«Castlevania» es la nueva apuesta de Netflix. Basada en la popular saga de videojuegos que popularizó Konami a mediados de los ochenta y principio de los noventa, donde en un universo de dos dimensiones nos convertíamos en algún miembro de la familia Belmont, que acompañados por la hechicera Sypha y el mismísimo hijo de Drácula, Alucard, nos debíamos enfrentar al mítico vampiro creado por Bram Stoker y su legión de monstruos, pasando diversos niveles, superando pruebas por el siniestro castillo y enfrentándonos a las hordas del mal para adquirir experiencia y mejores armas. Unos juegos, que para los que ya tenemos una edad, ofrecieron múltiples horas de diversión y un imaginario y personajes reconocibles. Y ahí surgen las primeras dudas, pues ¿las nuevas generaciones que no han jugado a los vetustos «Castlevania» se engancharán a una serie que, con probabilidad, solo conocen de oídas? A saber, esperaremos acontecimientos.
Dejando aparte el mundo de la videoconsola, este «Castlevania» se basa en la tercera parte de los juegos, «Dracula´s curse» y sirve de prólogo para lo que va a venir después, pues su primera temporada consta de cuatro episodios de unos veinticinco minutos de duración, donde por el horrendo crimen por parte de la inquisición a la mujer de Drácula, éste jura venganza destruyendo Valaquia entera con sus horribles criaturas. Solo el último descendiente del clan Belmont podrá enfrentarse a la temible pesadilla, con el apoyo de otros héroes y la siniestra jerarquía de la iglesia intentando acabar con él. Una vez vista, parece claro que nos quedamos con ganas de más, pues cuatro episodios no dan para mucho, más que para un espectacular primer episodio donde descubrimos a un Drácula humanizado que por amor mantiene una tregua que rompe al ser quemada en la hoguera su esposa, único lazo que le une a los hombres. Su venganza será horrible, dando un año para que los habitantes de Valaquia abandonen sus tierras y desatando al pasar el tiempo su furia letal. El resto de episodios sirven para ir presentando al resto de personajes principales que se enfrentaran al inmortal conde y describir la pesada atmósfera donde se sitúa la acción.
Para ello, han utilizado la técnica de la animación limitada, muy de corte japonés, y de la que ha hecho virtud realizadores como Hayao Miyazaki, en contraposición a la animación total o por ordenador, que estarían comandadas por Walt Disney y Pixar. La animación limitada tiene como ventaja que abarata los costes de producción al necesitar muchos menos planos y por lo tanto se pueden hacer historia con más metraje y con un enorme gusto por el dibujo y el detalle. En eso la serie funciona, pues los generales de las ciudades, tanto de Tagoviste como de Gresit, están trabajados y nos ambientan sin problema en este mundo irreal y peligroso. En su contra es que si no se hace perfecto, no soporta la comparación con la animación total, mucho más trabajada y visualmente mejor. Y en más de un momento da la impresión de que faltan planos o «frames», lo cual no es deliberado e imagino que intentan dotar a la serie de una estética ochentera pero no termina de convencer, como la historia que avanza a trompicones y mezcla buenos momentos e interesantes peleas con otros momentos donde decae el ritmo y que parece alargado el «libreto», lo cual es un calamitoso error en una temporada que sirve de presentación a lo que se nos narrará en próximos capítulos, aunque eso sí, son unos dibujos animados donde las batallas se resuelven con una buena dosis de «gore» y así la sangre, ojos y vísceras fluyen como parte esencial de la narración, por lo que no es recomendada precisamente para niños.
En cuanto a los personajes, bien por su creador Adi Shankar, en mostrarnos a un Drácula con una motivación para el mal, un villano elegante y culto que desencadena su caos por una razón, lógica y coherente. Trevor intenta tener una evolución de hombre alcoholizado y cansado de vivir a héroe salvador, y a pesar de la corta duración lo consigue, acompañado de Sypha, mujer de grandes convicciones y principios, el personaje recto de la serie, que une su magia al bien y la presentación de un interesante Alucard, un vampiro renegado que, a modo nietzcheano, intenta acabar con su padre creador. Veremos por donde continúan el serial pero la última batalla de Gresit, donde son derrotados las bestias aladas, sometidas a golpe de látigo y conjuros varios, dejan un buen «poso» y una perspectiva que «Castlevania» va a ir mejorando con el tiempo. Estrategia similar a la utilizada en «The walking dead», donde recordamos que su primera temporada constaba de solo seis episodios y viendo la repercusión que tuvo, siguieron exprimiendo el filón con años más largos y con más capítulos.
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