo de comprender ni como concepto ni sus composiciones. «Filosofem» oscila entre un sin sentido o una obra imprescindible según quien se enfrente a ella. Incluso ese sonido infame debido a una producción a conciencia buscando escapar de cualquier instancia cercana al rock y el metal tradicional forma parte de su historia. No le busques sentido. Simplemente enfrentate a sus miedos y temores, a sus fobias y filias, a su incomprensible pensamiento y déjate atrapar siendo capaz de dejar fuera lo que pueda producirte el personaje que terminó engulliendo a la persona. El valor de unas composiciones donde la ferocidad de una mente cuyo escape de la realidad le enfrascaba en unos valores alejados de los que marca la sociedad se ven reflejado en el hipnotismo que desprenden las canciones inmersas en «Filosofem». Un compendio de maldad en el que se  reflejan ya esa amalgama de nacionalismo nórdico. No es que sea difícil entender el black metal sin Burzum, es que es imposible. -Carlos Tizón-

 

CATHEDRAL -The Carnival Bizarre

El primer paso que dieron Cathedral hacia el stoner. Así denomino yo (y algunos otros) a «The Carnival Bizarre». Después de dos discos de puro y profundo doom, los ingleses avanzaron un paso más y abrazaron de forma intermitente el stoner para crear la coctelera sónica Cathedral. Es un disco que genera diferentes opiniones pero que nunca cae en la indiferencia. Para algunos un clásico imborrable y para otros un trabajo con altibajos. Personalmente prefiero los Catherdral más doom, sin embargo en este álbum está incluida mi pieza favorita del grupo «Hopkins (The Witchfinder General)» lo que le hace de por si un gran disco. Aparte de eso, la banda no perdió el toque de sus dos primeros trabajos y su doom añade un punto de genialidad con la inclusión como el mellotron y la percusión árabe. -Manuel Losada-

 

Si algo representa el metal de los 90 en el inconformismo de sus músicos y su continua evolución. Para bien o para mal, eso ya es cuestión de gustos. Cathedral no iban a escapar a ello. De su primigenio death metal al que pasaron casi inmediatamente a un doom denso como prototipo, los de Lee Dorrian marcan un antes y un después con este «The Carnival Bizarre». La comercialización de su sonido, la inclusión de instrumentos ajenos al doom, el cambio de dirección de los riffs y sobre todo las melodías con las que dotan a las canciones les hace pegar un puñetazo en la mesa del heavy metal de los 90 dejando a más de uno en fuera de juego. «The Carnival Bizarre» juega el papel de puente entre el doom inicial y el posterior de sonidos psicotrópicos y fumetas en el que viraron su sonido. Desde esa fabulosa portada, un single rompedor como «Hopkins (The Witchfinder  General)» y el proceso de encontrarse dentro de esa libertad compositiva que el underground te devuelve, hacen de esta obra fundamental para entender el metal de cualquier época. -Carlos Tizón-

 

CRADLE OF FILTH – The principle of evil made flesh

El primer disco de C.O.F. no llega a la genialidad de sus dos siguientes obras aunque en sus surcos se avizoran de forma cristalina por donde irían los tiros más adelante. «The principle of evil made flesh» se mantiene aún fuerte dentro del death metal de sus primeras demos pero navega igualmente en el black metal (por el cual se decantarían más adelante) dándole mayor peso a los teclados, lo que los llevó a convertirse en uno de los máximos exponente del black metal sinfónico. Denostados por muchos de los fanáticos del género (y no sin su punto de razón) C.O.F. se muestran en su forma más pura en este primer trabajo completo, procurando mostrarnos complejidad en sus canciones, dándole barroquismo a las piezas a través del teclado e incluso incluyendo voces femeninas para generar ese contraste con la voz desquiciante de Dani Filth. Es cierto que los ingleses han desbarrado y perdido el norte en incontables oportunidades pero no seré yo quien les niegue su hueco en la historia gracias a sus primeros discos; no hay que olvidar que estos señores fueron pioneros en la vertiente gótica del black metal gracias a su música y la temática de sus letras, alejadas del satanismo/paganismo y enraizadas en la literatura gótica y los autores del romanticismo oscuro. -Manuel Losada-

 

