SOLNashville siempre ha sido la joya de la corona de la música norteamericana. Pese a todo, no es una ciudad que se encuentre situada plenamente en el medio oeste de la geografía norteamericana. Su posición estratégica en el mapa, cercana a Texas y California, la ha convertido en una especie de receptáculo de influencias: siempre ha sido la Bizancio musical de Estados Unidos. Ahí se juntan lo salvaje y primitivo, lo estético y delicado. Y eso un viejo zorro como Solomon Burke lo sabía a la perfección cuando marchó a grabar uno de sus mejores álbumes del siglo XXI como Nashville. Editado en el año 2006, el músico de Filadelfia se dirigió allí con el objetivo de reeditar el éxito obtenido con Don´t Give Up On Me en el año 2002, el cual le valió un Grammy y, sobre todo, el reconocimiento por parte de una nueva generación de artistas influidos por él –como fue el caso de Joss Stone, Norah Jones, Jamie Cullum o el propio Gregory Porter-, que vieron en su figura y en sus sucesivas reinterpretaciones del género, el modelo a imitar. Consciente de que los años de Atlantic Records, cuando ésta era la égida de la música negra y tuvo en nómina a otros tres colosos musicales como Sam Cooke, James Brown o Ray Charles, habían pasado, decidió renovar su sonido y adaptarlo a los tiempos que corrían. Para ello contó con Buddy Miller a la producción.

Buddy Miller tampoco necesita presentación. Desde que iniciara su singladura musical en el año 1995 siempre fue uno de los máximos exponentes de la música de raíces norteamericana. Obviando una producción discográfica de altísimo octanaje en solitario, las experiencias profesionales con Levon Helm -con quien trabajó en el DVD Ramble at the Ryman, en el año 2011-, Patti Griffin –participación destacada de éste en el cedé Downtown Church de 2010- o con el Robert Plant, que con Band of Joy hizo uno de sus mejores álbumes de su carrera, amén de los nombres de Elvis Costello o John Fogerty, ayudaron enormemente al propio Burke a la hora de enfocar su trabajo en este plástico. El trabajo de Miller en Nashville fue, tal y como comentó el propio artista en diversas entrevistas, el de un instrumentista que sabía qué era el Country y el Western y el de un profundo conocedor de toda la poética y mitología que la ciudad, sus cafés, clubes y calles emanaban. Pero no sólo de Miller se dejaba aconsejar Burke: Nashville es también un álbum en el que las colaboraciones de músicos amigos suyos toman protagonismo.

Así las cosas, las duetos protagonizados con Dolly Parton en Tomorrow is Forever –el suave rasgueo de guitarras acústicas acompañando la ceremoniosa y marcial voz de Burke con la de Parton, junto con el piano asumiendo a la perfección su papel secundario-, los retazos de música Blues y su perfecto enlace con el coro góspel y el sonido de la armónica, como si del Bob Dylan de sus álbumes de los sesenta se tratara en Honey Where´s The Money Gone, demuestran que el interés del ‘King of Rock n Soul’ no sólo estaba circunscrito al ámbito de la música Country. La melancolía del Hammond en Atta Way To Go, con su maravillosa sección de instrumentos de viento alzándose de forma imponente entre guitarras y mandolinas, encaja a la perfección con cada una de los cortes que afronta con Patty Griffin, Patty Loveless o Emmylou Harris: Up the Mountain, We´re Gonna Hold You o You´re the Kind of Trouble, las cuales, aparte de constatar el talento del de Filadelfia a la hora de elegir a sus acompañantes, muestran su enorme capacidad de asimilación de nuevas corrientes dentro del género como hemos hecho referencia en el primer párrafo. Sereno, melancólico y con la tranquilidad como estandarte, pergeña toda una serie de canciones y versiones –como la de Ain´t Got You de Bruce Springsteen– haciendo de éstas auténticas joyas contemporáneas del género.

Burke era un humilde predicador; un siervo de una música que amaba y que le sirvió de pasaporte hacia un mundo en el que no cupieran la injusticia y la alienación. A lo largo de su carrera, y especialmente en su penúltima y última etapa –y en esto guarda un más que notable paralelismo con Johnny Cash de la serie American Recordingsde los noventa y el nuevo milenio, Burke fue capaz de interpretar sobre el terreno las enseñanzas de la vida y la configuración del nuevo orden musical. Haciendo gala de un corazón roto y una serie de heridas cauterizadas a través de su trabajo, en Nashville suena sincero y elegante. Él era consciente de que cada hombre nace en un determinado lugar y  círculo temporal por alguna razón. Para encontrar su camino tenía que acudir a la música para sobreponerse a la complicada situación de los derechos civiles y políticos de los afroamericanos en Estados Unidos. Sin embargo, no perdió nunca la sonrisa, la ilusión de la juventud y las ganas de seguir aprendiendo. El Soul siempre fue una plegaria que buscaba un poco de amor y comprensión, Solomon lo comprendió y luchó por ello hasta el advenimiento de su muerte.

SOLOMON BURKE – Nashville

by: Alex Palahniuk

by: Alex Palahniuk

Veinticuatro años. Estudiante de Derecho, amante de la música, la literatura, el ensayo y apasionado de la escritura.

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