Una vez, en la fila de un cine, escuché casualmente una conversación en la que una persona expresaba que Sunshine era una aburrida empanada mental del amigo Danny Boyle que se creyó Kubrick por un rato. La verdad es que no sé el motivo pero tomé como ciertas las palabras de aquel contertulio anónimo y perdí todo interés por esta película. Pero ocurre que varios años después me la recomendaron tres personas distintas el mismo día y me surgió la duda de si Sunshine valía la pena. Sin ninguna fe ni esperanza, me dispongo a ver Sunshine. Y he aquí que me encuentro con un film muy interesante y que me atrapa desde el primer momento con su densa atmósfera.
Sunshine forma parte de esta ciencia ficción seria bastante más rigurosa y mejor documentada que lo que suele ser habitual. Se podría considerar en cierto modo un precedente de Gravity, Interstellar o Marte. Es cierto que Sunshine bebe de las fuentes de la Santa Trinidad de la cencia ficción espacial: 2001, Solaris y Alien, pero Boyle logra escapar del simple pastiche corta-y-pega y crea una película con entidad propia. Y vaya si la tiene. La verdad es que a veces el film brilla como una supernova.
Sunshine emparenta con la ciencia ficción y el cine de catástrofes de los años 70 y dice mucho más de lo que parece a simple vista. Se parece mucho más a Naves misteriosas que a ese horror que es Armagedón o el cine del nocivo Roland Emmerich, por suerte. Sunshine no es sólo una peli de unos científicos enviados al sol intentando salvar a la humanidad. No es cine de aventuras (aunque las hay) es otra cosa: el guión de Alex Garland es un drama épico en toda regla. En varios momentos del film vemos a personajes que deben enfrentarse a una muerte segura para que la misión siga su curso, el bien superior (la supervivencia de la raza humana) justifica cualquier sacrificio. Pero el instinto de supervivencia es individual y no será fácil sacrificarse. Cada personaje afrontará su destino de forma diferente.
El film parece destacar la paradoja de que el Sol es el origen de la vida conocida y a la vez sea su destrucción. El Sol es el objetivo de la misión, pero ni la nave ni la tripulación pueden exponerse a él sin protección. Cuanto más cerca están de su objetivo, éste se vuelve más peligroso. Elementos como el enorme escudo contra la radiación solar o los trajes solares proporcionan algunas de las mejores escenas del film.
Danny Boyle demuestra ser un director con personalidad propia (algo que ha veces ha jugado en su contra) y que no fue casual su éxito con películas tipo
Trainspotting o
28 días después. Su talento se vería confirmado con films posteriores como
Slumdog millionaire o
127 horas. Boyle dirige
Sunshine con mano maestra, llevando perfectamente el ritmo y saliendo airoso de una tarea más que compleja. Sunshine es su particular 2001,
su obra más ambiciosa hasta la fecha, la más arriesgada y la que mejor factura técnica ofrece (simplemente inmejorable).
Lamentablemente, hacía el final la peli tiene algún giro argumental bastante forzado perdiendo algo de fuelle. Algo también habitual en la carrera de este director. El conjunto se resiente y acaba convertido en una digna enana blanca. Aun así, Sunshine es un film más que recomendable para los aficionados a la ciencia ficción.
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