Se acaba el año y toca hacer balance de lo mejor y de lo peor del año. Si os he de ser sincero, no sabría en qué lista incluir esta tercera temporada de Twin Peaks. La esperé como agua de mayo, pero tras los tres primeros episodios me di cuenta de que la decepción podía ser mayúscula. Así fue. Esta tercera temporada de Twin Peaks realmente poco o nada ha tenido que ver con aquella serie que fascinó a la audiencia hace un cuarto de siglo. Es otra cosa. Puro Lynch más cercano a films como Cabeza borradora, Mulholland drive o Lost highway.
Ahora sabemos que el puzzle es mucho más complejo y enrevesado de lo que nadie se esperaba. Lynch no da todas las respuestas mientras sigue formulando misterios sin cesar. Una vez acabados los 18 episodios quizás estemos en condiciones de suponer el significado de las palabras que El bombero le dice al agente Cooper. ¿Qué o quién demonios es Judy? ¿Qué significan los sonidos del gramófono? ¿Y el número 340? ¿A qué se refiere Cooper con lo de «Dos pájaros de un tiro»? ¿Qué es la caja de cristal? ¿Cómo diantres sale el agente Cooper de la habitación roja? ¿Cuántos dobles tiene? ¿Por qué casi todas las escenas ocurren fuera de Twin Peaks? ¿Por qué el personaje de Audrey tarda tanto en aparecer y luego resulta de lo más decepcionante? ¿Por qué el guión está plagado de situaciones absurdas y escenas desconcertantes que no llevan a ningún lado? ¿Está jugando Lynch con la paciencia del espectador o es un malévolo puzzle que empezó a planear hace más de 25 años?
Nada de este Twin Peaks parece sujeto a la lógica. Tiene sus propias normas y apenas recuerda a la serie original. No se puede negar que Lynch es un tipo valiente que ha luchado por su libertad como artista, estuvo a punto de abandonar el proyecto hasta que logró una total libertad. Maldita libertad, a veces. Lynch y Frost parecen olvidarse que el espectador necesitar algo, por pequeño que sea, a lo que aferrarme. Los personajes ya conocidos apenas han aportada nada a la trama. No hay continuidad ni un hilo conductor claro. Un ejemplo: Ese doctor Jacobi transformado en una especie de telepredicador que vende palas para salir de la mierda ocupa muchos minutos pero no resuelve nada. Además, los personajes interpretados por Amanda Seyfried, Michael Cera, Jennifer Jason Leigh, Naomi Watts o Tim Roth aportan más bien poco. Parecen meras distracciones que no llevan a ninguna parte. Todos los arcos argumentales acaban confluyendo en una desoladora sensación de tomadura de pelo. Puede que el destino del viaje no sea lo importante, sino el viaje en sí. O quizás no seamos capaces de unir las piezas de este rompecabezas.
Sí, ahí está esa América profunda que Lynch plasma como nadie. También asistimos al retorno del agente Cooper, pero no como cabría esperar. Nada es como esperábamos que fuera. Nada tiene sentido. Lynch se sale por la tangente desconcertando al personal. Algo que no era tan fácil. La pena es que va sembrando demasiadas pistas inconexas. Tampoco la aparición del mismo Lynch como el agente del FBI Gordon Cole es garantía de nada. Las fotografías que adornan el despacho de Gordon/Lynch no pueden ser más explícitas: un hongo atómico y un retrato de Franz Kafka. En breve sabremos que las pruebas atómicas desencadenaron las fuerzas malignas que pululan por la serie e intuimos que la transformación es uno de los temas sobre los que gira el universo Twin Peaks. Y los sueños, no nos olvidemos de los sueños, quizás todo sea un sueño, puede que solamente así Twin Peaks tenga sentido. Lynch sueña con Monica Bellucci, es humano al fin y al cabo. Conocemos, al fin, a Diane pero la encarnación de Laura Dern no puede ser más inesperada. De lo que no cabe ninguna duda es que los vagabundos siguen obsesionando a David Lynch, ya lo intuimos en Mulholland Drive pero ahora lo tenemos claro.
Esta tercera temporada ha tenido que lidiar, además, con el paso del tiempo. Frank Silva (Bob) murió en 1995, Michael Ontkean se retiró de la interpretación hace años y se ha negado a volver a encarnar al Sheriff Truman, por lo que ahora tenemos a su hermano interpretado por Robert Foster (quien era la primera opción para el Truman original). El veterano Harry Dean Stanton falleció antes del estreno, lo mismo le ocurrió a Mel Ferrer y uno desea que también David Bowie hubiera podido rodar sus escenas como Phillip Jeffries antes de fallecer. Lo de sustituir a Bowie por una especie de cafetera humeante no sé si es una genialidad u otra tomadura de pelo, o ambas cosas a la vez. Las escenas entre Lynch y Ferrer son de lo mejor de la serie, al menos la investigación avanza aunque cada vez se haga más bizarra. Por cada pista que nos muestra, se abre un mundo de posibilidades que acaban por desembocar en un mar de incertidumbres. Eso sí, las lechuzas siguen sin ser lo que parecen.
