No soy un ‘Marvelita’, aunque mi hija va en camino de serlo je, je, pero últimamente le estoy cogiendo el puntillo a todo este universo de superhéroes, tecnología y, en este caso, mística y dimensiones paralelas. Veo el negocio, la franquicia cada vez amplia más y más sus tentáculos, cada vez llega a más gente y engancha a nuevos acólitos, pero mientras otras ‘franquicias’ pierden fuelle (y credibilidad) por la pérdida de calidad, ideas y sobre todo trabajo de guión, la de Marvel parece ganarlo a cada paso que da y el caso del decimocuarto largometraje, Doctor Strange (2016), centrado en el personaje de homónimo nombre, es la prueba irrefutable de que se puede hacer buen cine de Ciencia Ficción gracias a una historia bien contada (sí, el guión otra vez) sin dejar todo el peso a los efectos especiales y las escenas de acción que siempre acaban agobiando por la falta de personajes definidos, una historia inexistente y un desenlace artificial y forzado.
La película ha sido dirigida por un Scott Derrickson crecido en estos últimos años gracias al tirón de Líbranos del Mal (2014) y Sinister I y II, además haber realizado El exorcismo de Emily Rose (2005) que, dicho sea de paso, me impactó mucho por no decir algo mas ‘escatológico’…
Centrándonos ya en la película, el director, basándose en la historia original de ese Doctor Strange -neurocirujano de élite que pierde la sensibilidad en sus manos por un accidente de coche adentrándose en la magia y la mística para curar sus demonios y egos personales- ha realizado un interpretación libre y personal (por lo poco que recuerdo de mis ávidas lecturas de adolescente) tanto del personaje principal como de los secundarios que revolotean a su alrededor y eso le honra como realizador por proponer algo nuevo y fresco.
En cuestión de entretenimiento, como poco conocedor del universo marveliano, la película se disfruta de principio a fin, no se hace pesada en ningún momento (el metraje no rebasa las dos horas) y tiene esas cositas que siempre me gustan cuando tenemos entre manos un largometraje de estás características, digamos, irreales, es decir, un drama bien planteado, un viaje ‘iniciático’ de tintes exóticos orientales y espirituales, gotitas de humor e ironía correctas en momentos clave y, bufff, lo mejor de todo, unos efectos especiales y una imaginería visual de lo más original con esas roturas interdimensionales que son una jodida pasada, incluso veo cierta influencia de aquella recomendable Inception (El Origen (2010)) a nivel visual.
En cuanto al reparto, bien, muy ajustado y creíble aunque al principio me cueste ver a Benedict Cumberbatch en plena crisis de identidad tras el accidente. Mejora mucho convertido en el ser mágico en el que se convierte. Con respecto a Rachel McAdams, me mola el papel que hace, podría ser más protagónico pero esas escenas en las que el humor hace acto de presencia se disfrutan mucho teniendola a ella flipada en todo momento por el mundo mágico que presencia indirectamente.
Lo dicho, una película muy recomendable y un universo, o más bien muchos, los que se te abrirán si vas a disfrutarla, como mínimo entre la cuarta y la sexta fila…
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