En la música, como en la vida, hay que hacer caso de las buenas recomendaciones. Cómo distinguir entre las buenas y las malas no es nada fácil, de hecho forma parte del propio aprendizaje. Pero la propia experiencia con la gente se me antoja como una de las formas más efectivas para poder saber qué es una buena recomendación y qué no lo es.

Cuando un amigo mío, que ya me había recomendado mucha buena música, me dijo que no me perdiese a The Rad Trads bajo ningún concepto, acepté sin dudarlo. Y ahora tengo que agradecerle el descubrimiento de una banda que se merece con creces el apelativo de “más grandes que la vida”.

Lo vivido hace escasas horas (muy escasas, ya que estoy escribiendo esto la misma noche del concierto mientras ceno) puede describirse con varios adjetivos: majestuoso, grandioso, enorme, inspirador. Pero afirmo que ha sido una verdadera experiencia musical inolvidable.

Llegué al Café Central sin tener apenas idea de qué me iba a encontrar. Rechacé escuchar más de cinco segundos de música para experimentar la sensación de acercarse a las cosas sin contar con ningún tipo de idea preconcebida. Simplemente quería dejarme sorprender por lo que estos cinco genios de Brooklyn nos tenían preparado en la segunda de las tres noches consecutivas que están (o han estado) en el centro de Madrid.

Jamás he estado en América, ni en Estados Unidos, ni en Nueva York, ni, como es lógico, en Brooklyn. Pero durante diversos pasajes a lo largo de la actuación pensé que estaba en la ciudad de los rascacielos, comprendiendo perfectamente cómo debe de sentirse alguien dentro del ambiente musical de la Gran Manzana. Emoción a la que confieso que ha continuado el descabellado deseo de experimentarlo en primera persona, al menos por una vez.

Durante más de dos horas de concierto, The Rad Trads nos demostraron quiénes son y qué son capaces de hacer. Todos en The Rad Trads saben tocar, y muy bien. Todos en The Rad Trads saben cantar, y muy bien. Son unos músicos de raza, de los que no necesitan interminables demostraciones de sus capacidades técnicas. Sencillamente se expresan a través de sus instrumentos, y en este caso también con sus voces, reafirmando una vez más que la música es un lenguaje universal y único. Intentar destacar a uno de ellos sobre el resto sería romper el equilibrio y la cohesión que alcanzan al tocar todos juntos. Ya que son una sola voz con cinco coloraciones diferentes.

Los que leáis esto pensaréis que exagero, así que os invito que aprovechéis las fechas que aún están por venir en España. Si leéis esto y es demasiado tarde, apuntadlos en la lista de pendientes. Seguro que me acabaréis dando la razón. Como yo se la di, y también las gracias, a mi amigo al salir del concierto.

by: Pablo Ruiz

by: Pablo Ruiz

Aporreador de cuerdas tensadas que emiten bajas frecuencias. Interesado en la buena música y en todo lo que la envuelve. Aficionado a juntar letras con cualquier tipo de excusa.

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