Sin pretensiones, sin más importancia de la prevista, me entretengo leyendo lo que dice la gente, opiniones por todos lados, por doquier, cátedras de rock impartidas en aulas que jamás pisaron la calle, ni siquiera para asomarse a ver a que huelen. Me embota la cabeza, que las arterias están hasta arriba hace demasiado tiempo, vete a saber de que. Sufrimos un politeísmo galopante de autoproclamados dioses de tercera que convierten un «Me gusta» en un santuario, en una religión ofuscada. El último punk se suicidó en Putney Bridge, clama un visionario subido en un barril de cerveza, artesana, faltaría más, que beber litros se ha convertido en cosas de parias, de marginales anclados en tiempos pasados y vividos. Abro los ojos, subo el volumen, a mi manera sigo siendo un viejo creyente, de los de puñaladas al sistema en forma de canciones. Destrozo los pestillos del refugio, que se presenta en forma de disco, de mis punk rockers favoritos, que se trazan un viaje accidentado de ocho canciones por la ría, mandando «Señales de humo».
Tiparrakers son mis punk rockers favoritos, me repito, me la suda, porque lo suyo es pura actitud, puta actitud. Un puñado de años haciendo canciones, con la mirada puesta desde su Barakaldo en lo que se ha cocido en aquellos lares durante tantos años de reconversiones industriales reflejadas en canciones hirientes, pero sin perder de vista lo que también se cocinaba en otras zonas más allá de los mares, de sus costas, sobrevolando Detroit o Melbourne a bordo de sus guitarras. Nuevo disco de Jon Ander, Iker, Jero, David y Jokin, nuevo disco para una fórmula que no caduca, porque sus razones tienen peso de sobra. Enciende la mecha con la velocidad implícita de «No comprendo», directo a la cara, dejando a las claras la insatisfacción con como están las cosas. «Quien es quien» entronca en su inicio con la portada, echando bilis sobre los descubridores, antiguos o modernos, que nos siguen colonizando, todo con la misma proporción de chuleria que de mala leche.
«Que aguante» es un puto minuto de adoración a Motorhead, a Lemmy, al jodido rock and roll por la cara. «Triangulo, cuadrado, rombo» tiene un rollo más melódico, unas guitarras muy chulas, y un estribillo adictivo. Ojo a la letra, ¡grande!. «Marcha y muere» eleva la adrenalina con unas guitarras muy rockeras, rápida y melódica, energía a flor de piel. «8 días» sigue la misma senda, más cruda en cuanto a la voz, un trallazo que tiene que sonar de muerte en directo. «Cebo vivo» se convierte en un ataque frontal y de nuevo me vienen a la cabeza Motorhead con ese riff que me recuerda al «Ace of spades» mientras que el estribillo es puro punk. Se acaba el viaje con «Ciudad higienizada» es puro Tiparrakers, con esas melodías tan marca de la casa. Si señor, ¡viva los Tiparrakers, viva el rock, el punk y la madre que los parió»
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