Ante las verdades no duelen prendas, o no deberían dolerlas. Cuando comencé a escribir en la red, aquello que me movía no fue jamás, el demostrar nada, porque como he comentado alguna vez, mi único bagaje es un buen montón de canciones escuchadas durante otro buen montón de años, y mi motivación, todas las canciones pasadas, presentes y futuras que me quedan por escuchar, por descubrir, por disfrutar. Por eso no me avergüenza mostrar mi desconocimiento en cuanto a ciertos artistas y bandas, a discos y canciones, que vuelen alrededor de mi mundo. Mis fronteras nunca están cerradas, mucho menos cuando suenan ecos procedentes de personas cercanas, cuyos intereses musicales, aunque a veces no coincidan al cien por cien con los mios, siempre me han merecido no solo respeto, también un estado de atención correspondido, una motivación a mi hambre de canciones, que unida a esa necesidad creciente que siento por escribir, por plasmar aquello que pasa por mi cabeza, a pesar de las limitaciones propias de aquel que escribe como una forma de sentir, de expresar.
Reconozco que no tenía ni idea de quien es Ray Wilson. Quizás el hecho de que hubiese formado parte de Genesis, debía haber jugado a mi favor, pero su filiación a la banda a final de los noventa lo aleja de mi campo de visión, ya que para mi la banda, practicamente pierde interés tras la salida de Peter Gabriel, así que lo dicho. La música fluye en mi cerebro según mi estado de ánimo, puedo pasar días escuchando death metal a saco, otros en los que soy incapaz de repetir sonoridades de un disco a otro y también a veces, necesito el reflejo de cercanias más intimistas. Y ahora paso por ese momento, en el que llevo unos días bajo de revoluciones, lo que me ha llevado casi de casualidad, guiado por esa portada maravillosa a un disco fantástico, que me ha atrapado de principio a fin, haciéndome centrarme en cada nota, en cada frase que completa cada canción.
Wilson hace gala de influencias progresivas, en esa profundidad de la que dota a sus canciones, en esa belleza implícita que busca en cada melodía, en cada pulsación, y además no falta esa esencia pop de calidad y elegancia, que adereza aún más cada canción. Me sorprendo cayendo rendido ante «Amen to that» o ante «Worship the sun». Siento una extraña alegría con sus canciones, con sus melodías, que parecen sonar en una única dirección, la de aquel que se pierde en su mundo de historias musicadas. Coloco este disco entre mis discos favoritos, y ya tengo en mi poder, su anterior álbum, «Song for a friend«, para disfrutarlo como merece ante un café bien cargado en este tiempo de otoño. Grandísimo.
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