Asumo que a algunos les puede parecer extraño o inapropiado comentar por estos lares tan rockeros un disco de Pet shop boys. De hecho, Pet shop boys llevan a gala ser los abanderados del anti rock. Ellos mismos han ridiculizado todos los clichés del rock. Esas melenas al viento, esas poses provocativas de cualquier estrella del rock (pecho descubierto, pantalones ajustados, lenguas fuera, etc) y toda esa testosterona no van con ellos. Pet shop boys son otra cosa. Ni mejor ni peor. No son un grupo de rock, eso está claro. Sus influencias van desde Kraftwerk a la música disco pasando por la música clásica, pero no el rock. Sin embargo, bajo esa estereotipada apariencia de inofensivo grupo de electro pop se esconden una afilada ironía y un exquisito gusto por las melodías. Me he cansado de defenderlos ante mis amigos más rockeros, siempre me alegan que no te puede gustar el rock y ser fan de Pet shop boys. Son como polos opuestos que se repelen. Sin embargo, os aseguro que se sí se puede. Toda música tiene su momento y todo depende de gustos. Sin embargo, sus 2 últimos lanzamientos me están dejando sin argumentos dándoles la razón a quienes los definen como simple música de baile.
Mientras estuvieron en el sello Parlophone la discografía de Pet shop boys tenía una doble vertiente bien diferenciada. Por un lado tenemos su discografía oficial con discos de pop en los que los ritmos bailables se alternan con tiempos medios e incluso baladas de lo más emotivas. Es su discografía más conocida con discos como Please (1986), Actually (1987), Introspective (1988), Very (1993) o Fundamental (2006). Por otro lado tenemos una discografía alternativa en la que el equilibrio entre ritmo y armonía se decanta abiertamente por el primero. Cada disco de esta serie empezaba por la palabra Disco a la que seguía el número de orden de cada entrega y estaba formado por remezclas destinadas a las pistas de baile. El resultado era desigual, Disco (1986) sirve hoy para hacernos una idea de cómo era la música de baile a mediados de los 80, Disco 2 (1994) es una infumable sesión rave de los 90, Disco 3 (2003) contiene algún tema nuevo salvable y Disco 4 son remezclas de Pet Shop Boys sobre temas ajenos (The Killers, Madonna, Yoko Ono, David Bowie y Rammstein entre otros). Incluso podría hablarse de una tercera vena creativa de Pet Shop Boys, la vena más culta: esa que les hace involucrarse en proyectos como componer música para ballets, crear musicales en el West End o poner música al film El acorazado Potemkin.
Pero llegó la crisis discográfica y, tras 28 años bajo el paraguas de Parlophone, Pet Shop Boys se quedaron sin contrato discográfico. Como muchos otros artistas consagrados, debieron buscarse nuevas maneras de mantenerse en el negocio y decidieron crear su propio sello, X2. Es entonces cuando lanzan en 2013, sólo 9 meses después de su último lanzamiento para Parlophone, el disco Electric producido por Stuart Price (Madonna, New order, Kylie Minogue, The killers). Electric supuso una ruptura con la principal dicotomía de su trayectoria anterior (la pop y la dance), siendo concebido pensando casi exclusivamente en los clubs. Nada de tiempos medios ni sus habituales muestras de exquisito buen gusto. Se habían vendido a la comercialidad en busca de un nuevo público más joven. Las alarmas saltaron pero no era grave, era únicamente un paso en falso que les reportó buenos dividendos. Como si fuera una calculada venganza contra la compañía que les dejó marchar, Electric fue su disco más exitoso desde el ya lejano Introspective de 1988.
La cosa fue tan bien que 3 años después vuelven a la carga con Super (2016), nuevamente producido por Price y que parece ser la segunda parte de una trilogía (¡¡horror!!). Super está inspirado por las noches en los clubs berlineses que el dúo frecuenta últimamente y se nota que se ha gestado en ese ambiente. Es un disco adrenalítico y un hedonista ejercicio de música de baile actual. Otra inmisericorde sucesión de modernos ejercicios para bailar. Si en Electric los temas tenían largos desarrollos cercanos al trance, en Super, todo suena más urgente y directo. Son temas eufóricos destinados a los clubs y al subidón más químico.
Tras 30 años de carrera estos tipos tienen permiso para hacer lo que quieran. Poco importa que Neil Tennant tenga 61 años y Chris Lowe 56, los viejos rockeros nunca mueren y los viejos clubbers tampoco. A este paso, Pet shop boys van a convertirse, si no lo son ya, en los Rolling Stones del dance. Nada de dejarse arrinconar por las nuevas generaciones. Nada de hacerse mayor o entregar un disco de madurez. Pet shop boys siempre se salen por la tangente (para bien o para mal). Con Super siguen su huida hacia delante y suenan actuales, demasiado. La sutileza, las melodías pop y la ironía habituales son aplastadas por los acelerados ritmos y los sintetizadores. La producción de Price es simple pero efectiva, siempre que únicamente busques bailar sin freno hasta que el cuerpo aguante.
Yo echo de menos sus arreglos orquestales y sus acertados tiempos medios. Reconozco que Super me ha pillado con el pie cambiado (o mayor, directamente) y no me ha gustado. Su obsesión por sonar modernos y adaptarse a las nuevas tendencias de los clubs les ha alejado demasiado de mis gustos. Super puede ser un disco ideal para salir de fiesta o para una tarde de domingo con resaca de ácido, pero yo me encuentro bastante lejos de todo ello. Es la primera vez que un disco suyo no me dice nada, durante buena parte del disco espero a que se acabe la canción que está sonando para ver si la siguiente es algo menos machacona o tiene algo más de miga. Tan actuales se han vuelto PSB que se han vulgarizado en exceso. Hay hasta reggaetón en el tema Twenty-something, toma ya. Sin complejos. Tampoco The pop kids o Inner sanctum me dicen demasiado. Únicamente me llama la atención el par de temas en los que nos dejan ver su lado más íntimo: The dictator decides y Sad robot world (donde resulta demasiado obvia la influencia Kraftwerk). No son grandes temas pero al menos los oídos descansan de tanto ritmo machacón y nos devuelven momentáneamente a los Pet Shop Boys de antaño. También la melodía de Into thin air (tema que cierra el LP) me recuerda a sus mejores momentos.
Lo dicho, este empeño por sonar rabiosamente actuales no les ha salido nada bien. Suenan actuales pero Super es su peor entrega hasta la fecha.
Bueno, en realidad , en sus entrevistas de los años ochenta, principios de los noventa, ellos siempre declararon que nunca consideraron el Rock como música, y que si había un músico que les atraía era David Bowie. Pero lo demás lo entendían como un producto muy inferior..
Saludos…
a mi me encanto el disco. burn, pazzo y the pop kids son las mejores, y eso de que es el peor cd de pet shop boys nada que ver.su peor trabajo va a ser siempre Fundamental, nunca lo escucho demasiados temas lentos.
Error, para mi es un discazo, cuestion de gustos, pero para mi de lo mejor del año