Cuándo ya nadie esperaba nada discográficamente hablando por parte de The Rolling Stones, éstos, propulsados por el repunte de popularidad y los fastos que supuso la celebración de su cuarenta aniversario, para sorpresa de propios y extraños, se destaparon con el lanzamiento de una nueva obra.
«A Bigger Bang» adolece, a priori, de los mismos defectos que lastraron a piezas pretéritas como «Voodoo Lounge» o, especialmente, «Bridges To Babylon», a saber: Superávit compositivo que se traduce en un número exagerado de canciones (dieciséis, nada menos), momentos donde se acusa cierta tendencia al piloto automático, así como la inclusión de canciones que habrían estado mejor engrosando la producción solista de Jagger. Sin embargo, nos encontramos ante un grupo sonando acorde a sus tiempos, sin escudarse en vergonzantes revivalismos de su propio legado ni quedándose en el intento de reverdecer laureles, que ha sabido madurar -con- su sonido sin llegar a estancarse en los parámetros de la fórmula, entregando una colección de canciones que, pese a hacerse larga por momentos, llega al notable sin mayores aspavientos.
El album abría fuego con una tripleta ganadora, que confirmaba el buen estado en que se encontraban: El rotundo rock and roll inaugural de «Rough Justice» daba paso a la deliciosa «Let Me Down Slow» que a su vez precedía al riff maestro que envuelve la chulesca «It Won’t Take Long». La impresión que producen es común: Pese a haber tardado casi una década en entregar material nuevo, el resultado está a la altura. La voz de Jagger parece inasequible a la erosión del tiempo, y parece que la producción deja más espacio a las guitarras de Richards y Wood, algo difuminadas en el trabajo inmediatamente anterior. Tras semejante apertura, la discotequera «Rain Fall Down» sabe definitivamente a poco.
«Streets Of Love» es el single indiscutible e indiscutido del álbum. Y cómo suele pasar con ésta clase de productos, capaz de generar reacciones de lo más opuestas. Desde los que lo consideran una perfecta carta de presentación en forma de exquisito pop a los que echan espumarajos por la boca ante lo que consideran como una descarada concesión a la comercialidad. Servidor, lo confiesa, pertenece a la primera categoría.
«Back Of My Hand» ofrece, por fortuna para los puristas, todo un remanso. Una excursión al blues crudo, cargado de slides y sentimiento deslavazado qué remite, indefectiblemente, a lo que se traían entre manos los stones de los viejos tiempos, aquellos que grababan en las dependencias de Chess covers de lo más granado de la música negra del momento.
Con un insólito line-up reducido a los cuatro miembros supervivientes, con Mick haciéndose cargo del bajo, pulen un disparo de rock and roll de envidiable factura, «She Saw Me Coming» que da paso a uno de esos números que no habrían desentonado en un disco solista del cantante: «Biggest Mistake». Corte pop de costuras ciertamente melancólicas qué mantiene el tipo de sobra.
«This Place Is Empty» es el primer momento a mayor gloria de Keith que nos brinda el redondo, y una de las mayores exhibiciones de feeling que podemos encontrar en él, con un Kiz sonando -casi- como uno de esos artesanos de la canción de la era pre-rock, al estilo de Hoagy Carmichael. En ésta sentida balada en la que se funden acústicas y teclas podemos encontrar versos preñados de un dulce desencanto («Come on, honey, bare your breasts/ And make me feel at home/ You and me we’re just like all the rest/ And we don’t want to be alone») que redondean un momento a vindicar, pese -o quizá por- a la aparente falta de pretensiones.
Refrescante cambio de tercio el que supone «Oh No, Not You Again», uno de los rockandrolles más inspirados de «A Bigger Bang». Heredero de los flirteos punks que dominaban «Some Girls», nos presenta a una banda con un desparpajo insultante, facturando un corte rebosante de frescura, descaro y ganas de divertir. Tras semejante exhibición, la modesta «Dangerous Beauty» lo tenía más que crudo para destacar.
Tampoco consiguen despegar la atomosférica «Laugh, I Nearly Died» ,»Sweet Neo Con», otra de esas -increíbles- incursiones stonianas en la canción protesta y a la postre la peor canción del trabajo; la zumbona «Look What The Cat Dragged In»; o el rock machacón «Driving Too Fast».
Ante semejante panorama, sería tentador afirmar que un tijeretazo al tramo final del disco no habría estado de más, si no fuese por «Infamy», segundo momento Richards del disco y cierre del mismo, que, sin llegar al nivel de «This Place Is Empty» pone una coda atmosférica y sentida, todo corazón, al trabajo.
No sabemos si fruto de la casualidad o con la intención calculada de establecer un paralelismo autoconclusivo, la portada de «A Bigger Bang» no ofrece, más allá de la fotografía, información alguna en su cubierta, al igual que hicieran en aquel lejano, lejanísimo, «England’s Newest Hit Makers» con el que todo empezó a rodar: Del rythm and blues, la british invasion, el fenómeno fan, el ocultismo, las flores en el pelo, la mística hindú y el liderazgo perdido de Jones; De Hyde Park, Altamont y el exilio en la Costa Azul; Del hard rock, el funk y el punk que se creía que iba a enterrarles y acabaron asimilando a su ADN musical; Del bache de los 80’s que casi los deja en la cuneta; De su condición de iconos vivientes y multitudinarios, mitos en vida. De todo eso hasta «A Bigger Bang» y de ahí hasta ahora. Cuánto tiempo. Cuántas canciones. Resulta imposible glosar la historia musical del s.XX sin citar su nombre, sin valorar su legado; Se antoja inimaginable un mundo sin su presencia. The Rolling Stones, por siempre.
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