Si en algo destacamos los fans del heavy metal es en tomarles manía a ciertas bandas sobre todo si consiguen cierto éxito fuera de los círculos que pensamos que es donde deben residir. Y hablamos ya del black metal, se convierte en superlativo debido a los límites de la pureza y la autenticidad que algunos tratan de marcar como elemento diferenciador del resto. Y a C.O.F. les han caído palos por todos lados pero, ante su obra hay que callar. La primera vez que supe de ellos fue cuando abrieron para Emperor la primera vez que estos giraban por U.K. Cuando al fin supe que habían lanzado este primer disco corrí a buscar catálogos donde hacerme con su disco. Es verdad que podríamos decir que C.O.F. no son una banda de black metal al uso. Incluso este «The principle of evil made flesh», que sigue siendo mi favorito de la banda, está más enraizado en un death metal oscuro que en lo que se cocía en los infiernos noruegos. Pero aún así el disco desprende ese halo de maldad tan necesario cuando uno se enfrenta a este tipo de discos. Eso si, de distinta manera. Aquí uno no piensa en las gélidas atmósferas que eran capaces de crear gente como Mayhem o ese aquelarre sónico de Burzum. Con C.O.F.siempre he tendido paralelismos con el cine clásico de la Hammer. Con ese tipo de terror gótico. C.O.F. comprendieron pronto que su música se enriquecía aún más con el aspecto visual y eso les terminó abriendo las puertas del metal convencional para desagrado de los fans más true del black metal. -Carlos Tizón-

 

IN THE WOODS… Heart of ages

No puedo negar que siento una especial debilidad por los grupos noruegos de cualquier género dentro del rock. No importa si son de rock progresivo o de metal extremo, desde esta fría tierra provienen una cantidad de bandas que las encuentro fascinante, básicamente porque demuestran una profundidad de ideas y un atrevimiento diferente hacia lo que se enfrentan. En ese sentido In the Woods… está en el paquete. Una banda de black metal que ya en su primer disco olían a rock progresivo setentero y doom del bueno y que mantenían un misterio tal que incluso las fotos promocionales de la banda eran de bosques noruegos…ninguno de los integrantes incluido en ellas.

 

A esta gente la conocí algo tarde cuando compré a principio de siglo en una pequeña tienda de A Estrada, el compilado «Three times seven on a pilgrame», el cual recogía sus singles y algunas rarezas, como la versión del «Epitaph» de King Crimson o esa burrada space que es «Karmakosmik». Hoy elegimos «Heart of ages» porque es el principio de todo, sin embargo podría ser cualquier otro. Escindidos de Green Carnation se montaron con este ejercicio de black metal progresivo que ya mezclaba con descaro las guitarras heladas del género con una cadencia hipnótica y unos compases que entrompaban de frente con el sonido clásico de unos Pink Floyd envenenados por el mal. Fueron de los primeros en llamar a su música pagan metal, pero no nos engañemos, In the Woods iban más allá y aún lo siguen haciendo. -Manuel Losada-

 

In The Woods fueron unos visionarios. Me explico. Si nos fijamos, muchas de las bandas extremas de principio de los noventa que abrazaron bien el black metal, el doom o incluso lo que se dio a llamar el gothic metal fueron con el tiempo aportando a su sonido elementos progresivos hasta terminar muchas de ellas dentro del género del prog rock con la heterodoxia que este predica, donde es complicado -y eso favoreció la incorporación de este tipo de grupos y fue favorecido el estilo por ellas- establecer unos cánones. A pesar de que el sonido de las guitarras de este álbum tiene esa querencia del black noruego y que las voces cuando no  son cristalinas se desenvuelven  por los caminos oscuros sin llegar a la profundidad de otros coetáneos de generación. Este disco me costó en principio y lo sigue haciendo a día de hoy. A pesar de que admiro esas transiciones y cambios en sus canciones, mi irracional rechazo al rock progresivo en la mayoría de su concepto no termina de atraparme de la manera que hicieron otros, quizás porque no les encuentro la misma magia de unos Anathema (que han ido perdiendo finalmente también para convertirse en una sombra de lo que fueron no hace demasiado tiempo). -Carlos Tizón-

 

MOONSPELL – Wolfheart

Para muchos de mi generación (los casi ya cincuentones), los 90 fueron un erial, una caída a los infiernos luego de unos años ochenta llenos de puro metal y cuero. Pero para mi los 90 fueron una época de descubrimiento y los portugueses Moonspell se convirtieron en uno de los principales grupos que sació mi sed. Para esos años, Venezuela tenía una escena en crecimiento y los discos en la mayoría de los casos se encargaban en tiendas, algo que siempre fue mejor que lo que sucedía a principio de los 80, donde los controles en la importación te convertían prácticamente en un contrabandista para encontrar vinilos.

