Sobre el inicio de la gira de regreso de Stravaganzza ya había escrito mi compañero David Galeote en una reseña anterior sobre el concierto en Madrid, pero el sábado 21 de octubre tocaba hablar sobre el directo de Sevilla, tercero de esta vuelta a los escenarios de los madrileños, tras el antes referido en la capital española y otro en Barcelona, lo cual celebramos y felicitamos a sus promotores pues en estas tierras del sur no estamos acostumbrados a poder disfrutar de bandas así en fechas tan tempranas.
Y mereció la pena, pues asistimos a un magnífico espectáculo de más de dos horas donde repasó los cuatro discos de estudio de la banda, con un grupo integrado, destacando las dos guitarras de Miguel Ontivero y Pepe Herrero, el sintetizador de Eloy Terrero y la base rítmica de Patricio Babasasa y Carlos Expósito al bajo y batería, acompañados por un cuarteto de bailarinas, un violinista y otra artista ataviada con un «body painting», como si se tratase de un número de cabaret. Una puesta en escena vistosa y con coherencia separando sus cuatro discos en cuatro actos, como si de una obra teatral (con o sin música), ya que en más de un momento por esa unión de metal sinfónico y gótico parecía una perfecta «ópera rock», como sucedía en «Jesucristo Superstar», obra que venra y ha cantado la estrella de esta función que no es otro que Leo Jiménez, ataviado con túnica dejando su torso desnudo y raya cruzando la parte izquierda de su cara y que sigue teniendo la, más que posible, mejor voz del metal en español.
Una voz en off nos adentraba en su primer disco «Primer acto» con el tema «Dios», canción que parece sacada del repertorio de un musical de Londres, Broadway o la Gran Vía y que enlazaba con las bailarinas encadenadas a ritmo de «…Y en soledad me lamento» y el cierre a este ábum con «Mi tempestad» que daba paso a otra voz en off y el segundo acto dedicado al Lp «Sentimientos» que comenzaba a ritmo de «Esperanza» y de nuevo las bailarinas evocaban a las «Musas de las artes» (pintura, literatura, música y danza) y a fe que las divinidades griegas inspiraban al grupo que encomendándose a Euterpe seguían ofreciendo un directo donde demostraban su enorme calidad y que han regresado para quedarse. Momentos más introspectivos y, haciendo honor al título del disco, sentimentales, con Pepe Herrero cambiando las seis cuerdas de su Gibson Les Paul por las teclas daban paso a «Dolor», «Desilusión» y «Nostalgia» que precedían a uno de los momentos de la noche con la versión que los hizo célebres; el «Hijo de la luna» de Mecano, que como dijo Leo han hecho suya. Con todos los móviles grabando la celebérrima canción y la gente cantando «a voz en grito»( por lo menos los que tenía detrás) finalizaba el segundo acto, para volver a la voz en off y comenzar el tercer acto, la parte sin duda más oscura, con «Deja de llorar», otro momento de fotos y videos verticales que enviar por Facebook, Twitter o Instagram, que sigue siendo un espléndido medio tiempo y el homenaje a los caídos y en especial a su productor y amigo Big Simon con «Grande» que dejaba paso a la sugerente «Máscara de seducción», con la bailarina y sus juegos cabareteros antes referidos. «Requiem» es otro tema importante y gustó su puesta en escena con el resto del cuerpo de baile mostrando de riguroso luto victoriano, las lápidas con fecha de nacimiento y muerte de varias y destacadas figuras femeninas como la bailarina Isadora Duncan o la escritora Mary Shelley y la balada «Inmortal» que ofrecía el testigo al acto final del, hasta ahora, último disco «Raices» con «Cuestión de fe», «Sin amar», «Impotencia II», con la colaboración en las voces más duras de Corpa y despedida con «Un millón de sueños», antes de los bises con dos curiosas versiones del pop español como el «Desátame» de Mónica Naranjo y el «Vivir así es morir de amor» de Camilo Sesto, personaje que ya cantó en su día el «Jesucristo Superstar» en el papel protagonista. Lo mismo que Leo Jiménez. Al final todo es cíclico. De ahí la vuelta de Stravaganzza.
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