Bah, venga, lo reconozco, con esto ya me han ganado. Para que negarlo «Casi no se nota tu acento cantando en inglés, hablando de sitios que nunca han tocado tus pies, eres una pose entre Bowie y un Rolling Stone, coleccionando vinilos por tan sola mera decoración….». Hace tiempo que no sabiamos nada de Dikers. Que Íker Piedrafita, junto a su padre y Agnes Castaño, decidiesen embarcarse en esa aventura llamada Miss Octubre, era la razón, y lo cierto, es que esa historia, a Íker parece que la ha venido bien, para atrapar ideas con vista a este nuevo disco de Dikers, el séptimo ya, lejos queda cuando muchos lo identificaban como la banda del hijo de Alfredo, el de Barricada, quien por cierto, aparece en un par de canciones de este «Vértigo», con un solo de guitarra en una canción y la letra de otra.
Como decía, Dikers hace ya tiempo que se hicieron un nombre por si solos, así que había ganas de ver el resultado de este nuevo disco, sobre todo, porque con el anterior, no terminé de enganchar al 100%, pero esta vez, no hay experimentos, esto es su sonido, su forma de ver las cosas, y lo cierto, es que les ha salido un disco bastante bueno, muy rockero, cañero, con unas letras muy curradas por parte la mayoría de Sergio Izquierdo y otras de Íker. Desde la inicial «Ababol», que es directa, cortante, sin tomar prisioneros, «¿Donde vas si no sabes bien donde esconderte?». Me encanta «Pretencioso», no solo por esa letra, a la que pertenece el texto que he puesto al principio de la reseña, también por ese ritmo de guitarra y la contundencia de la batería. La actualidad manda y «Molotov» se encarga de dar un repaso a los que nos gobiernan con despropósito e interés para su propio bolsillo, dejando las cosas claras «…Y pretendes que me apriete el cinturón y mientras nuestros hijos sin calefacción, y aunque la violencia no es mi vocación, he escrito tu nombre en un coctel molotov..».
«No hay más» baja el ritmo frenético de las tres primeras canciones, pero no la intensidad, con letra de Alfredo Piedrafita, «el rocanrol, tu, yo y nuestras almas para el diablo». Dura letra la de «Olek», donde vuelven los ritmos fuertes, narrando la historia de un niño que sufre la guerra yugoslava y termina vengandose de los traficantes de armas, “indignados y empapados en amnesia, no sabemos dónde nace esta violencia”. Un piano nos lleva a través de «Luz», peturbadora, intensa, «…nubes de orgullo taparon el sol y al oscurecer solo quedaba yo…» «Lárgate de aquí» se mueve por terrenos propios del rock patrio, de ese que ellos, y yo, he mamado tanto. «Pan de canela», canción que Íker dedica a su madre, «..Y te canto una canción, mamá apaga la vela para que no duela ver la verdad, y hará pan de canela, duerme sin pena que aquí nos tendrás…», en la que tanto música como letra se convierten en uno de los platos fuertes de este disco.
«La chica de la curva» es una gamberrada, de esas que necesita el rock and roll, que muchos parecen haber olvidado que el rock también es diversión, «y aunque estés muerta yo te quiero, frente a mi salpicadero haremos el amor». «Ya no te espero» da voz al desamor, consiguiendo transmitir ese sentimiento desgarrado entre los riffs marcados de guitarra, «No tendremos canción, ni ciudad, ni secretos, ni reconciliación después de los decibelios…» «A quemarropa» es frenética, rápida, como un reproche, «te has olvidado del rock y todo lo que te dió..». Cierra el disco la balada «Vitaminas», con piano y dolor impregnado en cada melodía, en cada palabra «seré para ti dos noches perdidas, un mensaje incómodo por contestar…». Esto es lo que hay, rock and roll, callejero, con letras directas y mensaje, y no se a vosotros, pero a mi me gusta.
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