Más sombras que luces en esta versión en serie del mito homérico de la caída de Troya. Ocho episodios de una hora de duración que pensamos que se olvidará en no demasiado tiempo, quedando todavía por hacer la obra definitiva sobre «La Ilíada» y sus personajes, pues hasta ahora existía una entretenida película de 2004 dirigida por Wolfgang Petersen pero que su fidelidad al original era más que discutible. Este «Troya» si tiene una trama argumental más parecida a Homero aunque con algunas libertades que pueden mejorar, como incluir el sacrificio de Ifigenia, por el cual vuelven los vientos y las embarcaciones griegas retoman su destino o que sea Ulises (Odiseo) el que acabe con el hijo de Héctor, ya que así puede consumarse la «maldición de Andrómaca» y puede dar pie a «La Odisea». Otras son más discutibles como sustituir el bronce de la época en espadas, escudos y armaduras por el acero no inventado en ese tiempo o la muerte de Hécuba, ya que la esposa de Príamo muere tras vengarse de Poliméstor en la tragedia de Eurípides o incluir un reino inventado como Cilicia. Y algunas dan vergüenza ajena como incluir unas amazonas, cuyo único sentido es demostrar que puede haber unas guerreras iguales en fuerza que los varones, pues no aportan nada a la trama.
Aunque la más discutida ha sido otorgar los papeles de Aquiles, Patroclo, Néstor y el mismísimo Zeus a actores de raza negra. No es nada novedoso, pues Kenneth Branagh comenzó haciéndolo en su extraordinaria «Mucho ruido y pocas nueces», con Denzel Washington de Rey de Aragón o en «Thor», con Idris Elba de Heimdal. El problema es que ni Owen Harris ni Mark Brozel tienen el talento para la realización del fantástico actor y director británico, aunque compartan nacionalidad. No es que su trabajo sea malo, pues intentan dotar a su obra de un tono trágico, donde los acontecimientos estén sometidos al capricho de los dioses y del destino, lo que mejoran incluyendo a Zeus, Afrodita, Artemisa o Hera defendiendo a sus guerreros predilectos. Una serie de infortunios que Cassandra ve pero que son obviados, cosa que no sucede con Agamenón y su hija Ifigenia, lo que convierte al rey aqueo en un hombre amargado y consumido por la venganza, acompañado por el burlado Menelao, rey de Esparta que intenta devolver la afrenta. Ellos son los villanos de la función, en un ejército donde brilla la ira del pélida Aquiles y la sabiduría y astucia de Ulises, aunque echamos en falta más diálogos a Ayax y Néstor. En el bando troyano, cumple el rey Príamo, aunque demasiado envejecido en comparación a su esposa Hécuba, Héctor es el héroe esperado, brillante Andrómaca y Cassandra como mujeres sumisas y sin felicidad y Paris transita entre la cobardia y el valor. Mucho peor la Helena de Bella Dayne, no como actriz, pues funciona y se agradece en esa libertad de elegir personas lejos del arquetipo, al no ser la más bella entre las mujeres pero su personaje parece hacer buena la frase: «de buenas intenciones están plagadas los cementerios», pues no solo es el desencadenante de la guerra sino en buena medida la causa de la derrota troyana.
Si a todo esto sumamos el desperdicio de paisajes naturales espectaculares como los sudafricanos por la falta de tensión y épica en las batallas, este «Troya» es un buen ejemplo de lo que pudo ser y no fue. Una producción de la BBC, que amaga pero no golpea. Y eso con textos como los griegos es imperdonable.
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