90Estos días leía una entrevista a Magma, una banda, que para mi, siempre ha ido rodeada de cierto halo de misterio y de clausura. Posiblemente, que canten en un idioma inventado, las acusaciones de nazis, que les cerraron mil puertas o el propio caracter de Christian Vander, haya facilitado aún más esa forma de verles. Sin salir de territorios progresivos, un mundo que se me antoja a la vez maravilloso y difícil, es el del kraut rock, esa forma de entender el rock progresivo que se gestó en Alemania, como seña de identidad de una serie de grupos, convertidos en bandas de cultos, cuyos discos no están al alcance de cualquiera que sea capaz de sentarse ante su propia definición de los ritmos. Esa indiferencia ante la accesibilidad de su música, ante el concepto de comercialidad cuando al arte se refiere, reconozco que me ha atraído desde hace ya mucho.
Aún siguen saliendo bandas que no les importa tomar el camino difícil a la hora de expresar sus inquietudes en forma de canciones. Grupos que cimentan su carrera en una forma de entender el rock, alejado de las grandes masas. Uno de esos casos, y que a mi personalmente, me atrapan sin remisión, serían por ejemplo, los norteamericanos Earthless, o aquí, en el viejo continente, los alemanes The Spacelords, que curiosamente, abren sus mentes para recibir la herencia de ese kraut rock de su tierra, e impregnarlo de ciertas nociones ácidas del rock psicodélico procedente de EEUU. Detrás de una preciosa portada, nos encontramos con este «Liquid sun», tres composiciones que suman casi 35 minutos de una maravillosa complejidad musical.
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