La impactante serie creada por Charlie Brooker vuelve a nuestras televisiones y en esta quinta temporada sigue la estela de las primeras entregas, ofreciéndonos pocos capítulos; tan solo tres pero que sigue manteniendo esa esencia de la unión entre el avance de la sociedad y la relación con la tecnología. Lo que sí resulta novedoso es que los episodios tienen un final bastante menos pesimista de lo que es lo habitual en «Black Mirror».
El primero nos habla de la diferencia entre la realidad y nuestras fantasías, mediante un videojuego que nos evade de nuestra rutina y el aburrimiento vital, del que nos hablaba Alberto Moravia en «El tedio». Tenemos por un lado un matrimonio que ha sustituido su alegre juventud por la responsabilidad de formar una familia y criar un hijo y por otro lado un empedernido soltero que tampoco es feliz en sus esporádicas conquistas amorosas. Mediante un juego tipo «Mortal Kombat» conseguirán los dos hombres huir de su presente de una alambicada forma. Interesante muestra de como Brooker consigue «enganchar» al espectador con su perverso argumento. El problema es que la idea de separar lo real de lo imaginado, lo planteó con mejor fortuna Kubrick, adaptando al presente la extraordinaria novela de Arthur Schnitzler «Relato soñado», en su infravalorada última película «Eyes wide shut», donde Tom Cruise, tras una confesión de Nicole Kidman, se paseaba por un irreal Nueva York dispuesto a vengar la afrenta de su esposa aunque como en su desenlace se hablaba de dejar el territorio de nuestras fantasías en nosotros mismos. De hecho, uno de los puntos más novedosos del catolicismo es castigar los pensamientos y no solo los actos con el noveno mandamiento. Interesante historia, con un punto de arranque que sin ser novedoso sí consigue nuestra atención y aunque no contenga la genialidad de otros capítulos de años pasados, el resultado es más que digno.
El segundo gira en torno a la vigilancia de las redes sociales hacia las vidas de sus clientes, una cosa que todos los que utilizamos estas redes sabemos. Desde algún punto de Estados Unidos, estas corporaciones saben más de nosotros que nosotros mismos: nuestros movimientos, gustos, intereses, aficiones o amigos. Un «gran hermano» que nos controla aunque no desea nuestro control para dominarnos, como sucedía en el «1984» de Orwell, sino para lucrarse. Aquí un conductor de VTC, secuestra a un empleado de una red social para llegar al fundador y explicarle algo que sabremos más tarde. El planteamiento inicial es atrayente pero según avanza la trama se va difuminando quedando un irregular episodio aunque con puntos que nos hacen reflexionar como la adicción del móvil casi tan perniciosa como el tabaco, como una buena idea puede convertirse en manos de los consejos de administración en productos dañinos o como estos grupos empresariales pueden saber detalles de las personas en mucho menos tiempo que la policía.
El tercero tampoco cuenta nada nuevo, al narrar como las estrellas de música son explotadas sin miramientos por todos las personas que les rodean, por norma general gente que nada tienen que ver con el arte y más con el dinero. De nuevo, volvemos a la separación entre la realidad y la ficción y como ídolos del pop, ofrecen una imagen que no corresponde a su personalidad, solo por contentar a sus seguidores que los ven como espejos en los que reflejarse. De hecho, hace poco escuchaba un anuncio en la radio donde se anunciaba un simposio para directivos, con la presencia del cantante de Iron Maiden, Bruce Dickinson, bajo el título de convertir a tus clientes en «fans». Un acierto absoluto, contar con la presencia de Miley Cyrus, uno de estos «juguetes», a la que pudimos ver en la entretenida serie de Woody Allen «Crisis en seis escenas» (https://rockthebestmusic.com/2019/02/crisis-en-seis-escenas.html). El problema es que aparece un robot de esos que hacen lo que les pidamos, desde aconsejarnos en nuestra vida a elegir una canción que acaba convertido en una especie de «muñeco diabólico» descarado, excesivo y demasiado evidente.
Aunque no llegue ninguno de los tres a la excelencia y no sea lo mejor rodado para «Black Mirror», sigue siendo una serie que todos deberíamos ver pues se aúna el entretenimiento de masas con la reflexión, sobre todo de como la tecnología va alimentando el individualismo, la falsedad y los falsos dioses. Como alguien dijo sobre internet: -Toda la sabiduría a golpe de un «clic» para acabar viendo vídeos de «gatitos»-
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