Si tengo que centrarme en el mundo del hard rock y el metal que comprende la segunda mitad de los ochenta y comienzo de los 90, nos encontramos con una dualidad que representaba por un lado las luces cegadores de la gran ciudad, los lujos y excesos, el exito desmesurado del hard rock que invadía las FM’s y la MTV y por otro, la pretendida automarginación y oscuridad que predicaba el thrash metal, con sus dosis de violencia tan necesaria en el metal (no os confundáis, que el heavy metal precisa ser una música revestida de violencia (musical, lírica, visual) que no violenta como comportamiento. Y aunque en ambos extremos de la cuerda, aprovechando el tirón del momento, hubo músicos que se subieron a un tren en marcha que les alejase de una estación llamada perdición para encontrar el edén, hubo otra serie de bandas que comenzaron desde el fango para ir cambiando hacia un status con el que posiblemente jamás imaginaron. Otras, nunca consiguieron escapar del cenagal, o si lo hicieron fue por poco tiempo. Pero centrándonos en el thrash, que en plena efervescencia, se volvía a desdoblar el ramal, por un lado bandas aquellas que firmaban por grandes sellos (o sellos que crecían gracias a ellos) y se embarcaban en grandes giras y en paralelo, otras que pretendían mantener ese status de underground o que se vieron obligado a ellos.
Para comenzar este viaje por aquellos discos de thrash metal que forman parte de ese caldo de cultivo que aún sigue vigente, es preciso ponerse en antecedentes y situación. EE.UU. se hizo con el mercado, la explosión de la bahía de San Francisco con todas aquellas bandas que todos conocemos, abrió las puertas a que por todo el país, músicos se lanzasen a mostrar su propuesta plena de fuerza. El trabajo de sellos como Music For The Nations o Metal Blade, nos trajeron a Europa aquellos discos. En Europa, fue Alemania quien tomaba con fuerza el pulso, y un sello como Noise se convirtió en imprescindible para todos los que amamos el metal y material más underground nos llegaba principalmente a través de pequeños sellos belgas y holandeses. El no pertenecer a los países de influencia, en aquellos tiempos de cassettes, fanzines fotocopiados… limitaba el espacio de actuación, lo que no impedía que en todos los lugares se cociesen habas. Hoy voy a comenzar este especial viajando hasta Brasil, país siempre en boca de todos por el fútbol, su carnaval y sus playas, pero también sacudido por la violencia, la miseria y las dictaduras militares, un contexto que es necesario conocer para entender el devenir de sus bandas. Mientras los brasileños exportan la imagen de sus playas o sus mujeres bailando en el carnaval de Río, mientras los clubs de todo el mundo pagan millones a sus futbolistas, un paso más allá existe otra realidad que no es nueva ni mucho menos.
No era sencillo sobrevivir en el Brasil de mediado de los ochenta. La violencia era algo cotidiano en la vida de las favelas mientras aún vivían subyugados por la dictadura militar. Para según que gente, la realidad era demasiado dura, agresiva, de dientes afilados. Junto a semejante perspectiva, muchas veces la música era la única capaz de proveer una vía de escape, una forma de canalizar la rabia. La simiente del underground metálico, la agresividad de los primeros trabajos de gente como Slayer, Venom, Hellhammer… se presentaban ante muchos como una forma de expresión. Dentro de aquella generación de brasileños que afortunadamente decidieron cambiar una pistola por una guitarras, estaban los hermanos Cavalera que pondrían a su país en el mapa metálico mundial con Sepultura, pero en sus inicios, junto a Max e Igor, dio sus primeros pasos Wagner Lamounier, que sería primer cantante de aquel proyecto que ninguno de ellos imaginaba que pasaría a la historia. Wagner decidió seguir su camino y en la más pura tradición de aquellos años, cambiar su nombre a otro acorde a la rabia que estaba dispuesto a mostrar con su música, lo que propicia el nacimiento de Antichrist. A finales de 1985 une fuerzas con Butcher en la guitarra, Incubus en el bajo y D.D Crazy en la batería, dando vida a Sarcofago.
Su idea era no ser otra banda más que llevase el metal hacia extremos más duros y veloces, pretendían ser la banda más blasfema y violenta que pisase el terreno, lo que les lleva en 1986 a grabar su primera maqueta, «Satanic lust» y en ese mismo año su mítica demo «The black vomit«, con la que comenzaban la conocida ruta de los sordos, es decir, sobre, sello y a mandar la maqueta a programas de radios, fanzines y discográficas, a ver si alguien tenía las agallas de editarles. Y si, hubo quien apostó por ellos.Un inciso, englobar a Sarcofago dentro del thrash metal, por el espacio temporal es lo más lógico, pero hay que decir que su música estaba cercana a ese black crudo y primitivo de gente como los primeros Bathory o Hellhammer, más que del thrash norteamericano. Volviendo a la historia con las discográficas, fue el sello brasileño Cogumelo Records, que les ofrece entrar en el estudio para dar forma a un split llamado «Warfare Noise» compartido con otras bandas brasileñas, Chakal, Mutilator y Holocausto, en las que aportarían las canciones «Recrucify / The Black Vomit» y «Satanas».
Las letras de Sarcofago eran una auténtica lapidación contra la moral cristiana, un ataque frontal que se veía reflejado en cada aspecto de su trabajo. Llegaba 1987 y llegaba la hora de al fin, plasmar sus canciones en un larga duración, que Cogumelo Records estaba dispuesto a editar. A las influencias de la banda se unían las del hardcore que en esos momentos, comenzaba a cruzar la fina línea que lo separaba del metal gracias a gente como D.R.I. por ejemplo, dando más crudeza aún a sus composiciones. El primer disco de la banda, se titulaba «I.N.R.I» y la portada representa lo que era el thrash metal en esos días a nivel de imagen, tachas, pinchos, cinturones de balas y Sarcofago añadían una cruz invertida. La portada original de 1987 tiene un color más amarillento, os he puesto al comienzo esa, que es la de la edición en cd, porque se ve más clara, para que podáis apreciar mejor el art work. El disco contenía 9 canciones en treinta y tantos minutos que dejaba a las claras que estos tipos no estaban dispuestos a ser unos más del montón, que lo suyo iba por otro lado, más emparentado con unos primeros Celtic Frost que con todo el auge que el thrash estaba comenzando a tener, no en vano, está reconocido por muchos como uno de los primeros discos de black metal, incluso por grandes nombres del género como Fenriz o el fallecido Euronymus que nombraban a Sarcofago como uno de los grandes pioneros del black y gran influencia de la ola de bandas noruegas.
Desde la inicial «Satanic lust» podemos apreciar ese sonido de batería, el riff frío y brutal y la voz que nada tiene que ver con lo que hacían otros coetáneos y a partir de ahí todo el disco es un continuo ataque agresivo y visceral, una herejía perfecta clamada con la desesperación del que vive la realidad de la calle. La batería de D.D. Crazy se convierte en una continua letanía de como sonarían los tambores del infierno, con ese sonido gélido que luego se convertiría en marca de la casa de la oscura, peligrosa y gloriosa escena noruega, junto a los riffs cortantes, que no sobresalen sino que se convierten en parte de ese todo infernal capaz de convertirse en pesadilla de los iniciados. Sin lugar a dudas un disco que merece todo el reconocimiento por lo que supuso y la dificultad implícita de donde venía en aquellos días que ahora parecen tan alejados en el tiempo. Por cierto, después de la desaparición de la banda, que grabó varios discos más, Wagner Lamounier aka Antichrist, se convirtió en un reputado economista y profesor universitario en Brasil. Vueltas que da la vida.
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