Desde luego, Lynch está en plena forma y pisando el acelerador. Me resultaron estimulantes ciertos pasajes como el de la mujer oriental en el tercer episodio. La edición de esta escena me resultó inquietante y original. Ese mundo de pesadilla puramente Lynchiana sigue estando presente. Pero el puzzle resulta indigesto y confuso incluso para el espectador experto en el universo Lynch. Ha habido unos asesinatos pero a nadie le importa. Lynch se toma su tiempo y se pierde por los cerros de Úbeda. La trama de Dougie Jones no interesa lo más mínimo y resulta cargante y excesiva. Un lastre y un gran error, a mi juicio, del señor Lynch. Cierto, es un giro inesperado, punto para Lynch, pero la broma pronto deja de tener gracia. Durante buena parte de los episodios, no hay un gancho que atrape al espectador más allá de algunos destellos de genialidad y algún guiño a los seguidores de la serie original. Conocemos más cosas de la Logia Negra, pero Lynch nos da información a cuenta gotas. No hay un McGuffin, no hay nada donde agarrarse como espectador. Quizás nunca lo hubo. ¡Qué demonios, a Lynch nunca le interesó saber quién mató a Laura Palmer! y solamente lo desveló cuando le obligó la productora y supo salirse por la tangente una vez más: no fue un personaje, sino un espectro. Toma ya. En esta tercera temporada la sensación de deriva y de tomadura de pelo inundan el metraje desde el minuto 1, sobre todo cuando vemos que pasan lo episodios y no hay visos de que la cosa mejore. Todo eso les importa un bledo a Lynch y Frost. Por si a alguien le quedaba alguna duda, Lynch está loco y es un genio, para lo bueno y para lo malo. La clave de Twin Peaks son los sueños, no la realidad. Por cierto, nunca hay una única realidad, hay varias que se solapan.
Esta Twin Peaks es una serie mutante que se ha convertido en un crisol demasiado hermético. Una pena que muchos episodios se sucedan uno tras otro entre el tedio y el estupor. Lynch sigue sembrando cada entrega de momentos fascinantes que no son suficientes para retomar el interés del desconcertado espectador. Reconozco que abandoné la serie allá por el episodio sexto. Yo, que he defendido a Lynch a muerte, me vi superado. Pero la retomé en busca de respuestas que sabía que no iba a encontrar jamás. Una pena que hasta el episodio octavo Lynch no nos mostrara de lo que es capaz. ¿Tiene sentido acabar cada episodio con una actuación musical? La música siempre ha sido fundamental en el universo Lynch pero esos finales anti climáticos no aportan nada. Al menos las actuaciones en el Roadhouse (o The bang bang bar) son de lo más apetecible: Chromatics, Eddie Vedder, Lissie, The veils, Rebekah del Río, Au revoir Simone, Julee Cruise, etc La actuación antes de hora de Nine Inch Nails en el episodio octavo nos indica que algo no va bien, el episodio parece haber terminado pero aún le quedaban muchos minutos. Lynch se marca una de sus fascinantes y oníricas escenas: nos sumerge en una explosión atómica y los fantasmas que ella libera. No es broma. Asistimos atónitos a una de las mejores escenas del amigo Lynch en un viaje más allá del tiempo y el espacio. Puede que nada tenga sentido pero me resultó fascinante. La cosa va de saltos entre dimensiones, creo. Esa escena de Lynch/Cole mirando al agujero de gusano es otro gran momento.
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Podría estar horas hablando de la multitud de pistas inconexas que Lynch ha ido sembrado y de las posibles conexiones entre elementos del universo Lynch diseminados por todas sus películas, pero opino que ninguna teoría explica todos los cabos sueltos. Descubrimos de Judy tiene el poder de crear líneas temporales paralelas (o eso interpreto yo) y que Cooper pretende matar dos pájaros de un tiro (salvar a Laura y acabar con Judy) usando las claves que le da El bombero en el primer episodio, aunque parece que no tuvo mucho éxito. Puede que Cooper viaje en el tiempo y evite el asesinato de Laura Palmer pero ambos acaban perdidos en una línea temporal paralela que abre un portal de incontables posibilidades.
Esta Twin Peaks es demasiado onírica y abierta a las interpretaciones para la mayoría de los espectadores. Demasiadas preguntas, demasiado hermética e indescifrable. Lo peor de todo es que David Lynch ha declarado que no tiene intención de rodar una cuarta temporada. Me temo que nos quedaremos con bastantes misterios sin resolver. Quizás sea eso lo que Lynch siempre quiso, formular misterios sin respuesta en un eterno viaje circular que se repite hasta el infinito.
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