Viernes, 16: 10 de la tarde: un sol hereje y africano en Murcia. Soléa Morente actúa en el escenario principal. Las referencias que teníamos en la capital de la mediana de la saga Morente fue que el recital ofrecido en el Teatro Romea en el mes de febrero dejó más dudas que certezas. El apellido, igual que puede ser un motivo para enorgullecerse, puede ser una rémora. No fue en el caso del SOS: Soléa, en los escasos treinta minutos que estuvo actuando, ofreció un recital muy solvente; abrir un festival a una hora en la que todo el mundo está en el séptimo sueño o llegando, es siempre difícil; pero la excelente banda que lleva de soporte son músicos de renombre y con un talento fuera de toda refutación como la banda que lleva, con miembros de Lagartija Nick o 091, lo hizo más llevadero. Interpretaciones como Todavía, Yo escucho los cantos, Oración –magnífica interpretación de la granadina, con los tonos medios de su cálida y hermosa voz llevando la batuta- demostraron el recorrido y la exquisita formación musical de Soléa que su padre con tanto ahínco se encargó de inculcarle a todos sus retoños.

Soléa es tímida. Cuando se sube al escenario derrocha talento y buenas maneras; pero ha de soltarse más. Ciertamente, cuando grabó con Los Evangelistas, no tenía la responsabilidad de tener que ser ella la de liderar la banda, pero ha de saber que ella es ella y sus circunstancias, que las tornas han cambiado, y que el apellido, por muy lustroso que sea, no ha de superarla. Talento tiene: una voz cálida y melodiosa, por supuesto, al igual que propósito de enmienda respecto a su retraimiento. Su intención de llevar el Flamenco por el lado de la heterodoxia como hizo el propio don Enrique con Omega junto con Lagartija Nick, demostrando que el dogmatismo del Flamenco se podía dejar de lado, es una idea con muy buena base: sólo falta pulirla. Un muy buen concierto para quien suscribe este artículo.

Nada más terminar la granadina, servidor se fue al escenario Inside para ver la actuación de los pamploneses Belize. Las referencias que uno tenía de ellos eran inexistentes y  les sucedió algo similar que a Soleá: han de soltarse si quieren llegar a una esperada comunión entre público y artista. Pese a hacer gala de un buen sonido –quizás unas guitarras demasiado soterradas en detrimento de los teclados y la batería. Se les veía, también, demasiado flemáticos. Su Pop colorido, lejos de la pretenciosidad de otras formaciones, seguramente funcione mejor de noche que por la tarde. ¿Qué podemos decir a estas alturas de unos músicos como Corizonas? Geniales de principio a fin. Un show sin fisuras y abolladuras. Demostraron por qué son, de largo, una de las mejores bandas de este país. El conjunto liderado por los egregios Fernando Pardo –guitarra y miembro fundamental de los también imprescindibles Sex Museum-, David Krahe –guitarra y sobrino del gran Javier Krahe– y Javier Vielba –voz- tocaron a las 17:30 en el escenario principal. ¿Una mala hora para Corizonas? Muchos lo pensaron, pero a ellos les dio igual. Con tan sólo tres minutos de retraso, los madrileños nos ofrecieron un recital en el que, aparte de repasar varios de los temas de su nuevo elepé, Nueva dimensión vital, revisaron una discografía meritoria y de calidad. Las interpretaciones de Run To The River, The Falcon Sleep Tonight –actuación estelar del trompetista Yevhlen Riechkalov-, las improvisadas jam-sessions de Vielba,  golpeando la caja y el bombo de Roberto Lozano, de la mano de la estupenda versión de Black Sabbath, cerraron un recital inconmensurable. Uno de los grandes triunfadores de la noche del viernes, sin lugar a dudas. ¿Habrá justicia para ellos? Esperemos que sí.

Toundra son presente y futuro del Rock en nuestro país. Venían precedidos de un concierto sensacional en el Barclaycard Center de Madrid y fue salir al escenario y, directamente, arrasar. A día de hoy, pocas bandas pueden hacerles sombra cuando los madrileños tienen su noche. Su espectacular relación simbiótica de Post-Rock, Rock y Metal progresivo sedujo a todos los asistentes. Una ejecución impecable, una actitud irreprochable: quizás no era el festival que más se ajustaba a su propuesta musical: pero tanto la organización como el propio se marcaron un gran tanto. Hicieron de la necesidad virtud e hicieron el mejor concierto de la noche del viernes. Escépticos y devotos salimos plenamente convencidos. El cuarteto de la capital, como César en las Galias, tomó el escenario Inside y como botín adquirió el cariño de todo el público. Pocos se entregaron más y mejor que ellos. Un sobresaliente inapelable.

