Entretenida producción canadiense de terror, un «refrito» de otras películas clásicas del género a cargo de los poco conocidos Jeremy Gillespie y Steven Kostanski que toman como referencia a John Carpenter y su compatriota David Cronenberg pasándolo por el tamiz de Clive Barker o H.P. Lovecraft. Una excesiva pesadilla donde convive «Asalto a la comisaría del Distrito 13» o «La cosa» con la idea de «la nueva carne» del director de «Scanners» en «Vinieron de dentro de…», «Rabia», «Cromosoma 3» o «La mosca», en un escenario a lo «Hellraiser», una pesadilla que recrea el infierno de Dante con criaturas horribles, llenas de tentáculos y una secta de asesinos que parecen llegar de otra dimensión.

No es original su planteamiento y el guion a poco que se profundice hace «agua» por todos los rincones de su argumento pero hay que reconocer que su puesta en escena tan excesiva y brutal acabe siendo tremendamente divertida y los noventa minutos pasen en un suspiro, resultando un producto más que digno que hará las delicias de todo aficionado al horror ochentero. En ello, adolece de los mismos defectos de los mejores largometrajes de otros directores que compartían el mismo gusto por impactar con la imagen y ofrecer un catálogo de atrocidades descarnadas como Lucio Fulci en «Nueva York bajo el terror de los zombi», «Miedo en la ciudad de los muertos vivientes» o, su obra maestra, «El más allá» donde lo visual estaba por encima del guion, espacios físicos reducidos asediados por una horda de seres infernales muy difíciles de contener, como sucedía en muchos «western» o en «Beau Geste» donde los indios o el enemigo sitiaban el fuerte que intentaban contener los soldados «a duras penas». En ello se agradece la honradez de sus realizadores que con los homenajes antes referidos consiguen un film fresco en donde se perdonan los errores en la trama y las deficientes interpretaciones en aras de buscar la sorpresa y el epatar al espectador, con una premisa simple que comienza como cine de ciencia ficción derivando en poco tiempo en horror clásico, comenzando con un hombre que escapa «de milagro» de una matanza en una casa, donde la mujer es quemada viva. Recogido por un policía es trasladado a un hospital con pocos pacientes que no tardan en verse rodeados por unos extraños encapuchados que asesinan a cualquiera que pase frente a ellos, mientras un extraño monstruo crece en el interior del sanatorio.

Una interesante premisa bien defendida con algunos puntos a su favor como la ambientación que consigue que el escenario de pánico sin necesidad de que nadie se esconda ni aceche, pues todas las fuerzas de mal atacan de frente y sin piedad, con una banda sonora notable que firman unos cuantos músicos, encabezados por Blitz//Berlin, con predominio del sintetizador a lo John Carpenter, o como hemos visto homenajear en la actualidad en la magnífica serie «Stranger things», con la que comparte el resultado de que lo visual sea mejor que lo escrito. Aunque el punto más a su favor son los efectos especiales, todos creados desde el maquillaje, bajo la coordinación de Stefano Beninati, digno heredero de Tom Savini o viendo su nombre es imposible no pensar en Carlo Rambaldi o el maestro Gianetto De Rossi. Todos ellos consiguen que se puedan perdonar sus defectos y nos centremos en su alocado y endiablado ritmo coronado por su atractivo envoltorio. Un ejemplo de como contar mejor que lo que se cuenta y un título que si tiene fortuna se puede convertir en una película de culto.

 

El vacío (the void) – Jeremy Gillespie, Steven Kostanski

by: Jose Luis Diez

by: Jose Luis Diez

Cinéfilo y cinéfago, lector voraz, amante del rock y la ópera y ensayista y documentalista con escaso éxito que intenta exorcizar sus demonios interiores en su blog personal el curioso observador

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