Después de varias semanas sin ellas, volvemos a Las Flores del Mal de Charles Baudelaire con el poema número XXVII el cual carece de título. Baudelaire, en este poema, retrata a una mujer valiéndose de las metáforas de la naturaleza, recurso que es utilizado frecuentemente por el poeta. Ya hemos visto con lo que llevamos traducido que el autor no tiene pelos en la lengua y retrata todo según le viene en gana.
LAS FLORES DEL MAL – CHARLES BAUDELAIRE
XXVII
Avec ses vêtements ondoyants et nacrés,
Même quand elle marche on croirait qu’elle danse,
Comme ces longs serpents que les jongleurs sacrés
Au bout de leurs bâtons agitent en cadence.
Comme le sable morne et l’azur des déserts,
Insensibles tous deux à l’humaine souffrance,
Comme les longs réseaux de la houle des mers,
Elle se développe avec indifférence.
Ses yeux polis sont faits de minéraux charmants,
Et dans cette nature étrange et symbolique
Où l’ange inviolé se mêle au sphinx antique,
Où tout n’est qu’or, acier, lumière et diamants,
Resplendit à jamais, comme un astre inutile,
La froide majesté de la femme stérile.
XXVII
Con sus vestidos ondulantes y nacarados,
incluso cuando camina, pareciera que baila,
como esas largas serpientes que los malabaristas sagrados
al final de sus bastones agitan acompasadamente.
Como la arena lúgubre y el cielo azul de los desiertos,
inmunes los dos al sufrimiento humano,
como las extensas redes de las olas del mar,
ella se desenvuelve con indiferencia.
Sus limpios ojos están hechos de minerales adorables,
y en esta naturaleza extraña y simbólica
donde el ángel intacto se mezcla con la esfinge ancestral,
donde todo no es más que oro, acero, luz y diamantes,
resplandece eternamente como un astro inútil,
la fría majestuosidad de la mujer estéril.
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