 

«Wolfheart» fue uno de esos encargos que hice en Underground Records. Era la época donde colaboraba en el programa de radio Metal sobre Metal junto a mi pana del alma Franklin Zambrano, y tengo que reconocer que para mi era una fuente inagotable de conocimiento estar al lado de un tipo que lideró la escena thrash caraqueña y que para rematar era y es mi amigo. A él de aquella ya no le gustaban estas vaínas pero a mi ese rollo melódico oscuro gótico, esos teclados tan rock and roll de ciertos temas, el punto folk portugués y la voz tan personal de Moonspell me alucinaron desde el principio. Luego también encargué «Irreligious» y volví a alucinar. Y eso es también lo que más me convenció de esta gente, era una banda cambiante, a todas luces intelectual y profunda, que saciaba mi sed y mi hambre de descubrimientos. Lo arrecho es que todavía lo siguen haciendo. -Manuel Losada-

 

Dicen que no hay mal que por bien no venga. Y mira, el desplome mediático del heavy metal a principio de los 90 también demolió fronteras. Es decir. Antes U.S.A. tenía practicamente el monopolio. En Europa, Alemania era quien le hacía frente y por supuesto, aunque en menor medida que en la primera mitad de los 80, U.K. Pero esa vuelta a los sótanos del negocio, abrió las puertas para bandas de todas las naciones, de todos los rincones del mundo que tenían mucho y bueno que ofrecer. Ya nadie las veía como algo exótico, sino como realidades. Encima venían con propuestas que te volaban la cabeza. Uno de esos casos es el de los portugueses Moonspell. Su primigenio black metal pronto se les quedó pequeño. Eran una banda en constante progresión, cuya habilidad para mezclar sonidos propios del metal con otros provenientes del bandas de rock oscuro o gótico les puso en primera fila. «Irreligious» fue su explosión a nivel mundial, ese punto donde ya no había marcha atrás. Pero la mosca detrás de la oreja me la puso este «Wolfheart». Un disco simplemente maravilloso. Esa atmósfera gótica que le rodea, coros femeninos, momentos de rabia moderada pero a su vez desatada frente a la lluvia de melodías que desgranaba, sin olvidar ciertos momentos en los que reivindicaban el heavy metal más clásico. Una maravilla, oiga. -Carlos Tizón-

 

PARADISE LOST – Icon

Para mi, Paradise Lost se convirtió en una de las bandas más antipáticas desde el mismo moment que los vi en vivo en la gira del disco «Icon». Una agrupación que apenas interactuaba con el público, un guitarrista que lanzaba el público botellas de agua con intención de hacer daño y un Nick Holmes amargado que en un par de ocasiones regañó a la gente porque le tomaban fotos, como si fuese un auténtico rock star. Debo decir que verlos en vivo fue una decepción y sin embargo también fue una lección de vida, una forma de entender que no hay necesidad de endiosar a los músicos, que la idea básica del asunto es disfrutar de su música. Y en ese sentido solo puedo decir que a mi entender, Paradise Lost con «Icon» comenzó su auténtica subida al Olimpo y con todo mérito.

 

Para este cuarto disco, los ingleses domesticaron su sonido aún más que en su anterior «Shades of God», apartándose definitivamente del death metal y abrazando más su versión doom gothic, con un Nick Holmes que recordaba a James Hetfield, algo que se agudizaría en el exitoso «Draconian Times». Con «Icon», Paradise Lost consignaron una serie de canciones muy clásicas pero suficientemente oscuras como para que el cambio no alborotara a su fanaticada. Con el paso de los años no me han vuelto las ganas de volver a pagar por una entrada para ver a los ingleses, sin embargo parte de su discografía sigue sonando en mi reproductor con asiduidad, «Icon» incluido, por supuesto. -Manuel Losada-.

