La nueva propuesta del canal Netflix se llama Stranger things. Como ya viene siendo habitual, los estrenos de esta cadena son más que recomendables. Tras la sensacional Jessica Jones, ahora Netflix nos ha vuelto a sorprender muy gratamente con Stranger things.
Lo primero que a uno le atrae de esta serie es su ambientación en 1983. Stranger things no oculta su pretensión de homenajear a ese cine de ciencia ficción que dirigía y producía Spielberg a finales de los años 70 y primeros años 80. Son más que evidentes los homenajes a Los goonies, E.T., Poltergeist y Encuentros en la tercera fase. Incluso esa camaradería entre chavales me pareció heredera de adaptaciones de Stephen King como la estupenda Cuenta conmigo o It. La serie es todo un suculento regalo para los que crecimos en los ochenta. Algo que no hace mucho ya hizo J.J. Abrams en su recomendable Super 8. Puede que Stranger things nunca hubiera visto la luz sin el ataque revival que Super 8 provocó a una generación a la que los Transformers de Michael Bay les parecen demasiado modernos. Sea como fuere, Stranger things amplía significativamente el universo de referencias debido a que el formato televisivo da mucho más juego. No faltan en Stranger things los guiños a todo aquello que nos gustaba a quienes, como los protagonistas, fuimos niños en los ochenta. Se habla de El señor de los anillos o X-men (o La patrulla-X como se conocía aquí gracias a los cómics de la editorial Fórum) mientras pósters de Terroríficamente muertos, La cosa, Tiburón o el Tom Cruise de Risky business decoran las habitaciones de los protagonistas. Así mismo, vemos a los niños jugando a juegos de mesa o con muñecos y naves de Star wars. Ahora que lo pienso, todo ello sigue de total actualidad más de 30 años después, hasta Tom Cruise, es como si no hubiera pasado el tiempo o los creadores audiovisuales no hubieran sabido generar nuevos mitos. Mala cosa.
Volviendo a Stranger things, la ambientación es genial, esos peinados y esas ropas ochenteras están muy conseguidos. Tampoco hemos de olvidarnos de la música, Kyle Dixon y Michael Stein realizan una perfecta emulación del sonido de los sintetizadores que reinaba a principios de los ochenta. Por momentos me recordó a esos pastiches de los ochenta que Daft punk vienen haciendo en sus últimos discos y que tan buenos resultados les han dado. También suenan canciones de Joy Division, The clash, etc Quizás una de las pocas licencias en este sentido es el uso de la versión sinfónica que Peter Gabriel hizo en 2010 del Heroes de David Bowie, es un momento realmente trágico y el emotivo tema encaja perfectamente.
¿Pero de qué va Stranger things más allá de ser un homenaje al cine de los años 80? La desaparición de niño será el desencadenante de la trama. Las cosas no serán como parecen y sucesos muy extraños empezarán a ocurrir en la tranquila localidad de Hawkins. Mientras el sheriff y las autoridades buscan una explicación racional a los hechos, la madre del niño desaparecido (Winona Ryder) tiene una teoría mucho menos lógica. La entrañable pandilla de amigos del niño desaparecido será la responsable de mantenernos en vilo y entretenernos a partes iguales. El casting infantil es muy acertado, Finn Wolfhard, Caleb McLaughlin, Gaten Matarazzo y Noah Schnapp forman una pandilla genial de colegas. Cada uno de ellos tiene su propia personalidad y se hacen entrañables ya desde el primer episodio. Sin embargo, me decepcionaron los actores a priori ya consagrados (o recuperados) como Winona Ryder, musa de nuestra adolescencia que aquí no me acabó de convencer, y un Matthew Modine tan inexpresivo como siempre.
Stranger things es muy difrutable por su ritmo y su adictiva trama más allá de su ambientación. No es únicamente un cumulo de clichés y una sucesión de tópicos. Los hermanos Matt y Ross Duffer no han dotado a su historia de una personalidad original pero sí, como Tarantino, han sabido reciclar con gracia consiguiendo que nos resulte refrescante este tipo de revival. Quizás se deba a la nostalgia de cuando éramos niños y el cine era mucho más ingenuo que el actual.
Dejando de lado la nostalgia, Stranger things es una de esas series que uno no puede dejar de ver, que engancha como la droga dura y sin cortar que es. El final de cada episodio es un cliffhanger de manual que obliga a seguir con la historia y a invertir horas de sueño hasta que finalmente se impone la cordura y nos vamos a dormir a las tantas. Lo pagamos al día siguiente, pero vale la pena. Por suerte sólo son ocho episodios. Recemos para que no hagan más temporadas.
0 comentarios