La capacidad de reírse de uno mismo es una cualidad que siempre es apreciable en un actor. Y máxime cuando ese intérprete ha sido uno de los mayores exponentes en el cine de acción, como es el caso de Jean Claude Van Damme, otrora estrella del cine de artes marciales, con una filmografía mejorable (seámos benignos) pero con unas producciones que sin presupuestos rutilantes conseguían un rédito económico admirable.
Contando con la presencia del belga como absoluto protagonista, Amazon Prime nos narra en seis episodios de corta duración, no llega a la media hora cada uno, una historia demencial donde Van Damme se interpreta a sí mismo como rutilante actor que sale de su retiro para volver a colocarse en la piel de su alter ego, un agente encubierto cuyo nombre es Jean Claude Van Johnson, quien siempre ha aprovechado los rodajes de los filmes para investigar conspiraciones internacionales y salvar el mundo. Un argumento que se convierte en una enorme broma, mezclando la comedia, con el drama y el cine de peleas y patadas, consiguiendo que el híbrido se vea con agrado y en más de un momento con una sonrisa, dando igual que lo que nos cuenten sea una «tomadura de pelo» y no soporte el más leve análisis interno. Aquí lo importante no es el guion ni las actuaciones o la realización, sino ese ejercicio de nostalgia que se nos ofrece con multitud de bromas que todo aquel que tenga cierta edad y haya vivido la época de «Soldado Universal» o «Blanco Humano» sabrá apreciar. «Como muestra un botón»; Van Damme está limpiando la estatua erigida a él en Bruselas, cuando llegan dos jóvenes turistas pidiendo una fotografía, él se sitúa entre las dos para realizar el «selfie» y las chicas le dicen que lo que desean es que él haga la foto, sin salir, a las dos. Apesadumbrado va a tomar la instantánea cuando le terminan de humillar rogándole que no aparezca de fondo la estatua, ya que no saben quien es, por el Palacio de Justicia que se encuentra en las inmediaciones. Ese el es tono que funciona y que entretiene y divierte, ya que cuando se pone algo más seria, el peso de la narración decae y no tiene más interés que comprobar que Van Damme no es un dotado técnico para el trabajo de actor, sobre todo cuando aparece una especie de «doble» suyo, donde no se puede estar más histriónico.
Para los amantes de su cine, hay unas cuantas referencias, sobre todo, a la que tal vez sea su mejor cinta; «Timecop» de un buen artesano como Peter Hyams, largometraje de ciencia ficción, que incluso se menciona en el delirante inicio donde en una imagen congelada y en «off» se dice que «»Timecop» es como «Looper», con Bruce Willis, pero mejor», antes de recibir un tremendo golpe por no conseguir realizar su célebre apertura de piernas. A partir de ahí, comienza un «tour de force», con villanos que parecen sacados de un argumento de James Bond, coreografías espectaculares, una imposible historia de amor y un «Mac Guffin» divertidísimo en que la película que están rodando resulta ser una adaptación a tiempos actuales de Huckelberry Finn, donde todos los personajes son luchadores que casi llegan a la categoría de superhéroes. Aunque para películas divertidas, recordamos «The Quest», único «largo» dirigido por el de Bruselas: una increible comedia involuntaria, con Roger Moore de improbable pirata y unos diálogos psicotrónicos en unas peleas que eran una mezcla entre el «Street Fighter» y el «Mortal Kombat».
«Jean Claude Van Johnson» la dirige Peter Atencio pero el espíritu de Van Damme está ahí, recordando esa antológica broma titulada «JCVD», una cinta que se debería revindicar, donde Van Damme acababa en un secuestro en un banco y nadie separaba al actor de la persona o ese homenaje de Stallone a un cine que copaba carteleras, hace no tantos años, como la saga de «Los mercenarios», y donde van Damme era el «malo» de la segunda entrega. Los años pasan para todos. Por ello, como se decía en el encabezamiento: la capacidad de reírse de uno mismo es una cualidad que siempre es apreciable en un actor.
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