«Los extraños» era un correcto «slasher» donde una pareja sufría una insoportable pesadilla a manos de tres psicópatas enmascarados que acababan sin piedad con cualquiera que estuviese en las inmediaciones y que contaba con Liv Tyler como atractivo principal. Diez años después nos llega esta continuación, con guion del responsable de la primera; Bryan Bertino, aunque cede el testigo en la dirección a Johannes Roberts, especialista en el cine de género y que estrenó el año pasado «A 47 metros», una epopeya sobre dos hermanas intentando sobrevivir bajo un mar lleno de tiburones, intentando repetir el éxito de «Infierno azul» de Jaume Collet Serra. Y no es casual, que llegue una segunda parte tan tardía. Sin duda, se debe a la taquilla generada por filmes similares como la divertidísima «Tu eres el siguiente» o, sobre todo, la serie «The purge», que cuenta con tres películas y en la que vemos unos asesinos que matan con impunidad, sin demasiados motivos personales y con una violencia extrema.
En «Los extraños: Cacería nocturna» tenemos a unos progenitores, con un serio problema con su hija (del cual no se dice apenas nada), a la cual van a acompañar al internado donde va a ingresar pero antes deben pernoctar en un campamento de caravanas regentado por los tíos de la pareja, que se encuentra vacío al ser temporada baja. Tras llegar se repite el esquema de la primera cinta, con una joven apareciendo de madrugada preguntando por Tamara e iniciando una escalada de inusitada violencia a manos de tres personas enmascaradas y con afiladas armas blancas con las que comienzan un psicótico juego del «gato y el ratón» masacrando a los miembros de la familia. No es un argumento demasiado original pero resulta entretenido y se agradece el intento de crear tensión, con algunas secuencias interesantes como la lucha entre el hermano y la homicida cuadrilla en una piscina, realzada por la rota voz de Bonnie Tyler cantando el «Total eclipse in my heart». Una escena plausible que corona una banda sonora resultona, con famosas canciones ochenteras, empezando con el «Kids in America» de Kim Wilde y una parte orquestal de Adrian Johnston, todo un homenaje a esos sintetizadores de los grandes trabajos de John Carpenter, maestro del terror al cual también se le rinde un tributo fílmico, pues se pueden encontrar momentos de «La noche de Halloween» o de «Christine», como más evidentes, en un curioso «refrito» de grandes nombres del cine como el Spielberg de «El diablo sobre ruedas» o el Hitchcock de «Psicosis» y esa idea de acabar con el supuesto protagonista a las primeras de cambio. Un poco de menos de hora y media de metraje que no resulta aburrido, con una realización correcta y con ganas de ofrecer algo más que efectos sonoros y tipos que a pesar de su superioridad se esconden tras las sombras. Y todo, gracias a unos villanos con entidad, encabezados por un hombre con un saco en la cabeza que todo lo hace con una parsimonia y tranquilidad que enerva a cualquiera y unas «pizpiretas» y letales féminas que se comportan casi como una Harley Queen. Una triada salvaje que como dice una de ellas al ser interpelada por una de sus deseperadas víctimas del por qué de su comportamiento responde sin miramientos ¿por qué no?. A ellos les acompañan dos televisivos como la pelirroja Christina Hendricks, gran descubrimiento en «Mad men» y que viene de sufrir más horrores en «La casa torcida» y Martin Henderson quien sufrió la ira de «La niña del pozo» en la versión estadounidense de «The ring». Ellos encabezan el reparto, aunque los ejes centrales son los dos adolescentes que encarnan a sus hijos, dos jóvenes actores con interpretaciones mejorables y que lastran un tanto el interesante tono medio que tiñe toda la obra, que si bien no soporta un análisis demasiado exhaustivo sí contentará al aficionado al cine de terror que a buen seguro pasará un rato disfrutando con unos tipos que parecen una reencarnación de antiguos dioses de la destrucción y el caos, más que tres «psycho killers» al uso, pues parece más que una «stalk and slash movie» una de horrores frente a criaturas sobrenaturales. Y eso la hace por lo menos pasable.
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