 

Reconozco que mi disco de Paradise Lost es «Draconian Times». Ahí es donde encuentro el cenit de esta banda pero mi querido Manuel eligió «Icon» así que retrocedemos en el tiempo. Realmente «Icon» siempre me ha parecido ese disco de transición que toda banda posee. Me explico. Representa dejar atrás el pasado death de «Shades of God» pero sin llegar aún a presentar la accesibilidad de cara al gran público -aunque sea el del metal- que representa «Draconian times». Pero eso si, siendo un muy buen disco, algo de lo que muchos otros no pueden presumir. «Icon» aún arrastra los arrebatos pesados del death metal aunque su influencia se vea mermada a favor de liderar esa escena del metal gótico que se colocaría en primera fila. No es sencillo navegar entre dos mares mientras buscas la desembocadura correcta. Pero Paradise Lost lo hicieron con «Icon» preparándose para dejar los subterráneos y convencer a las masas en su siguiente disco,aunque después de «Draconian Times» su camino y el mío siguiesen ramales diferentes. -Carlos Tizón-

SABBAT – Karisma

Los japoneses Sabbat es una de las agrupaciones más fértiles del planeta en cuanto a publicaciones se refiere. Gezol, Zorugelion y compañía además, forman parte de ese grupo de bandas consideradas de culto, auténticos combos que no han contado con las mieles del éxito masivo y que sin embargo tienen tras de si unas huestes de auténticos fanáticos que los mantiene activos. La realidad es que poco importa esto si nos atenemos a lo que es disfrutar de su música.

Sabbat son unos verdaderos maniacos de la oscuridad. Nacidos a mediado de los ochenta, su música bebe de los clásicos más primitivos como Bathory, Celtic Frost y el thrash metal más arrabalero. Ya para cuando editaron «Karisma» en 1999, los japoneses venían de golpear el cemento con «The Dwelling», arrancando su lado más complejo frente a sus inicios más primigenios. «Karisma» incluye entre sus surcos el clasicismo de la NWOBHM, la complejidad musical de la cultura japonesa, la sonoridad e histeria de las voces y las letras en japonés y una auténtica andanada de black/thrash metal como un peligroso cóctel radiactivo, lo que los llevó a un nivel superior es su propuesta de auténtico metal venido del infierno. -Manuel Losada-.

 

A principio de los noventa a raíz de leer Shogun de James Clavell me entró una especie de fiebre por la cultura japonesa que para ser sinceros me duró quince minutos. Pero entré a saco no solo a leer sobre la historia del país y sus costumbres, también me lancé a tumba abierta a descubrir bandas provenientes de aquellas tierras. Y mi mayor sorpresa fue pegarme de bruces con unos cafres llamados Sabbat. Los primos orientales salvajes de Venom además de unos jodidos adictos a los splits, que si no aparecen en el Guiness por la cantidad que tienen grabados, deberían. Sabbat son una fuerza bruta de heavy/black primigenio, recargados de mala leche y con una auténtica legión de fans, de esas que no las cambia el tiempo. Podríamos haber elegido cualquiera de sus discos para que yo me frotase las manos. Manuel, decidió (cada uno hemos elegido 5 discos de esta lista) que hablásemos de «Karisma» disco donde la «evolución» y lo entrecomillo porque el significado de la palabra a la hora de aplicarlo a estos japoneses no puede entenderse en el más amplio sentido de su significado, después de tantos años, la experiencia hacía aparición para dar buenos frutos. Sonido clásico y salvaje, la implicación del exterior en lo autóctono. Eso si, yo sigo prefiriendo el caos de sus primeras grabaciones. -Carlos Tizón-.

SAMAEL – Passage

Los suizos Samael nacieron como una banda de black metal que mutó por el camino hacia un híbrido de  metal extremo, electrónica e industrial. Sin duda son una de esas bandas con un sonido propio, característico y el mismo se comenzó a fraguar en su tercer trabajo «Ceremony of the opposites». Sin embargo es en este «Passage» donde Xy toma la responsabilidad de los teclados y la batería programada, cuando las huestes suizas se manifiestan con ese cruce bastardo de black metal y electrónica que les ha dado una posición importante en la escena europea.

Liderados por Vorph (voz y bajo) y el antes nombrado Xy, Samael ha caminado por las diferentes sendas que un disco como «Passage» marcó en aquel lejano 1994. En algunos casos el camino los llevó por sendas más luminosas para con el pasar de los años volver a la oscuridad, aunque siempre de una forma u otra han mantenido esa fiereza proveniente de su coctelera sónica. -Manuel Losada-.

