… Y Riff Producciones obró el milagro. Eran muchos los años transcurridos desde la última vez que el fundacional combo madrileño se había personado en Sevilla y, en el interín, el legado del grupo capitaneado por Johnny Burning (a la sazón único superviviente de la formación original) parece estar viviendo un repunte. Una suerte de vindicación por parte de la crítica que arrancó con la edición de “Pura Sangre” y culminó con el lanzamiento del directo “Vivo y Salvaje”.
En plena resaca de la celebración de su -se dice pronto- cuarenta aniversario, los madrileños parecen decididos a demostrar que no son una entidad dispuesta a vivir de las rentas: Tras una apertura a todo gas con “Madrid”, alternaron a lo largo de todo el set clásicos incontestables de su repertorio con piezas pertenecientes a su último esfuerzo discográfico. Resulta ocioso indicar que “Rock and roll mama”, “Jim Dinamita” o “Esto es un atraco” fueron acogidas con mucha mayor algarabía que, pongamos, “Todo a cien”, “Corre conmigo” o “Águilas” pero Johnny no parece inmutarse ante la fría acogida que el respetable (con una edad media comprendida entre los cuarenta y muchos y los cincuenta y tantos) le dispensa al material de factura reciente, llegando a entregar hasta ocho cortes de “Pura Sangre”.
Con unos músicos con muchas horas de vuelo a sus espaldas, entre los que cabe destacar al histórico saxofonista Maikol Slingluff (habitual esporádico en las filas de Burning desde los primeros 80’s), los Burning del siglo XXI guardan poca relación, siquiera conceptual, con aquel grupo de hijos de La Elipa y el glam barrial: La actitud deslavazada de antaño ha sido sustituida por una ejecución profesional, entre las florituras de Edu Pinilla es difícil detectar el sentido del riff de Pepe Risi y Johnny salta de su teclado para ejercer de frontman (con sorprendente oficio, todo sea dicho). Con eso y con todo, las canciones, historia elemental del rock and roll patrio, hacen las veces del necesario nexo de unión entre los tiempos heroicos y el momento presente. Y ahí llevan las de ganar. Esquirlas incontestables del calibre de “No es extraño que tú estés loca por mí”, “Mueve tus caderas”, la sentida “Una noche sin ti” y, claro, “Qué hace una chica como tu en un sitio como éste”; Constantes guiños al arsenal stone que cristalizaron en una relectura del “Star Star” convenientemente adaptada al castellano; Concesiones a su protohistoria glamítica y angloparlante – un “I’m burning”, que, al humilde entender del abajo firmante no encaja mucho en el repertorio- y algunas rarezas (por eso de no ser elecciones obvias, a priori) disparadas a bocajarro como “Nena”, “Jack Gasolina”, “Ginebra seca” y, sobre todo, “Muévete en la oscuridad” que pasaron por ser de lo mejor de la velada. Entreveradas, ya se dijo, piezas pertenecientes a su último largo, empapadas en regusto clásico, entre las que destacaron la hímnica “Tu te lo llevas todo” y la suprema elegancia que encierra “Dolor”.
Los Burning actuales, en suma, ofrecen shows pulcros y notables, en los que prima la parte más netamente rockandrollera de su repertorio, entregando un set -aún con algún traspiés- cuajado de clásicos oficiados por una banda perfectamente engrasada (no en vano algunos de los nuevos Burning llevan cubriéndole las espaldas a Johnny desde hace más de dos décadas) a la que si hubiese que ponerle un pero sería un exceso de celo que contrasta con la entrega de la que hizo gala en todo momento el líder. Minucias aparte, y dicho en corto, Burning siguen siendo Burning pese a los avatares del destino, siguen ondeando con orgullo la bandera de su rock and roll deudo de Reed, Bowie y los Stones y efectuando conciertos tan fieles a su legado como impermeables a la nostalgia hueca.
Fotos: Macarena Villarreal
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