Manic Street Preachers empezaban diez minutos después del concierto de Toundra. Había expectación por verlos. Los galeses, por derecho propio, se convirtieron en uno de los grandes nombres del Rock británico de los noventa. Se presentaron en el escenario principal con la portada del álbum Everything Must Go –una bonita forma de homenajear al desaparecido y querido Richey James Edwards. ¿El concierto? Tanto por experiencia y calidad, perfecto; el sonido, por el contrario, un poco bajo. Sin embargo, tocar un álbum entero como hicieron ellos puede ser un arma, en ocasiones de doble filo: o el disco es una obra maestra atemporal e incuestionable o un trabajo variado, o se puede hacer tedioso. Y eso sucedió en la primera parte del concierto. Afortunadamente supieron interpretar al show y lo que demandábamos, y con Motorcycle Emptiness, Walk Me to the Bridge o You Stole the Sun From My Heart nos enseñaron por qué esa banda, que inició una sensacional transición del Punk-Rock de sus tres primeros álbumes hacia el Rock alternativo en el citado ´Everything Must Go`, es una de las formaciones más respetadas del Reino Unido; y con la sensacional If You Tolerate This Your Children Will Be Next demostraron que el compromiso político y la lucha por el papel histórico y reparador de la justicia no ha de quedar en el olvido por el paso del tiempo.

Tras haber hecho un receso y meditar sobre cuál debería ser mi próximo paso, estuve cavilando sobre si ver a Love of Lesbian o ir al parking a beber. Al final me decidí y ahí estuve. Un concierto que uno disfruta cuando se es fan de los barceloneses, que no es mi caso. Lo cierto es que el combo de Santi Balmés siempre juegan a caballo ganador: están respaldados por una ingente cantidad de fans que sellarían un pacto de sangre con los integrantes de la formación catalana; al menos eso es lo que pudo colegir un servidor cuando habló con algunos de sus acérrimos antes del show. Es cierto que ya están instalados en esa atalaya de superioridad, en esa zona de confort proporcionada por el hecho de haber lanzado una serie de álbumes que definen todo un estilo en el siglo XXI en España, pero saben a quiénes se deben. La posición privilegiada que tienen, discutible o no, ahí está. Cerca de las torres de sonido del festival, servidor se puso a ver a Chrvches. Su propuesta, en la que se citaban la Electrónica y el Synth-Pop, hizo las delicias de un público que, a las doce y media, necesitaba bailar y drogarse. Muchas referencias a la música a  Cocteau Twins y Laurie Anderson en un concierto muy bien manufacturado. El público se lo pasaba en grande. Nos faltaban los chándales rosas de los Modern Talking, algún sampler de Louie Louie y los zapatos con calcetines blancos para haber revivido la electrónica de los ochenta.

Lo de León Benavente no tuvo nombre: ¡qué bandaza y menudo directo! Los que, en su momento, fueron músicos de Nacho vegas, demostraron que su primer álbum no fue fruto de una casualidad: llevan décadas trabajando en escenarios de mala muerte; y cuando el panorama alternativo en España aún era una quimera o ficción, ellos, poco a poco, con tozudez berroqueña, trabajaban con fruición y fe con otras formaciones. Grandes muestras de potencia instrumental, un frontman carismático y en estado de gracia y, sobre todo, una serie de letras que mostraban todo el repertorio cultural de los madrileños, fueron lo que más sorprendieron al aquí firmante. Las referencias a la Velvet Underground, Neu! o a los Smiths encontraron en ellos a unos buenos heraldos. Arriesgaron y triunfaron. Después del estupendo sabor de boca que me dejó la formación, visité los demás escenarios, especialmente el SOS Club, dedicado a menesteres electrónicos. Por momentos creí encontrarme a mediados de los años noventa en España y principios del siglo XXI: sólo faltaban Susana Reche o Chiqui Martí, como en Crónicas Marcianas, haciendo un numerito con una boa alrededor del cuello. Divertido sin lugar a dudas. Seguiremos informando del segundo día del festival.

by: Alex Palahniuk

by: Alex Palahniuk

Veinticuatro años. Estudiante de Derecho, amante de la música, la literatura, el ensayo y apasionado de la escritura.

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