Tras el éxito entre la crítica de Blue ruin, Jeremy Saulnier decide cambiar de género y nos presenta la típica película de unos jovenzanos metidos sin querer en un lío tremendo. Lío del cual todos sabemos que no va a terminar bien para todos ellos. La novedad reside en que los jovenzanos son miembros de un grupo punk que ha ido a parar a un local regentado por neo nazis.
La verdad es que la Green room, sin llegar al nivel de Blue ruin, se ver con agrado y tiene las dosis justa de violencia. Me gustó el hecho de los malos de la función no sean seres sobrenaturales ni vampiros del espacio. Son algo mucho más real, que existe realmente y, por lo tanto, mucho más aterrador. Nunca he cruzado de madrugada con un vampiro o un zombie pero sí me he cruzado con algún espécimen similar a los que salen en la película. Me agradó la idea de crear tensión y terror en el espectador ante una situación límite que le puede pasar a cualquiera con un poquito de mala suerte. Tras la premisa inicial reconozco que el desarrollo del film cae en lo rutinario pero está sorprendentemente escrito y rodado. No estamos ante una película que busque revolucionar el género ni aporte una mirada innovadora, nada de eso. Estamos ante un correcto ejercicio de estilo que puede hacer pasar un buen rato a los aficionados a este tipo de cine.
Los 95 minutos de Green room se pasan en un suspiro, algo que siempre es positivo, su ritmo es ágil pero no deja poso. Y es por culpa de un guión que sabe crear tensión pero no la sabe resolver. Hacia el final la trama empieza a perder fuelle. Los malos son muy malos y muy listos hasta que de pronto se vuelven torpes e idiotas. Además, todo ese rollo de la charla motivacional y el grupo favorito que te llevarías a una isla desierta me parece algo muy visto por mucho que se intente presentar de forma novedosa. Una pena que el guión pierda fuelle de esa manera. Al menos te hace pasar un rato en tensión y tiene algún buen susto. Se olvida al acabar, cosa que no pasaba con la anterior cinta de Saulnier.
Cabe destacar que es uno de los últimos trabajos del actor Anton Yelchin, fallecido recientemente. Curiosamente otro compañero suyo en Green Room, Patrick Stewart, también participó en la saga Star Trek.
A pesar de estar ambientada en un ambiente más cercano al punk, tenemos que esperar hasta los títulos de crédito para escuchar la mejor canción de la película que no es otra que la maravillosa Sinister purpose de The Creedence Clearwater revival.
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