Visto el trailer y la campaña promocional, la cinta parecía una comedia de acción que desmitificaba “El guardaespaldas”, aquel “exitazo” de los noventa con Kevin Costner y Whitney Houston. Nada más lejos de la realidad, pues si bien es cierto que es una comedia de acción, nada tiene que ver con la película de Mick Jackson, aunque sea un “refrito” de otras muchas, aunque las más reconocibles sean las “buddy movies” de tipos duros con personalidades antagónicas; el mejor ejemplo es “Arma letal” de Richard Donner y todas las que le siguieron (con peor fortuna) como “Tango y Cash” o “Dos policías rebeldes”, mezclado con las “road movies” en las que hay que llegar a un juzgado antes de cierta hora y con la banda del villano intentando evitarlo; ejemplo claro es la estupenda “Ruta suicida” de Clint Eastwood o la magnífica “Huída a medianoche” de Martin Brest, aunque en esto de carreteras peligrosas la gran precursora es la obra maestra de Henri Georges Clouzot “El salario del miedo”.
El problema es que Patrick Hughes, quien perpetró otra “gamberrada” como “Los mercenarios 3”, carece del talento de los antes mencionados y se limita a utilizar los tópicos del género, que si bien funciona en muchas de las escenas de acción y los soeces diálogos (creo que la palabra más utilizada es “motherfucker”) baja el ritmo incomprensiblemente con unos cuantos “flash back” y algunos personajes que poco, o nada, aportan a la narración como el de Salma Hayek, aunque ya se sabe que en estos tiempos de corrección política hay que colocar a una mujer tan fuerte, o más, que cualquier caballero por muchos músculos que tenga, no sea que tachen al filme de misógino, aunque sorprende ver a la “menuda” Salma Hayek reventando a golpes a un nutrido grupo de caballeros en un nada aconsejable bar de Honduras o convertida en la que manda entre los reclusos de una prisión. Eso termina lastrando el guion de Tom O´Connor junto a un par de escenas ya convertidas en “manías” en ciertos largometrajes estadounidenses como dedicarse a persecuciones con coches en ciudades con canales como Amsterdamm (en este caso) o Venecia y los derribos a helicópteros generados por ordenador.
En lo que sí funciona es en la química entre los dos protagonistas, ya que tanto Ryan Reynolds, con un estatus de estrella tras “Deadpool” como Samuel L. Jackson haciendo de Samuel L. Jackson, son una pareja divertida y se nota la complicidad entre los dos, tanto el asesino a sueldo frío y despiadado como el guardaespaldas de gente adinerada que deben unir sus fuerzas para lograr llegar con vida y que uno de los dos testifique contra un tirano báltico de corte soviético, interpretado con su habitual buen hacer por un Gary Oldman, que no parece terminar de volver a ser la estrella que fue tras el “Drácula” de Coppola. Y si el reparto funciona, hay que reconocer que los diálogos en muchos momentos también, sobre todo por la incorrección política, por lo que molesta más lo escrito unos párrafos más arriba. Aún así, “El otro guardaespaldas” es entretenimiento puro, cine palomitero, fácil de ver y fácil de olvidar pero sus pocas pretensiones más que las de hacer pasar un buen rato y que las dos horas de metraje pasen “volando” hacen de este “blockbuster veraniego” merecedor del aprobado.
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