Después de tantos años de girar Y&T por España era la primera vez que descargaban en Gijón y yo estaba entusiasmado de ir a verlos tras el buen sabor de boca que me dejaron en su visita de 2011 en Ponferrada.
Gijón es una ciudad comprometida con la música y en gran medida con el Hard Rock por lo que esperaba una buena entrada. En contra de mis expectativas nos congregamos unas 250 personas, ya sea porque era domingo futbolero y el personal prefirió ver a 22 ricos dándole patadas a un balón o porque parte de la parroquia gijonense se tuvo que desplazar estos años a ver a la banda a otras tierras como Santander o Bilbao y no le interesaba volver a verla.
Sea como sea, y tras la espera de rigor, la banda saltó al escenario a las 21:30 abriendo fuego con “Hurricane” ante una parroquia compuesta principalmente por los rockeros más veteranos del lugar entre la que se atisbaban pinceladas de sangre joven, hecho que es muy de agradecer.
Después de esta canción le siguieron “L.A. Rocks” y “How long”. Y otra vez, y en contra de mis expectativas y de los vivido en Ponferrada, vi un público frío y que no acababa de conectar con la banda, siendo la culpa, a mi modo de entender, de la elección de canciones de partida.
Ante esta situación me empecé a preocupar por el trascurso del concierto con un público parado y poco participativo. Pero no nos olvidemos que Y&T no son una banda cualquiera, son LA BANDA, un grupo de hard rock perfectamente compenetrado y curtido en 1.000 conciertos que no llevan tanto tiempo en el negocio por su cara bonita.
Ante esta situación se empezaron a implicar más con el publico con “Black Tiger” seguida de “Rhythm or not” “Mean Streak” y “Dirty Girl” en las que no dejaron de animar al público, contagiándole su rebeldía y ganas de fiesta.
En la punto de la lanza se encontraba un Meniketti totalmente lanzado y entregado a su público, sintiendo hasta la última de las notas que salían de su guitarra. Acompañándole se situaban a su flancos John Nymann a las guitarras, un autentico showman y tremendo músico, y Brad Lang al bajo proporcionándole al grupo una base poderosa y pegadiza en perfecta sintonía con Mike Vanderhule a la batería. Todo ello envuelto para regalo con unos coros bestiales de estos tres últimos componentes como solo saben hacer en california.
Llegados a este punto el público estaba totalmente lanzado y entregado. Pero Y&T quería más. Ellos no son una banda cualquiera, ellos inventaron este negocio a principios de los 70 chupando muchos clubes y antros varios. Ellos lo quieren todo, así que siguieron con “Midnight in Tokio”, “Take you to the limit”, “Cold day in Hell” y la emotiva y esperada “I Belive” en la que el personal se rindió totalmente a la banda.
Entre baños de fans, sonrisas, guiños y múltiples tretas de perros viejos para camelar a los presentes arrancaron con la parte final de show tocando “Eyes of a stranger”, “Contagious”, “I want your Money” “Summertime girls” y “Rescue me” y de regalo, y vaya regalo, la sublime, potente y pegadiza “I’m coming home” tocada con sudor y rabia como si no hubiese un mañana, como si la banda nos quisiera decir “Hay os queda eso” “¿Qué os pensabais, que no os haríamos vibrar?” “pues ahora nos vamos”. Y se fueron.
Pero después de una corta espera volvieron con más ganas, dándolo todo en este tramo final con la potente y sublime “Open fire”. Y para no bajar el listón ni intensidad nos remataron con la esperada “Forever” siendo el colofón a una gran noche, que si bien empezó un poco fría supieron caldear a la perfección gracias a su destreza y experiencia.
Ahora, tú decides: ¿Quieres pasar una buena noche? ¿qué haces que no vas a ver a Y&T?, es una apuesta segura, te lo digo yo. No te arrepentirás.
Quiero dar las gracias al promotor Robert Mills y a mi amigo Carlos Tizón. Si no fuese por ellos, esta crónica no existiría. Y, sobre todo, a mi buen amigo Luis, que con su paciencia y buen hacer me confeccionó el set list del concierto:
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