Escuchando la pasada noche la radio, un prestigioso economista hablaba de la canción «Walking on the wild side» de Lou Reed como un elogio de la denostada ciudad frente al campo como lugar de libertad, tolerancia y diversidad: «el infierno donde todos quieren vivir». Ese interesante argumento a favor de lo urbano se ve reflejado en el incio del segundo capítulo de «It», pues una pareja de homosexuales sufre la ira de un grupo de retrógrados pueblerinos solo por su condición sexual. De hecho, antes de sufrir la agresión los «gais» hablan de las ganas de abandonar el tranquilo Derry, en Maine para vivir su amor en Nueva York, donde nadie juzga. Y si el delito de odio está presente en el comienzo también aparece la violencia sobre la pareja, reflejando casi un compendio de algunos de los males que asolan a la población en el siglo XXI. Lástima que esa denuncia sólo se vea en el arranque diluyéndose durante el resto de actos.
Y ese el mayor problema de este «It», amaga pero no golpea. Ofrece cosas interesantes en el guion que se pierden o no desarrollan lo suficiente, limitándose a ofrecer secuencias más o menos aterradoras, más o menos divertidas pero sin terminar de profundizar en la historia aunque hay que reconocer que sí lo hace con los personajes, pues todos están bien definidos y podemos empatizar y entender el motivo de su trauma, por otro lado algo lógico por el primer enfrentamiento con Pennywise de niños. Ahora de adultos y con vidas separadas tienen que volver a unirse para combatir y acabar con el payaso homicida. Un guion el de Gary Dauberman con más altibajos que el de la primera parte, merced a una estructura más compleja pues en su precedecesora todo seguía un esquema lineal mientras que aquí hay numerosos «flash backs» y saltos temporales que dificultan la acción, sumado a una serie de escenas seguidas en paralelo donde cada uno de los miembros de «El Club de los Perdedores» se enfrentará a sus miedos y donde Muschietti consigue secuencias logradas como Beverly visitando su antigua casa donde vive en la actualidad una anciana o la persecución de la enorme estatua del leñador al sorprendido Richie con otras más típicas en el cine de terror como el siniestro sótano de la farmacia donde acaba Eddie o la persecución por los pasillos del instituto que sufre Ben. Aunque la más lograda secuencia no la protagoniza ninguno de ellos sino una niña debajo de las escaleras de un campo de beísbol con un encuentro con Pennywise de esquema similar a la impactante de la alcantarilla y el «barquito de papel» de su primer episodio. Esa irregularidad tiñe todo el relato y con el añadido de las desmesuradas casi tres horas de metraje, que sin ser aburridas parecen excesivas «a todas luces». Y eso que Muschietti ofrece un ritmo ágil, con una puesta en escena eficaz y veloz que hace que podamos olvidar todas las tramas secundarias no cerradas u obviadas y mezclando en dosis adecuada los planos con efectos visuales con otros de planificación más clásica, aunque el tono es más oscuro que el de su antecedente donde casi todo el miedo sucedía de día (mucho más complicado de ejecutar) mientras que aquí hay muchos más sucesos de noche o en casas encantadas, lo que nos lleva a pensar en su gran éxito «Mamá», tanto el corto como el largometraje.
En lo que no han reparado es en constituir un reparto adecuado, con Jessica Chastain y James Mc Avoy como estandartes. Chastain compone una Beverly frágil y dura a la vez demostrando ser la más dotada como intérprete de su generación. Un actriz, que sin ser su mejor papel, vuelve a solventar el trabajo de forma admirable y un Mc Avoy que entre X-Men y las últimas de M. Night Shyamalan ha vuelto a reverdecer su carrera un tanto estancada en los últimos años, aunque quien «roba la función» es el Richie de Bill Hader, con un rol agradecido y que le permite las mejores frases de toda la cinta, junto a un Bill Skarsgard que construye un perfecto Pennywise.
En el aspecto técnico nadie puede objetar nada, pues fotografía, edición ,banda sonora y ambientación son correctas junto a unos efectos de sonido y visuales que sirven de apoyo pero no tienen el peso de otras producciones similares aunque creemos que el desarrollo de la parte infantil es superior al de la adulta, como sucedía en la estupenda comedia dramática «Del rosa al amarillo» de Summers donde era más interesante los amoríos y decepciones de los niños que la nostalgia de los ancianos. Aun con sus defectos, este seguro taquillazo es una recomendable forma de evasión y de pasar una tarde entretenida y terrorífica.
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