En esta vida todo es aprender. No se me entienda mal, me encanta la zona de confort, porque, como su propio nombre indica, está calentita y cómoda, pero hay que salir de ahí regularmente. Sólo explorando el terreno ajeno conseguiremos, a la larga ampliar el territorio donde sentirnos a gusto. Por eso y antes de empezar dar las gracias a Dudas Strummer y sus integrantes por la oportunidad de destripar el disco, y aprovechar para eludir cualquier descampado donde pudieran administrarme el palizón que, por otra parte y sin ninguna duda, merezco. Un, dos, tres… ¡Dudas!
Estrella del montón. Una percusión animada que haría las delicias de Jorge del Río, el compañero de Ruben-ciano, y tres notas, tururú… tirirí (ya domino dos instrumentos, el tú y el ti). Quién dijo que la música necesita grandes artificios para ser efectiva. Entra la voz, guitarrita en mano, y ya con una batería más ortodoxa, lanzan las estrofas. Aquí me meteré en un jardín porque son estilos que no controlo, pero me recuerdan un poco a los Delinqüentes, una especie digámoslo así de rumba fresquita, ligera y fiestera. Un mensaje tan profundo como el carpe diem, y es que, no en vano, no podemos bañarnos dos veces en el mismo río. Que la vida se nos va por el desagüe y carrusel / luchando por estar dispuesto / rebobina el mundo es un casete, si bien / la foto del salón, pegaste un estirón y se fue. Momento fiestero como en los ratos de locura de la orquesta Mondragón. No sé por qué, pero me los imagino a todos abrazados hombro con hombro, pateando al aire como si bailasen el can-can.
Yo estuve ahí. Una guitarra muy suave, como si nos despertase con la primera luz de la mañana, abre camino a una mezcla entre rumba y corrido mexicano. ¿Por qué cada vez que oigo un acordeón pienso en México? Seguramente por los Molotov (no me llames frijolero pinche gringo puñetero). Total, que la canción, con el tempo de un vals, pero con el sabor de boca de los Tigres del Norte y la voz de unos Estopa, en una mezcla que nos va llevando a hombros, solo de acordeón incluido, hasta una frase que me saca una sonrisa. Canto un poco más y ya con esto me despido / que a saber que el roce hace el cariño. Tienen ese elemento que empuja a cantar. Sin tener nada que ver ni en el estilo ni en la temática de las letras, me traen a la mente a Manu Chao. Te guste o no te guste, no se puede negar que escucharlo te lleva a ponerte a bailar, o a intentarlo. Con este tipo de canción pasa lo mismo.
Entretenido. La más roquera, si cabe la palabra dadas las circunstancias. La guitarra tiene un punteíto con distorsión, pero la fórmula de la banda sigue intacta. Batería animosa, bajo juguetón, una guitarra punteando por debajo, y la voz con un coro poderoso y ese rollo “canalla” (en el buen sentido) en el estribillo.
Murga castiza. Si quitáramos el acordeón, recuerdan un poco a Yo estuve ahí, pero tiene un rollo más argentino, casi de tango. Esa de adiós muchachos compañeros de la vida… en una versión más animada y animosa, terminando en un coro de grada balompédica en un partido ganado, de esos de amarrar el resultado, que termina en fiesta. Sin instrumentos, todo el mundo a grito pelado, con descoordinación y cachondeo general.
Embargo. Nos ponemos serios, más que serios, ortodoxos. Se marca más el ritmo, se baja el tempo, la voz y el bajo, parecen emerger por encima de guitarra y batería. Una frase genial: Declaro en calidad / de declarante en contra/ a favor jamás, nada me aporta. Eso más que unos versos es una forma de vida, qué caray, es mi forma de vida. Nacidos para protestar.
El cazo dentro. Suenan tambores de samba y esto sí que es demasiado. Todo lo que sé de samba son los carnavales de Río, y además visto desde la pantalla. Ahora, que es un reto tremendo poner la letra por encima de la locura instrumental que se está liando con la parte de percusión y no sólo es que lo logra, sino que dota al conjunto de una extraña armonía que une fuerzas de cada integrante. Como unir una batuca, un poco de rock castizo, una voz rebelde y el espíritu de un flashmob y sacar algo que te dibuja una sonrisa casi sin querer.
Macarrones a diario. Suenan guitarras con sonidos latinos, digamos cumbia, pero en seguida se adapta a la receta de Dudas Strummer. Me estaré volviendo loco, pero tiene un poso a tango, con los coros poderosos del rock, con un bajo protagonista, como en el jazz y con una batería sin florituras, pero eficiente. Cuantas más veces lo escucho, más referencias le saco.
Va pa largo. Increíble, ocho canciones en media horita de música. Esta camina más hacia el rock, parecido al de Los Rodríguez, pero eludiendo hábilmente las canciones que se hicieron famosas, más las caras b. la voz tiene la dicción de una canción protesta, no llega a los bocinazos del punk, pero está cantado con rabia. No hay más pistas para terminar el encargo / y va para largo.
Y va para largo, qué buena forma de acabar un disco. Pues que tengo una sonrisa bobalicona dibujada en el careto y que me he quedado con la sensación de haber pasado por alto alguna influencia, algún paralelismo. Rock castizo, mestizo, con muchas influencias, con la personalidad suficiente como para no decirnos necesariamente lo que queremos oír, pero sí con un espíritu de fiesta, de verbena, de baile después de una boda. Dudas Strummer, amigos, y su Estrella del montón.
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