En principio y si nadie lo remedia parece la alternativa a disputarle el cetro de mejor película del año a “La La Land” en la próxima entrega de los Oscars. El factor que avala a esta modesta producción fue imponerse en la categoría de mejor drama en la reciente entrega de los Globos de Oro, aunque con sinceridad no veo que tenga mínima posibilidad ante el musical de Damien Chazelle.
Y es que “Moonlight” como “Manchester frente al mar” adolecen de lo mismo. Son producciones interesantes de grandes ideas y bien resueltas pero con ese halo de cine independiente que nunca se premia. Pero galardones aparte, la cinta de Barry Jenkins es una buena muestra de que el “underground” puede funcionar bien en casi cualquier lugar, ya que tenemos en frente una historia dura, en los arrabales de Miami, donde veremos la evolución de un personaje desde su infancia, adolescencia y primera madurez, marcado por una difícil convivencia con su madre drogadicta, su condición de homosexual y la dificultad de sobrevivir en un entorno hostil lleno de violencia y traficantes. De hecho, uno de ellos le servirá de “cicerone” abriéndole las puertas a una nueva visión del mundo y siendo prácticamente adoptado por él y su pareja que le convertirán en un hombre capaz de vencer sus miedos. Todo ello narrado con brío, con pulso narrativo, con tres actos diferenciados que marcan la evolución vital del personaje, desde el pequeño y asustado “Little”, al “Chiron” adolescente que empieza a descubrir su ciclo vital y acabando en la masa de músculos “Black”, confundido y tímido. Guion ambicioso, complicado y que Barry Jenkins resuelve con tino y es el pilar fundamental en el que cimentar su edificio y la puesta en escena. El Jenkins realizador no teme utilizar el mismo tipo de plano y las mismas localizaciones, pues desde la entrada en plano secuencia, desde fuera hacia dentro, deja claro que lo que pretende es un filme intimista y que lo que le interesa es como evoluciona el personaje, sin ambages y caminos sencillos, pues no fuerza ni su tensa relación con una madre arrasada por las drogas, ni el hecho de ser gay y las complicaciones en el instituto. Y eso es de agradecer.
Pero en un largometraje como éste, no podría funcionar sin un reparto acertado y unos secundarios que aporten a la trama. Y ahí se encuentra el punto fuerte de “Moonlight”, pues los tres actores que interpretan al protagonista están soberbios, desde el niño Alex Hibbert, el joven Ashton Sanders y el hercúleo Trevante Rhodes, acompañado de una Naomie Harris espectacular y con una justa nominación como secundaria, lejos de su “mujer florero” de “Belleza oculta”, un Mahershala Ali, muy justo nominado a mejor actor secundario, más cercano a la prestancia interpretativa de “House of cards” que de “hombre florero” en “Figuras ocultas” y compartiendo cartel en la de Theodore Melfi y en esta se encuentra la cantante Janelle Monáe que vuelve a dejar una acertada actuación.
Parece claro que visto el rechazo y la polémica del pasado año iniciada por Will Smith por la falta de actores de raza negra nominados, este año han debido compensar, pues aparecen unos pocos en casi todas las categorías. Va a ser que tal vez Will Smith no mereciese tanto esa nominación por “La verdad duele”. De hecho de haber merecido alguien esa condición, ese sería Idris Elba. Y es que esto del racismo sectario es extraño, pues los mexicanos arrasaron con González Iñárritu y Emmanuel Lubezki a la cabeza. Cosa raro pues entre el director de “El renacido” y “Birdman” y el Alfonso Cuarón de “Gravity” copan los últimos tres Oscars al mejor director. Ya veremos que sucede en unas días.
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