A estas alturas, tras más de cincuenta años en la carretera y tras haber pasado por todas las épocas posibles, cualquier cosa que se pueda decir de estos señores es poco. Sin duda alguna, aunque sólo sea por la longevidad de su carrera, son el máximo exponente de lo que significa el Rock. Cuatro señores, al menor del cual le contemplan setenta primaveras, que pudiendo estar tranquilamente en sus mansiones doradas disfrutando de todos los placeres reservados a los más poderosos, siguen subiéndose al avión para seguir llenando estadios, me merecen todo el respeto del mundo. Vale que juegan con las cartas marcadas y se limitan durante un par de horas ha plantar delante del respetable una serie de hits dejándose de apuestas arriesgadas, pero, al fin y al cabo, para esto el seguidor se deja una buena parte de su nómina, para comprar una entrada y asistir a la ceremonia que le han preparado los sumos sacerdotes de la única religión posible.
Y ayer eso es lo que nos encontramos los asistentes que nos congregamos en el magnífico Estadi Olimpic de Barcelona que se quedó pequeño para acoger a estos cuatro tipos que nos ofrecieron uno de esos conciertos que te quedan grabados a fuego por el resto de tus días. No sé si es porque todo huele, tal como me pasó con la reciente gira de Gilmour, a despedida, pero ayer los Stones se salieron en un espectáculo tan grandioso como esas cuatro torres que se elevaban encima del majestuoso estadio. Y no sé, porque se trataba de Barcelona que, si bien para algunos parece ser el centro del eje del mal (quien quiera entenderme ya lo habrá hecho), por fin se dieron cuenta que para finalizar cualquier concierto suyo nada mejor que hacerlo con su canción emblema. No será la mejor, pero la mejor muestra de lo que son capaz de dar la tuvimos ayer en la Ciudad Condal. Memorable final, y por mucho que la alargasen para todos los presentes nos resultó corta.
Sí, «(I Can´t Get No) Satisfaction» fue el tema encargado de cerrar un concierto que dio inicio de manera espectacular con «Sympathy for the Devil», y a la que siguieron una buena parte de sus grandes totems, sin dejar – aunque eso diese un pequeño bajón, a raíz de la reacción de los asistentes – sus orígenes bluseros, con un par de covers estrategicamente situados en el setlist del concierto. De la misma manera, lo estuvieron los dos temas en los que el protagonismo vocal recae en Keith Richards para recordarnos lo bueno que es. Dos temas que nos sirven para esto, para recordarnos la grandeza de Richards y para que el bueno de Jagger se tome un descanso y recoja fuerzas para afrontar la gloriosa parte final que nos tienen preparados, y que da inicio con un antológico, grandioso… y vayan adjetivando como ustedes quieran «Miss You» con un Darryl Jones colosal.
Una gloriosa parte final que tiene parada en otro de los grandes momentos de la noche con ese duelo entre Jagger y Sasha Allen, treinta y nueve años más joven que él, y que consigue llevarle a las cuerdas, en, de nuevo vayan adjetivando como ustedes quieran ya que yo me veo incapaz, los siete minutos de «Gimme Shelter». Los momentos vividos en estos temas citados ya serían suficientes para dar por bien empleado lo gastado por asistir al concierto, pero es que ahí también estuvieron «It’s Only Rock ‘n’ Roll (But I Like It)», «Start Me Up», «Brown Sugar», «Paint It Black», «You Can’t Always Get What You Want»… Aunque, y sirva para poner alguna que otra pega a lo vivido en el Estadi Olimpic, que se olvidaran del «Emotional Rescue» y, sobre todo, aunque eso estaba cantado, del dos monumentales obras maestras que no suelen asomarse en los set, pero que un servidor nunca se cansará de reivindicar como son «She’s a Rrainbow» (qué grandes son los Austriacos de Spielber bei Knittelfeld) y «Fool to Cry».
Algunos dicen que exagero, pero me la suda, lo del pasado 27 sólo lo pueden superar Queen con Mercury y los Zep con Bonzo, pero como estos ya no están, su longevidad les hace ser los putos amos.
Collons, master, qué buena crónica. Y qué envidia (sana). Son los putos amos. Abrazos.