En los 90 viajaba con mucha frecuencia a Barcelona. Y cada vez que aparecía por allí, era de obligada peregrinación la calle Tallers. Mi memoria no suele ser lúcida pero frente a una plaza situada en dicha calle, había un oscura tienda de discos heavys que no se si seguirá existiendo. Aquella vez me hice con el debut de Hecate Enthroned y le pregunté al tipo que andaba tras el mostrador por otro disco que pillar, algo oscuro pero que fuese de la misma cuerda de lo que llevaba ya en la mano para pillar. El tipo me preguntó si conocía a Samael. Ante mi negativa, cogió del estante este «Passage» y lo hizo sonar. Un par de canciones bastaron para decidirme. Ya iba tarde. «Passage» llevaba un año aproximadamente en el mercado pero para mi habían pasado desapercibidos. Samael mostraban otra manera de entender el metal. Porque si. Aquello era metal en su contundencia y oscuridad pero acoplaba perfectamente algo que para mi era un bastión perdido, sobre el que jamás había mostrado ninguna curiosidad, la música electrónica. Samael rompían como tantos otros con un pasado (al que en el caso de los Suizos yo llegaría más tarde) para desentenderse de las normas o de círculos preconcebidos. Un disco que con el tiempo me ha ido atrapando más y más sin que la banda en si lo haya conseguido con su discografía posterior o anterior. -Carlos Tizón-.

SIGH – Infidel art

Hay algo de locura y demencia en la música de los japoneses Sigh. No se si será el bagaje adquirido a través de su cultura milenaria, creatividad pura y dura o una mezcla de ambas; la cuestión es que Sigh no son una novedad en la tierra del sol naciente, por ahí tenemos a Kadenzza y dentro del progresivo unos cuantos más. La diferencia radica en que Sigh ha seguido un ritmo de cambio y evolución que sorprende por su calidad, creatividad e inventiva y nunca se ha detenido en su tarea.

¿Qué es lo que diferencia «Infidel art» de la mayoría de discos de black metal?. O debería decir, ¿qué diferencia a Sigh de la mayoría de bandas de metal extremo?. Sin duda alguna, el trabajo de Mirai Kawashima, quien en este disco se limita al teclado, bajo y voz, y que de aquí en adelante, amplía el abanico a una cantidad absurda de instrumentos lo que alimenta la música de la banda cual maná caído del cielo. «Infidel art» tiene el honor de ser el primer trabajo de Sigh de camino hacia el bizarrismo. Sigue siendo black como su debut y añade esa locura que comenzará a crecer disco a disco, convirtiendo a la agrupación japonesa en líderes del avantgarde metal.

Siempre, bueno tal vez no siempre, pero desde hace mucho he sentido la necesidad de introducirme en sonidos que se alejasen de mi concepción tradicional de lo que es el rock o el metal. La continua convivencia entre aquellos que mantienen viva la llama de aquello que me enganchó hace ya un puñado de años y que necesito como ese hogar al que volver y los que trasgreden líneas, rompen muros, no se ponen límites a la hora de componer y consiguen hacerme sentir perdido dentro de sus propuestas porque se escapan a mi conocimiento, algo que me excita en demasía. Con los japoneses Sigh mi ingreso en sus filas fue cuenta atrás. No me topé con ellos hasta el Siglo XXI cuando ya evolucionaban por aguas difíciles de filtrar. Estaba claro que tocaba indagar en ellos, buscar los orígenes que hablaban de un black metal que era una quimera en ese presente. Eso me llevó a este «Infidel art» en el que prenden la mecha introduciendo elementos impropios del movimiento en el que se les encuadraba, tejiendo redes que los diferenciase en un tipo de música que buscaba continuas vías de escape. -Carlos Tizón-

 

 

Artículo de Manuel Losada y Carlos Tizón

 

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1 Comentario

  1. avatar

    El metal siempre sigue ahí; el que venga de los 90 podrá comprobar cómo las bandas de los 2000 en adelante son más técnicas, asimismo el bajo y la producción en general suena mas grave que en los 90, a veces puede que haya sobreproducción en el estudio pero era de esperar que con la aparición de Fear Factory y Korn las bandas terminasen adoptando riffs de 7 cuerdas y bajos a veces muy gruesos para los que hemos escuchado los discos de los 90, no obstante, va en función de la banda y su enfoque; pero se puede decir que el metal clásico sigue estando ahí.

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