Para mí es una satisfacción inaugurar en Rock, The Best Music la sección de teatro pues es un género que me ha acompañado durante toda mi vida. Y además en un lugar tan señero como es el Teatro Español de Madrid, al que llevo asistiendo desde que era un adolescente y que sin duda es el templo de la escena que más he visitado, y con una obra tan enorme como es el Ricardo III de William Shakespeare.
Los encargados son la compañía Noviembre Teatro, en versión de Yolanda Pallín y dirección de Eduardo Vasco, que han conseguido una adaptación, que sin ofender el mítico texto del bardo inglés, parece sacada del teatro de Berthold Brecht, tanto por el escenario casi desnudo con unos cuantos baúles como único “atrezzo”, junto con un piano, donde los distintos personajes van entonando canciones casi de cabaret (“el mundo está al revés/ tiene la cabeza donde deben estar los pies). Una forma de representación que impacta pero que nos sumerge en la tragedia inexorablemente.
Vestidos que recuerdan esa época anterior a la I Guerra Mundial, que se acentúa en la batalla de Bosworth, con los uniformes de británicos y franceses de la Guerra del 14. Por cierto, la escena final es radical, ya que se acorta sobremanera a tan solo unos minutos pero que sirve de admirable colofón. Un trabajo excelente que juega con su perfecta dramaturgia y con una dirección modélica (hay que recordar que Eduardo Vasco dirigió la Compañía Nacional de Teatro Clásico durante siete años). Un universo que gracias a esos baúles y los trajes de gala pueden recordarnos la cubierta de un barco de lujo, antes de “irse a pique” que sería representado por la vela desplegada antes de la batalla final.
Tras “Hamlet”, “Noche de reyes”, “Otelo” y “El mercader de Venecia” supone el quinto Shakespeare del grupo y eso se nota en el dominio y el respeto al genial “libreto”, todo un compendio de ambición desmedida y amoralidad despiadada. Un deforme humano, víctima de su complejo, que por conquistar el poder no duda en acabar con cualquiera que le moleste, sintiéndose por encima del bien y del mal y con la dificultad añadida de que sus veinticuatro personajes son encarnados por tan solo once actores. Todos magistrales, pero del que destaca un pletórico Arturo Querejeta, cruel e irónico, con su rey Ricardo. Un rol complicado pero agradecido si se consigue una interpretación sobresaliente. Es posible que sea el protagonista más indeseable de toda la producción del autor de “Romeo y Julieta” (incluso por encima de “Macbeth”) pero que nos enseña hasta dónde puede llegar un político por lograr el gobierno. Los tiempos cambian pero no la condición humana. Incluso, la abyección tiene su lógica.
Es formidable como se ha resumido una tragedia de casi tres horas en cien minutos, sin perder un ápice de calidad y aportando una idea más moderna como el uso de música y canciones en directo. No en vano, hace lustros realicé un curso de introducción a la puesta en escena impartido por la Asociación de Directores Escénicos, en la Sala Cuarta Pared y Eduardo Vasco fue el ponente encargado de hablar de sonido. Normal que él firme la banda sonora junto a Leos Janacek. Y normal que con estos mimbres, uno salga del Español con la satisfacción de haber asistido a una obra fantástica. ¡Buenos Ricardo III se están viendo en esas tablas!, pues hace poco más de dos años asistía a un estupendo “Sueños y visiones del rey Ricardo III”, donde la dramaturgia la ponía José Sanchís Sinisterra y la portentosa actuación Juan Diego. Confío en que los años y las escapadas a Madrid sigan permitiéndome disfrutar en un lugar que es parte fundamental de lo que Flaubert denominó “La educación sentimental”.
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