El nombre de Balthus volvió a la fama cuando un grupo de feministas en los Estados Unidos intentaron prohibir la exhibición de su cuadro «Therese soñando» por incitación a la pederastia. ¡Todo esto en el MOMA de Nueva York! Por fortuna, los dirigentes del museo no se dejaron influir por tan perniciosas opiniones y ahora es una de las pinturas que podemos disfrutar hasta el 26 de mayo en el Museo Nacional Thyssen- Bornemisza de Madrid.
Una de las retrospectivas más interesantes de las programadas en el 2019, ya que junto a la colaboración de la Fondation Beyeler de Basilea, la muestra nos ofrece 47 obras en una cuidada selección que engloba todas las etapas del pintor polaco- francés. Un artista que jugó con el surrealismo pero recuperando la figuración realista, una interpretación del arte que solo tiene comparación con Chagall, recuperando a los clásicos en ese periodo de entreguerras donde se formó y donde con sus óleos consigue un diálogo entre la cotidianidad, el sexo y el hastío. Sugerentes pinturas que narran escenas cotidianas cargadas de simbolismo y sensualidad, como podemos observar en esa obra maestra que es «La calle».
Aunque si por algo ha sido célebre el parísino ha sido por su controversia, un escándalo buscado por sus lienzos de adolescentes en desinhibidas posturas, que relajadas y perdidas en sus pensamientos nos convierte a los espectadores en involuntarios, o no tanto, «voyeurs» , debatiendo sobre la pérdida de la inocencia infantil y el despertar de la pubertad. En esos años destacan la serie con sus jóvenes vecinos, que son retratados en sus hastío cotidiano, encerrados en sus habitaciones sin hacer nada especial, como en «Los hermanos Blanchard», donde son mostrados juntos, una postrada en el suelo escribiendo en su cuaderno mientras su hermano parece perdido en profundas reflexiones y que llega al paroxismo en los dos cuadros de Therese, donde se nos muestra en todo su esplendor, casi buscándonos con la mirada en uno de ellos e ignorando a todo en «Therese soñando». Una mirada similar a la utilizada en literatura por Lewis Carroll en su «Alicia en el país de las maravillas», otro tratado de la incipiente puberescencia frente a la terminada primera edad.
Una obsesión, apenas superada por los gatos que aparecen en toda su obra, jugando despreocupados o bebiendo leche y que en muchos casos se convierten en involuntarios protagonistas de esas escenas llenas de vida, donde solo es elegido como contraposición el «Bodegón» de 1937, situado no muy lejos de otra de las referencias de la muestra como es «La partida de naipes».
Una más que recomendable exposición y una suerte el poder disfrutar de tan influyente personaje en la pintura contemporánea, con ramificaciones en otras artes como en el teatro provocando la reflexión, rompiendo esa «cuarta pared» situándonos en esa realidad cotidiana plagada de lirismo y sentido mágico. Una incómoda posición como espectadores.
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